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viernes, abril 26, 2024

GPS o una reflexión extraviada

*Por Jonathan Palafox 

El fin de semana estuve de visita en la hermosa ciudad de Guadalajara (que, sin embargo, también tiene un tráfico horrible). La asistencia respondió a unas vacaciones fugaces que decidí tomar para visitar a la familia. La mayor parte del tiempo estuve acompañado, así que no hubo problema para moverme en la ciudad. Es más, ni siquiera me preocupé por la conducción; mi anfitrión tomó el volante y solo disfruté del camino.

Hubo ocasiones, aun así, en que tuve que moverme por mis propios medios. Y la verdad no resultó difícil, no tanto porque sea una persona con dotes extraordinarios de orientación; tampoco porque sea sencillo, precisamente, moverse por esa urbe, pues no lo es. Resultó sencillo gracias al uso de una tecnología que se ha convertido en una herramienta indispensable en el día a día: el GPS. Los mapas digitales, por supuesto, son una proeza de la tecnología actual: su precisión, su detalle, su disponibilidad… aun así, todas esas grandes cualidades no serían de mucha utilidad en la navegación si no contáramos con un sistema que pudiera decirnos dónde es que nos encontramos. Y esa es precisamente la función del GPS.

GPS quiere decir Sistema de Posicionamiento Global, por sus siglas en inglés, y su funcionamiento se basa en la trilateración, que trataré de explicar de una manera muy reduccionista. Supongamos que un extranjero está perdido en León; lo único que sabe es que se encuentra a 1,530 metros del lago de Explora. En un mapa, el extranjero podría dibujar un círculo con un radio de 1,530 metros (a escala), con centro en el lago de Explora. Así, podría darse cuenta que él está en alguno de los puntos de la circunferencia (pues todos están a 1,530 metros del Lago de Explora). Todavía le faltan datos, pero lo que no le falta es suerte, pues se acaba de cruzar con alguien que le ha dicho que se encuentra, también, a 1,230 metros de la fuente de los leones. Con ese dato dibuja un nuevo círculo y: ¡voilá! Resulta que solo hay dos puntos en el mapa en los que puede encontrarse: las intersecciones de las circunferencias, pues en esos puntos se cumplen ambas distancias de los puntos de referencia. Para lograr conocer exactamente en cuál (y no terminar en Baja California en lugar de Baja California Sur, por decir algo) un tercer punto de referencia sería utilísimo, usando el mismo procedimiento. De esa manera, las intersecciones de los círculos podrán decirle a nuestro extranjero distraído dónde se encuentra.

Toda esta breve explicación, por supuesto, es apenas un esbozo de lo que sucede en el sistema GPS; hay que tener presente que, en lugar de usar distancias directamente, estas se calculan de acuerdo al tiempo que se tardan en llegar las señales de los satélites al dispositivo rastreado, partiendo de que se conoce la posición de los satélites en todo momento. Pero eso sería entrar en mayor tecnicismo, que no es el fin de este artículo.

Lo que sí es el fin, es reconocer donde tiene origen esta tecnología: el departamento de defensa de los Estados Unidos. No es muy difícil hoy enterarse de tantas y tantas malas noticias y conflictos que suceden en nuestro planeta, entre las sociedades que lo habitan. Pero permítanme tratar de rescatar algo positivo de todo ello. No quiero, por supuesto, menospreciar el sufrimiento de las víctimas de estos eventos, tanto directas como indirectas; ni aún justificar su desarrollo o las ideas que los sustentan. Seguramente habrá quien pueda exponer y argumentar mejor estas tribulaciones que un servidor. No. Mi intención es simplemente señalar algunos beneficios obtenidos a partir de la dura competencia (que la guerra lo es, en última instancia). Como el GPS, el internet (hablaremos de esto en otro artículo) o el horno de microondas, han tenido su germen en los cuarteles militares, bien como elementos que habrían de dar una ventaja con respecto del enemigo, bien como objetos derivados a partir de curiosas observaciones.

Sería impensable hoy una vida sin los elementos referidos; seguramente no habría llegado yo siquiera a Guadalajara, o terminaría por comer comida fría cuando tuviera que alimentarme en la oficina. Y entonces, debido a que no puedo cambiar lo que ya ha ocurrido, rescato eso que puede rescatarse de los eventos indescriptibles que los impulsan. Tal vez cada evento indecible y doloroso ocurrido durante los enfrentamientos, facilitado por las tecnologías que se desarrollan para ganar conflictos, sea padre de otros muchos eventos más bien hermosos, como el encuentro entre dos extraños o conocidos, en sitios ignorados por ambos, facilitado por el mismo elemento.

No quiero romantizar el sufrimiento, pues basta invertir el orden de los elementos descritos antes para tener una lectura más bien pesimista. Lo que quiero es resaltar la dualidad de las cosas con las que nos convivimos a diario, acaso sin consciencia. Y, en última instancia, la pregunta verdadera sería cuestionarnos si lo ganado vale lo perdido.

* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.

jonathan.palafox.lopez@gmail.com

twitter @jpalafoxlopez

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