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miércoles, abril 30, 2025

Esbozo de un gorrón

Por: Ernesto Sánchez Pineda*

 

Todos hemos tenido la inevitable desgracia de padecer la amistad de una de esas personas que llamamos “gorrones”. Sí, estos entes que se propagan sin otra explicación más que el gusto por la comodidad a expensas de los demás. Y, aunque se pueda pensar que se pertenece a ese grupo de seres afortunados cuya vida no se ha visto afectada por algún de ellos, recomiendo que se haga una revisión, pues, también, cabe resaltar que a estas rémoras de los eventos sociales nunca les ha importado el estatus de la relación (amigos, enemigos o bien desconocidos) todos le sirven al gorrón para gorronear. Nadie se encuentra a salvo.

El gorrón, figura que seguramente, por su naturaleza tan humana, ha estado presente en todos los periodos del tiempo, está en una de sus etapas más prolíficas. La causa de la propagación virulenta aún no tiene una explicación científica, y dista de tenerla, pero hay ciertas conjeturas e hipótesis de personas interesadas en esta explosión. Ellos argumentan que ésta se encuentra en íntima relación con la condición económica en que se encuentra el país, así como la entrada de diversos factores como los casinos, las drogas y las distracciones cibernéticas –redes sociales, pornografía ilimitada, trabajos sin esfuerzo–. Todo ha servido a que la gestación de estos seres se vea beneficiada.

Identificar a un gorrón no es una tarea difícil, aunque a veces es tardada. Muchas veces el gorrón “finge” cooperar para distraer la atención que se está acumulando sobre su persona. Y aunque los matices suelen ser muy diversos, siempre se debe sospechar de aquel que se ofrece para ir a hacer las compras, juntar el dinero, prestar la gorra; pues ellos, contadores no oficiales, tendrán todo el tiempo del mundo para ajustar lo recaudado para satisfacción de los presentes y, obviamente, para beneficio propio. Algunos estudiosos han confirmado que todos nacemos con el gen de contador, y sólo algunos han logrado matarlo.

Ahora bien, los hábitos del gorrón tienden a empujar los límites de los asistentes con los que gorronea; no será suficiente juntar de buena gana la coperacha para gorronear la comida y bebida de una noche, pronto, si pones atención y haces una serie de sumas y restas de absoluta sencillez, te darás cuenta que la cantidad de dinero reunido en la gorra siempre es mayor al dinero gastado en las cosas que el susodicho ha traído de regreso. Por consideración, la mayoría se acerca y trata de esclarecer el asunto sin llamar la atención, apelando la buena voluntad de la persona que recauda el dinero, pero la desfachatez del gorrón siempre va en aumento, y lo más probable es que niegue el acto e incluso termine obligando a escupir una disculpa por el insulto. Es por eso que en ciertas ocasiones hay que ventilar su condición en público a fin de que se vea “al descubierto” y mantenga sus artimañas guardadas por lo menos en lo que dura el evento de tu interés. Sólo así, si no es muy experimentado, lograrás ver la cantidad de cerveza y carne y botana que corresponde a la coperacha; también, te darás cuenta de la desproporción con otras veces en que el gorrón se vio involucrado, y te aseguro que la indignación pronto brincará al coraje.

Hay que aclarar que un gorrón clásico no es un mendigo, pues no va por la vida pidiendo dinero ni regalado ni prestado; más bien es aquel que no tiene los ingresos para pasarla bien pero que goza como si lo tuviera a expensas de los compañeros, obvio, sin que ellos se den cuenta. A lo lejos, es uno más de los invitados que, alegre y desprovisto de culpa, sólo la van a pasar bien.

No cabe duda que el gorrón clásico, aunque de moral comprometida, es un santo comparado con otros, unos que, a mi ver, pertenecen al nivel más bajo de calaña que puede existir y desplazarse en este planeta. Me refiero a aquellos gorrones que sí tienen dinero pero optan por no gastarlo. Son básicamente iguales a los anteriores, pero con pretextos un poco diferentes, por ejemplo, cuando hay que hacer una cooperacha no es raro que empleen el ya muy conocido: “Híjole no traigo efectivo, pero si me llevas a un cajero te doy mi parte”; obvio, nadie, absolutamente nadie, quiere abandonar la fiesta para llevar a una persona al cajero para que sólo aporte cincuenta pesos. Otro pretexto muy usado es el “Tú paga y yo te hago la transferencia después, porque no me han depositado”, dinero perdido para el que en realidad pague, porque el día de la transferencia la banca.net estará cerrada o presentara problemas y, como es una cantidad mínima, lo más probable es que pase al olvido. Lo que no nos percatamos, o tal vez lo hagamos muy tarde, es que de cincuenta en cincuenta pesos la persona se ha ahorrado un dineral y anda conduciendo su carro del año mientras tú, inocente y justo cooperador, sigues con tu Volkswagen de los años setenta, triste y fiel carcacha, que humildemente te trasporta de un lado a otro mientras ahuyenta con su ronco pecho a toda posible pretendiente.

Estos últimos ejemplares se benefician al no gastar el dinero que, en principio, tienen en abundancia gracias a su comportamiento viciado. Cabe mencionar que entre esta calaña, con moral putrefacta, y los gorrones de orden clásico hay una gran gama de comportamientos con los cuales se podría escribir un tratado de una magnitud importantísima para la humanidad, trabajo que, junto a toda una serie de artículos, ensayos y cuentos se iría a postrar en la pila que se encuentra arriba de la tesis doctoral que no he terminado y por la cual pronto saldrán a buscarme los agentes especiales que contrata el Conacyt para recuperar carteras vencidas; pero la promesa ahí está, pronto: un tratado.

 

*Ernesto Sánchez Pineda (San Luis Potosí, 1982). Licenciado en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato y Maestro en Literatura Hispanoamericana por el Colegio de San Luis. En 2011 ganó en el rubro de Jóvenes Creadores, la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FECA) en San Luis Potosí y, en 2015, en el mismo rubro, la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). 
Twitter: @netaz16

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