Nuestro territorio ya arrastraba un viejo lastre desde antes de la pandemia. Décadas del control electoral y administrativo del panismo han producido severos desgastes institucionales. Como le pasó al priismo.
Como nuestros partidos políticos solo son agencias de colocaciones temporales, el PAN no gobierna donde se alzan con triunfos sus gentes; simplemente les deja hacer y deshacer, se desentiende de ellos. Ese partido es una simple dependencia del gobernador que se usa de tanto en tanto para lo electoral, y luego vacaciona.
Así las cosas, cada quien hace lo que entiende y quiere con sus responsabilidades, cuidando únicamente no malquistarse con el jefe en turno, el gobernador. Pero aún éste no se interesa de qué hacen sus correligionarios. La burbuja en que vive el gobernador lo aísla de todos y de todo. “China libre” tienen los ayuntamientos que se supone están al tanto de la gente de carne y hueso.
La falta de orden evidencia no solo la ausencia de dirección sino pésimas gestiones de las administraciones públicas. Y eso se nota más ante la literal ausencia del gobierno federal en este territorio.
El jueguito que quisieron prolongar echándose las brasas ardientes unos a otros ya no les sirve para justificar nada. Ni los ayuntamientos son capaces de tener policías para nuestra seguridad ni el gobierno estatal desea apartarse de su confort propagandístico como coartada para huirle a la inseguridad criminal, y ni el gobierno federal tiene algo que ofrecer como salida.
Lo más grave de este desgobierno generalizado son los muertos, los guanajuatenses que caen a manos del crimen y de un virus que se pasa todos las semáforos.
