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jueves, abril 18, 2024

ChatGPT: una oportunidad disruptiva

*Por Jonathan Palafox

“¿Qué eres y cómo funcionas?”. Eso, y solo eso, fue lo que escribí en el campo de texto disponible para interactuar. La siguiente es la respuesta:

“Soy un modelo de lenguaje artificial creado por OpenAI. Funciono al procesar texto y generar una respuesta basada en una gran cantidad de información previamente vista durante mi entrenamiento. Mi entrenamiento incluyó una gran variedad de textos de internet, lo que me permite responder a una amplia gama de preguntas y tareas relacionadas con el lenguaje natural. Sin embargo, aún tengo limitaciones y puedo cometer errores, especialmente cuando se trata de información muy específica o actualizada después de mi fecha de corte de conocimiento.”

Impresionante, diría un futbolista.

Y vaya que lo es. He estado “jugando” con ChatGPT en días recientes y he podido comprobar su capacidad. Escribo esto sabiendo que es muy probable que este no sea el primer escrito que lea al respecto, pues el tema ha venido inundando los medios de comunicación especializados y no especializados. Pero hay justa razón en hacerlo. Uno puede preguntarle sobre temas generales, como la segunda guerra mundial; tocar temas triviales, como el clima o algún equipo de futbol; o pedirle la opinión sobre algún escritor famoso; en cualquier caso, se obtiene una respuesta coherente y articulada, una que, de salir de la boca de una persona, no la haría pasar por tonta.

Estas interacciones me hacen recordar, inevitablemente, a Eliza, aquella primera aproximación a un “chatbot”, desarrollada en los años 60’s. Aunque cronológicamente estemos cerca de esa época, para efectos prácticos y tecnológicos pareciera que estamos hablando de la antigua Roma. Eliza se concentraba en detectar algunas palabras clave y, generalmente, tratar de convertir en pregunta lo mismo que su interlocutor afirmaba, de manera que pareciese una conversación en la que uno se mostraba interesado e inquisidor respecto del otro. Por sorprendente que parezca, Eliza logró que mucha gente se sintiera en la confianza de revelarle aspectos personales, como si se encontraran en una sesión de terapia.

Por otro lado, sin embargo, ChatGPT ya no solo usa esta estratagema, sino que se “alimenta” de la información que existe en la red, y “conoce” la estructura del lenguaje natural (el que usamos los humanos a diario) de manera que puede presentar oraciones entendibles y, en cierta medida, sofisticadas. Con el paso del tiempo, además, puede ir incorporando nueva información, de manera que pueda mantenerse actualizado no solo de los propios datos, sino de la manera en que los humanos utilizamos el lenguaje para comunicarlos.

Es probable que estemos ante el nacimiento de una nueva forma de interactuar con las computadoras, o de maneras de proceder en ambientes profesionales y académicos. Ya se habla de muchos distintos usos para esta herramienta: como herramienta de inspiración, para poder escribir textos de marketing, hasta como asistente personal, uno que pueda sintetizar textos o reuniones (Microsoft ha anunciado una función, en su plataforma Teams, para resumir las reuniones a sus aspectos más relevantes).

Si bien su creciente y rápida acogida hace evidente que es una maravilla, no está demás detenernos a pensar en algunos efectos negativos que podría tener; aunque seguramente iremos viendo afectaciones en distintos rubros, pienso ahora en los efectos en el ámbito académico. Los estudiantes tienen a su disposición una herramienta que les permitiría ahorrarse horas y horas de trabajo, evitando los resúmenes, los ensayos y las investigaciones en general. Aunque pueda parecer trivial, este uso podría causar un menor desarrollo del pensamiento crítico, ya de por sí criatura más bien escasa; pero, por otro lado, también podría ser este un momento en el que el sistema educativo comience a reformarse, empujado, obligado, por un nuevo actor en el escenario. Los gordos de Wall-E o los superhumanos de Matrix. Prefiero los segundos.

Quiero terminar diciendo que todos aquellos escenarios catastróficos que son protagonizados por una Inteligencia Artificial malvada, me parecen lejanos, muy lejanos. Si bien es cierto que los años 60’s del siglo pasado resultarían muy extraños a los ojos de los jóvenes de este siglo, observemos que nos ha tomado 60 años, justamente, pasar de una herramienta como Eliza a una como ChatGPT. Además, yo mismo le he preguntado si resulta una amenaza para la humanidad, y esto fue lo que me contestó:

“No represento una amenaza para la humanidad y estoy diseñado para operar dentro de los límites éticos y de seguridad establecidos por OpenAI. Cualquier uso inapropiado o dañino de mi capacidad de procesamiento de lenguaje es responsabilidad de aquellos que lo controlan y utilizan.”

Lo que sí me preocupa un poco es el sistema ético y moral de quienes están detrás. Al tiempo.

* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.

jonathan.palafox.lopez@gmail.com

twitter @jpalafoxlopez

 

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