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viernes, marzo 29, 2024

Cadena de suministros o cadena de pensamientos

*Por Jonathan Palafox

Corría la tarde de uno de los días que componen mi pasado. Salía yo de una reunión con una sonrisa discreta, animado, de buenas. Si bien no recuerdo el proyecto, recuerdo la emoción. Estaba cumpliendo con mi papel, y estaba yendo bien. Abrí la puerta del coche, la puerta trasera, y coloqué dentro la mochila con mi computadora, a los pies del asiento. Cerré y abrí la delantera, y procedí a acomodarme en el auto. Encendí el motor. Calibré el aire acondicionado para combatir el fuego que nos llegaba del cielo. Usé mi celular para elegir una lista de canciones que me acompañara de vuelta a la oficina. Todo estaba dispuesto. El día laboral estaba acabando pronto y lo estaba haciendo en buena forma. Puse la primera y arranqué. Doscientos metros adelante (tal vez ciento noventa, tal vez doscientos diez), sentí el pinchazo de una llanta y noté la fuerza con la que el coche me pedía que me orillara, inclinándose hacia uno de los lados. La prueba estaba puesta, era la primera ocasión en que tenía que cambiar un neumático.

Confiado, descendí del coche y acudí al maletero para ponerme manos a la obra. Debajo de la cubierta, encontré todos los enseres necesarios para la faena: el gato, el birlo de seguridad, un ingenioso y sencillo artefacto para extraer los tapones de los birlos, una palanca y, por supuesto, la llanta de refacción. Todo perfectamente ordenado en un empaque con los espacios necesarios y justos para contenerlos, sin que hicieran un solo ruido con el movimiento del coche, todo señalado con su correspondiente número de serie. Y esto me hizo pensar en la complejidad de la cadena de suministros.

A lo largo de los 10 últimos años, he participado en innumerables proyectos con el sector automotriz, conociendo desde la entraña a ese gigante industrial. Por supuesto, es natural que cualquiera que no esté familiarizado, piense solo en las marcas de coches cuando escucha de autos (al menos, eso pensaba yo antes de empezar a trabajar en el sector). Pero el gigante del que hablo, si bien tiene participantes enormes, más bien debería ser descrito como una cadena de colaboradores que se van pasado elementos a lo largo de una fila inusitadamente larga y ramificada. Y eso me hizo pensar en las personas.

Tomé aquel objeto simple que me facilitó remover los tapones de los birlos, y pensé en cuántas manos habría estado antes de estar en la mía en ese momento. Yendo de ese momento hacía atrás, conté las que lo colocaron debajo de la cubierta del maletero, en el empaque donde estaban concentradas todas las refacciones y herramientas. Fernanda o Gonzalo pudo haber sido el nombre, pues el auto había sido ensamblado en España. Alguno, tal vez ese día, pudo no haberse sentido bien: un dolor de cabeza o un problema en casa. Y, sin embargo, no olvidaron colocarlo. Y eso me hizo pensar en los distintos roles que todos jugamos.

Probablemente Estela, la encargada de revisar el proceso y su correcta compleción estuvo ahí para verificar que la pieza no faltara. Carlos, a su vez, quien recibió el embarque de uno de los tier 1 (es decir, de los proveedores directos de las marcas) también estuvo involucrado. Se aseguró de haber recibido las piezas correctas, con los costos correctos, en los tiempos comprometidos. Todo esto para abonar a que la compañía se acercarse a cumplir con sus metas, y lograr los dividendos esperados por los bolsillos de Charles, Hui, Karl, y tantos otros inversionistas e interesados, con dinero propio o prestado. Pero para que eso sucediera, antes fue Jules, la joven que estudia por la noche para alcanzar un grado académico más alto, la que llenó la caja que Carlos recibiría, muchos cientos, tal vez miles de kilómetros lejos de él. La tomó a su salida del proceso de inspección, donde otra Estela revisó que la inyección haya ocurrido sin problemas (ese mes las máquinas habían estado presentando, probablemente, problemas en el control de temperatura, que provocan deformaciones cuando son altas, o falta de cohesión, cuando bajas). Claro, las piezas se hacen con los materiales que les surten otros proveedores, tier 2 o 3, y que ya pasaron por sus propias pruebas.

Pienso de pronto que eso que tengo en la mano se ha desplazado muchos más kilómetros de los que la mayoría de las personas se alejan de sus lugares de origen, en su vida. Pienso que ha estado en contacto con tantas diferentes personas que, de haber tenido oídos para oír, y boca para contar, podría compartirnos historias fantásticas. De los días en los que hubo problemas en los sitios por lo que transitaba, por enfermedad, indisciplina, falta de procesos, distracción, casualidad…

Pienso en que esa pieza podría darnos la respuesta a una convivencia más generosa y pacífica si pudiera mostrarnos todos los colores de las manos que la sostuvieron, o hacernos escuchar los idiomas que escuchó durante el trayecto. Pienso, sin duda, que es la colaboración la que nos ha permitido sobrevivir, prevalecer en la tierra como la especie dominante, por encima de otros homínidos que también estuvieron presentes en algún momento.

Pero pienso también luego que, probablemente, Fernanda, Jules o Estela, no tengan el tiempo para ponerse a pensar en lo mismo, porque terminen sus jornadas mucho más cansados, con preocupaciones más básicas como hacer que los salarios de esos puestos de base les alcancen para alimentarse y alimentar a los suyos, cubrir sus enfermedades, comprarles ropa. Y eso me pone un poco triste.

Para entonces ya he cambiado la llanta, y la sonrisa se ha ido y ha dejado en su lugar un gesto serio y pensativo que, probablemente, tampoco lleguen a tener ellos.

* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.

jonathan.palafox.lopez@gmail.com

twitter @jpalafoxlopez

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