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jueves, abril 25, 2024

Para los que somos de lento aprendizaje…

*Por Jonathan Palafox

Este fin de semana ha tenido lugar el penúltimo gran premio de automovilismo de la temporada, el gran premio de Brasil, Interlagos. Aunque soy un gran admirador de los automóviles, en casi cualquiera de los ámbitos en los que participan (deportivo, industrial, comercial, artístico…), no es la ocasión de comentar el premio en sí, ni lo relacionado a los coches y la competencia. Quiero, sin embargo, destacar varios aprendizajes ocurridos durante el evento, tres en particular, que podemos extrapolar al mundo empresarial y a la vida.

La importancia del trabajo en equipo. Terminado el enojo que me causó la actitud de Max Verstappen hacia el final de la carrera, me tomé un tiempo para pensar dónde está el mérito en un deporte como la F1; por supuesto que buena parte de este se encuentra en las manos y cabeza de los pilotos, personas que se esfuerzan a diario por afinar sus destrezas y poder llevar el auto al límite y, aún más, mantenerse en ese nivel de concentración y estrés durante más de dos horas continuas. Una persona promedio, como la que escribe, siente tensión al rebasar los 150km y es difícil que pueda seguir conversando sin decir dislates durante un viaje de carretera común.

Considerando, sin embargo, que las diferencias en tiempo entre unos y otros son normalmente menores a 1 segundo (en clasificación), no debe ser (no puede) ser el único diferenciador. Y aquí entra en juego el auto y el resto del equipo. Los equipos de fórmula 1 están conformados por especialistas de los más altos niveles, cada uno de ellos en alguna actividad en particular. Ingenieros enfocados en lograr que el motor resista, que el coche presente la menor de las resistencias al viento, que el conjunto pese lo mínimo posible. Especialistas en estrategia, para proponer una que pueda funcionar según las circunstancias del campeonato, del día, del resto de los equipos y, todavía más importante, reaccionar a las tácticas que los demás ejecuten. Especialistas financieros encargados de controlar cada uno de los dólares con los que el equipo cuenta para llegar al final de la temporada, completos y dentro del reglamento. Y otros más, que no es necesario mencionar pero que se intuyen, como aquellos encargados de hacer que todos esos especialistas funcionen bien en conjunto. Entonces, en ese sentido, el campeonato de Max es de Max, pero también del resto del equipo que lo hizo posible. Aun en el tenis, el deportista agradece y deja deudas en el camino para con quienes lo instruyeron en el camino.

Desde el punto de vista profesional, en este y en cualquier momento de la historia, es ingenuo creer que un jugador solitario pueda brillar por sí mismo y alcanzar grandes resultados y sostenerlos. Un buen ejemplo de ello son los freelances, a quienes, en algún momento, les toca tomar la decisión de dejar de serlo para seguir creciendo, cuando están haciendo bien las cosas.

Si el primer aprendizaje es un jalón de orejas para Max, este segundo es para Checo. Las cosas pueden cambiar rápida, inesperadamente. Ya muy avanzada la carrera parecía que a Pérez se le alineaban todos los astros como para asegurar el subcampeonato en esa misma carrera: Leclerc había tenido un percance y se había quedado rezagado, y Pérez mantenía un buen ritmo en la terna frontal. No había razones para pensar que las cosas cambiarían. Pero la vida no es racional ni justa, y las cosas cambian.

Basta un error de conducción, propio o de alguien más, o un evento no controlado, para que todo se salga de ese aparente control. Y es que nunca hay control, en realidad; siempre hay que estar pendientes y atentos para reaccionar. Desconozco si Checo pudo hacer más, pero sé que en la vida tendemos a quedarnos tranquilos cuando parece que las cosas van bien; eso no es negativo per se, pues la vida hay que disfrutarla, reír en ella, compartir con los nuestros y con los queridos. Solo hay que saber que las cosas pueden acabar, y entonces tocará hacer otras. No dejemos que eso nos amargue la existencia y nos haga hacer (o decir) cosas de las que luego nos arrepintamos.

El tercero de los aprendizajes es no dejar de pelear: esta es una flor para Leclerc. Apostaría a que le fue imposible evitar sentir dolor y desesperación al inicio de la carrera cuando quedó tan retrasado, observando prácticamente cómo se le escurría de entre las manos el subcampeonato del mundo (curioso que, a estas alturas, y en el campeonato en general, haya resultado más emocionante ese puesto). Aun así, reconociendo que había variables que no dependían de él, decidió concentrarse en aquellas que sí, y logró un gran resultado.

En la vida, en casi toda, nunca tenemos control total sobre las cosas: se pinchan llantas, hay recesiones económicas, existen bichos, hay desamores, surge competencia, cambia el mercado… se acaba la vida. Enfocarse en todas ellas, sin embargo, nos hace perder el foco y la energía, y nos impide trabajar aquellas que si dependen de nosotros. Puede ser que nunca se alineen las estrellas para lograr nuestras metas (porque se requiere más que solo el esfuerzo propio) pero procura, lector, que en caso de que así ocurra, te encuentre con tu trabajo hecho.

No soy un asiduo fan de la F1, pero me da mucho gusto haber visto esta última carrera, a la que le he podido sacar algo más que bonitas fotos, emociones y convivencia. Si ponemos atención, hay lecturas de un segundo o tercer nivel en casi todo lo que sucede a nuestro alrededor.

* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.

jonathan.palafox.lopez@gmail.com

twitter @jpalafoxlopez

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