*Por Jonathan Palafox
Dijo llamarse… no importa, aunque sus rasgos no me habrían dejado adivinarle el nombre en toda la noche. Poco importa. Esta pulsera que cargo, hoy ennegrecida quizá por la distancia a la que la he puesto del océano, cómo se ennegrecen las hojas de las plantas al cortarlas, era esmeralda la noche en que la obtuve. Se decía también una hija del mar y, ahora que lo pienso, no hubo un solo momento en que no estuviéramos a la vista del mismo: pensando yo en la hermosura del paisaje, ignoraba el escrutinio en que este nos mantenía, vigilados, con la mirada celosa y protectora de un padre.
En la playa había gente, pero con el paso de las horas se fue desvaneciendo hasta que solo nosotros quedamos. El restaurante al que nos dirigimos, andando la arena, nos dio la bienvenida con una luz tenue, en juego con el ocaso que transcurría. Su mano estaba húmeda, pero todo mi cuerpo también lo estaba, por lo que me pareció normal. No recuerdo exactamente lo que pedimos para comer, y tampoco importa demasiado, pero recuerdo su sonrisa: alguien, alguna vez, ha mencionado que hay bellezas que duelen de recordarlas, y a mí me duele esa mueca, que me transporta a un lugar en que fui feliz. A mis cercanos no les parecerá extraño esto que digo, pues saben que justo en el momento en que más disfruto es el momento en que más cerca estoy de soltar el llanto. Nací con el arte de fundir las emociones y combinar contrarios para generar un nuevo sentimiento, y me siento afortunado.
Poco a poco la fui viendo menos claramente, de la misma forma que la noche nos arranca las certezas y nos deja solo vestidos con vagas sensaciones. Y por eso hacemos lo que hacemos, ya de noche me refiero. Pero eso, lamento decir, tampoco importa mucho. Porque ella seguía ahí; la que estaba siendo observada desde el fondo, por el mar; la que estaba siendo observada por mí con un deseo que solo el fuego revela; la que estaba siendo tocada apenas, en esa mano que se desvanecía, por otra mano trémula. No puedo culpar al alcohol de este recuerdo, aunque es cierto que no puedo explicarlo sino así, o como un sueño acaso. Mi cabeza se empeña en que guarde esa memoria como una fantasía, para no perder la cordura, pero creo que nada de malo hay en tenerla en el baúl de las vivencias.
Cuando se acercó la media noche, en el silencio que hacen las olas al romper, se levantó de la mesa y comenzó a andar hacia el agua. La seguí durante un tiempo, prendado de esa mirada que era todos los mares y uno solo, contenido en esos ojos almendrados, como una estrella a punto de implosionar. Caminaba arrastrado por su gravedad entonces, inerme pero también voluntario. La mesa y los platillos ya no se distinguían, y la gente dejó de existir. Con el agua en los tobillos, el mundo era para nosotros. Sin decir palabra, acercó su boca a mis labios, rozándolos apenas, dejando así la más dulce de las mieles que hubiera probado. También ese recuerdo es doloroso, porque al mismo tiempo que me daba el beso más hermoso, también me daba esa certeza.
Y luego sin más, se alejó. Y sin fuerza entonces, la dejé ir. Bueno, no. No es justo decirlo así. Siguió caminando hacia el fondo, donde yo me habría ahogado. Perdí de vista sus piernas áureas, primero, y luego dejé de ver también sus brazos y pechos que adivinaba blancos. El rostro flotó durante unos instantes, con sus rojos labios, que llevaban toda mi felicidad untada en ellos. Y los ojos, abiertos hasta que no los vi más, también se hundieron. La cabellera dorada me dejó ver hacia donde iba otro poco, y luego se la tragó la noche. Y luego perdí la noción del tiempo y la consciencia.
Amanecí en el borde de la playa, en un camastro, con la mano húmeda sujetando esta pulsera. No hubo escándalos por ahogamiento ni nadie que me preguntara por ella. Tal vez sí la soñé. Pero tampoco importa, porque la herida está. Hoy solo vuelvo a buscarla en el mar, de cuando en cuando. Y a veces siento que la he encontrado. Con otra forma, claro, porque el mar nunca es el mismo mar.
* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.
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