La desaparición de los fideicomisos que pretende realizar el titular del ejecutivo hoy en la cámara de diputados a través del partido que lo llevó al poder es un retroceso para el desarrollo del país y una muestra más de la idea centralista que tienen las personas afines a esos proyectos que más pronto que tarde provocará una desventaja competitiva para México.
Los fideicomisos que pretenden desaparecer están relacionados con la creación de conocimiento, arte, ciencia, cultura, atención de desastres naturales entre otros, todos importantes.
La figura del fideicomiso tiene varias ventajas para la ejecución del gasto y de los proyectos asignados a ellos.
La primera es que permiten la aportación de dinero de particulares directamente a las cuentas del fideicomiso que se destina para la ejecución de un proyecto en particular y que no puede usarse para otro fin que no sea el especificado en el génesis de este instrumento. En el caso de los fideicomisos del Centro de Innovación Aplicada en Tecnologías Competitivas (CIATEC) y del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV) el fideicomiso se integra de recursos públicos, pero también de dinero generado por la venta de servicios y productos derivados de investigaciones que venden estos centros de investigación, de ahí proviene el dinero de privado.
La segunda gran ventaja de los fideicomisos es que el dinero que está puede utilizarse en periodos fiscales distintos. Es un presupuesto multianual que no tiene que devolverse a la tesorería de la federación si no se ejerce en el periodo fiscal en el que se entregó. Los proyectos de ciencia, tecnología, innovación y arte, ciencia y cultura y muchos otros más no pueden sujetarse a los tiempos del presupuesto de egresos de la federación. Los tiempos del gobierno no son compatibles con la realidad operativa de un proyecto de investigación o de producción de cine, por decir un ejemplo.
El argumento principal para desaparecerlos es que generaban corrupción y mal uso de los recursos que están depositados ahí. Todo este argumento carece de evidencia documental que lo sustente y, mucho menos, existe una denuncia ante autoridades de estos supuestos malos usos. Los fideicomisos tienen reglas claras de operación e incluso son muy auditados constantemente, tanto por las contralorías municipales, las auditorías superiores de los estados y de la federación e, incluso, en algunos casos la propia entidad está obligada a pagar la auditoría externa realizada por despachos externos que están validados por la Secretaría de la Función Pública. El último listado puede consultarse en la siguiente liga:
Extinguir los fideicomisos es una manera más, a la brava, de tomar el poder para destinar el recurso a las conveniencias de unos cuentos. Dejando de lado participación en la toma de decisiones de los organismos de la sociedad civil organizada, de los expertos en los temas que apoyan los fideicomisos y, en caso de que hoy se concrete esa “jugada desafortunada” para la historia de México es un paso más al poder central, absoluto y como lo publico la editorial del Financial Times, autoritario. En dónde no hay cabida al diálogo ni a la discusión de ideas, ni a la toma de decisiones basada en evidencia. Solo hay respuestas como las que da el titular del ejecutivo federal y el coordinador de los diputados “No es que se vayan unos (fideicomisos) y otros no. Se van a ir todos, esa es nuestra propuesta”. Así es la nueva realidad, gobernar sin evidencia, sin fundamentos.
