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jueves, abril 25, 2024

Un momento, por favor

*Por Jonathan Palafox

¿Por qué es mejor ser rápido que lento? Cualquier avispado podrá contestarme, rápidamente, que ha de depender del contexto, de la escena, de la actividad. Y tendrá razón. Rápidamente (curioso, rápidamente) llegan a mi cabeza ejemplos donde ser rápido es conveniente: al huir (de cualquier cosa), al competir en atletismo, al avanzar en el tráfico. Pero también, y con la misma presteza, llegan otros donde no lo es tanto: al comer, al conversar, al besar.

Si nos concentramos en lo profesional, sin embargo, casi siempre resulta mejor la rapidez. Y les comparto justamente tres noticias, en apariencia inconexas, que están alineadas con este vector.

Las baterías de los coches, al menos en teoría, seguirán mejorando sus tiempos de carga. Esto no es sorprendente. Como tecnología relativamente nueva, pero, sobre todo, creciente, seguro le falta mucho camino por recorrer. Un estudio* que está al alcance de mi vista mientras escribo esto, indica que el desempeño de las baterías (la rapidez de la carga, para ser precisos) puede crecer hasta lograr el 70% de carga en tan solo 10 minutos (un tiempo estándar para entrar al baño, sobre todo si es un baño de caseta de autopista). Aunque el artículo abunda en aspectos técnicos, el resumen es que una película de Níquel agregada a la batería es la responsable de la proeza. Una parada en el baño, y la pila está lista para recorrer otros 400 km, sin esperar, sin tiempo perdido.

Por otro lado, YouTube**, la exitosa, rentable, inmensa videoteca, ha implementado algunos cambios en su interfaz gráfica: zoom en los videos (no la plataforma, sino el agrandamiento), fondo de color similar al del video corriente y, por supuesto, un buscador de frames más amigable. Este último es peculiar, está pensado para que el espectador pueda (creo que ya lo ha adivinado, lector) encontrar más rápidamente un fragmento del video; ese clip, ese segundo donde queremos mostrar algo a alguien, o bien, revivir la experiencia sentida originalmente (aunque cada vez sea más tenue, por desgracia. Pero ese es otro tema.) sin tanta dilación, sin tener que invertir “tanto” tiempo avanzando o retrocediendo en bloques de 10 segundos. Nuevamente, cambios pensando en el tiempo, en no perderlo.

Por último, para mí el más interesante de los tres, un artículo*** donde se habla de un nuevo chip con orientación para las telecomunicaciones que permite, lea bien, transmitir casi el doble de los datos que se transmiten hoy en la internet entera. Aunque la expresión “se abre un mundo de posibilidades con avances como este” sea un cliché, no deja de guardar mucha verdad. Videoconferencias más fluidas, descargas más rápidas, más participantes en las salas, imágenes de cirugías más detalladas… piense en alguna rama profesional y podré darle un ejemplo donde esto incida. Y en todos los casos se verá una mejora en el tiempo.

Pero luego viene la reflexión. No quiero que se me considere un detractor del avance (por Dios, me encanta la tecnología), un nostálgico, un saboteador. Nada de eso. Por supuesto que celebro los avances que nos acercan a las curas de las enfermedades, o a la maximización de la productividad del campo porque, en esencia, eso debería significar un mayor bienestar para la sociedad, para todos. Tampoco quiero que esto se interprete como las palabras de un socialista moderno. No lo es. No lo soy.

Es inevitable, sin embargo, voltear a ver la realidad y toparnos con una que no encaja con lo que los avances nos prometen. Una gran parte de la población, la mayor, sigue carente de una vida que podríamos considerar digna. Para ellos, estos avances no se traducen en mejores condiciones de vida; solo en números que los obligan a seguir trabajando para alcanzar las cuotas de productividad, cada vez más altas. Pero tampoco cambian en demasía la vida del otro sector de la población, pues, aunque acumulen más riqueza, seguirán atados a los cuerpos que todos compartimos, con una esperanza de vida similar; papilas gustativas semejantes para disfrutar de los mismos tacos; retinas que nos permitirán disfrutar de las mismas puestas de sol. No hay, pues, atardeceres en función de las carteras. No hay más mares, no hay más lunas, no hay más tiempo. Cualquiera de ellos, de cualquier sector, habrá tenido suerte de haberse rodeado, en vida, de personas que los quieran. Y para eso no se necesita más, ni más rápido. Se necesita paciencia.

Por eso, me pregunto ¿para qué queremos llegar más rápido al futuro? Desconocido como es, es también llegar más rápido al final.

Y mientras digo eso, y me percato de que esto ha tomado un tono un tanto dramático, doy un sorbo a mi café, que me he preparado con calma, como hacía varias semanas que no podía. Y sabe riquísimo.

 

* https://spectrum.ieee.org/ev-battery-fast-charging

** https://www.theverge.com/2022/10/24/23420519/youtube-ui-redesign-desktop-mobile-seek-zoom-buttons?scrolla=5eb6d68b7fedc32c19ef33b4

*** https://newatlas.com/telecommunications/optical-chip-fastest-data-transmission-record-entire-internet-traffic/?utm_source=tldrnewsletter

 

* Ingeniero en Sistemas Computacionales, fundador de Tres Factorial Ingeniería de Software. Miembro de Canieti Guanajuato desde 2018 y Coordinador de la Comisión de Innovación en Concamin.

jonathan.palafox.lopez@gmail.com

twitter @jpalafoxlopez

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