El último párrafo de la primera parte de este tema, quedó así la semana pasada: “El edifico que se ubica en la cima del Monte Tláloc tiene la siguientes medidas: 40 x 50 metros, y un pasillo custodiado por dos muros, de al menos 1.50 metros de ancho y ciento sesenta metros de largo. Ese pasillo permite el acceso a lo que se ha denominado el Templo de Tláloc, que según las crónicas de los europeos se utilizaba como un marcador astronómico, en donde se observaba la posición de la tierra con respecto al sol, y el camino que recorría durante cinco días, con dos grandes volcanes hacia el Oriente: La Matlalcueye (hoy, mal llamada Malinche) y El Citlaltepetl (Pico de Orizaba).”
Como ya lo dijimos, el templo funcionaba como un edificio astronómico, que servía para calcular el inicio del año, en este caso, de los mexicas, y según las crónicas, se sacrificaba un menor (masculino) en la cima, pero también se sacrificaba a un menor (femenina), en el remolino que se hacía en el lago de Texcoco, en lo que hoy se asienta el metro Pantitlán. El sacrificio de ambos menores era para solicitar el agua necesaria para tener buenas cosechas; es por eso que uno de ellos era sacrificado en la cima del Monte Tláloc, y la menor en las aguas del lago, solicitando las bondades de Chalchihuitlicue, la dualidad de Tláloc. Ella se ocupa de las aguas en lagos y corrientes de agua. Esta pareja tiene un significado importante entre los mexicas. Son ellos dos los que van a apoyar la creación de dos soles o eras: Tláloc a Tezcatlipoca, creando el Tercer Sol (Nahui Quiahuitl o cuatro lluvia) y Chalchihuitlicue a Quetzalcoatl para crear el Cuarto Sol (Nahui Atl o cuatro agua), y de esa forma completar los cuatro soles o eras que vivieron los antepasados mexicas.
Las crónicas que refieren los hechos que tienen que ver con los sacrificios de infantes, no han podido ser comprobadas cabalmente, ya que durante los trabajos de investigación arqueológica que se han llevado a cabo, no ha sido posible recuperar ninguna evidencia de sacrificios, sobre todo de restos óseos, que permitan aseverar lo dicho por Fray Diego Durán:
“llamaban el mesmo cerro de este idolo (tlaloc) a un cerro alto que está en términos de Coatlinchan y Coatepec. Y por lo que más probablemente podemos creer es que la sierra tomó del ídolo el nombre, porque como en aquella sierra se congelan nubes y se fraguan algunas tempestades de truenos y relámpagos y rayos y granizos, llamáronla tlalocan que quiere decir lugar de tlaloc. En este cerro, en la cumbre de el, había un gran patio, cercado, de una bien edificada cerca, de estado y medio (del llamado tetzacualco), muy almenada y encalada, la cual se divisa de muchas leguas. A una parte de este patio estaba edificada una pieza mediana, cubierta de madera, con su azotea, toda encalada de adentro y de afuera. En medio de esta pieza, sentado, tenían al ídolo tlaloc, de piedra. A la redonda de él había cantidad de idolillos pequeños, que lo tenían en medio, como a principal señor suyo, y estos idolillos significaban todos los demás cerros y quebradas que este cerro tenía a la redonda de sí” (sic).
(Fray Diego Durán, Lib I, Cap VII, t.6:82)
“Y llegados ahí delante de la imagen del ídolo tlaloc mataban aquel niño de seis o siete años, dentro en la litera que nadie no le veía, al son de muchas bocinas y caracoles y flautillas. Mataban este niño los mesmos sacerdotes de este ídolo” (sic).
(Fray Diego Durán, Lib I, Cap VII, t.1:83ss)
Con respecto a los sacrificios, se observan en muchos lugares que para la gente de estas sociedades eran importantes en su cosmovisión (juegos de pelota, templos, montañas, etc.). Lo que sí sabemos es que los europeos nunca vieron un sacrificio humano, solamente se los platicaron y ellos lo relataron. Por eso, en las crónicas de estos personajes que se dedicaron a preservar la memoria, jamás comentan que ellos lo hayan visto. Esa parte hoy ha causado polémicas entre grupos que defienden que en Mesoamérica, con el afán de defender los grandes aspectos filosóficos por los que se regían los antiguos mexicanos, aseguran que no hubo tales sacrificios. La evidencia arqueológica, en muchas formas, nos documenta que sí existieron esos sacrificios. De eso no hay duda. En alguno de los tema está planeado hablar del juego de pelota y ahí veremos estas prácticas.
Tenemos entonces que el Monte Tlaloc, es un marcador astronómico, pero también un espacio para ofrendar a individuos, para obtener favores de sus deidades, en beneficio de la sociedad, al solicitar abundancia en la cantidad de agua, para así obtener resultados exitosos en sus cosechas.
Las peregrinaciones que se hacían en tiempos prehispánicos, hoy las continúan las comunidades que residen en las inmediaciones del Monte Tlaloc, y normalmente con la misma intención, aunque también se puede ascender para otro tipo de peticiones.
En la siguiente imagen, tenemos la correlación del calendario mexica y el gregoriano, en donde notamos cómo es que van relacionando todo a través de la agricultura.
Podría pasarme horas y días enteros, y no acabaría de transmitirles todas las experiencias, en varias de las montañas sagradas para los antiguos mexicanos en las que tuve oportunidad de estar. Puedo mencionar algunas, en donde, aparte de hacer recorrido de superficie para detectar elementos importantes, me deleite con la tranquilidad y los bellos paisajes que pude observar. Ellas son: Monte Tlaloc (4,125 msnm); La Iztaccihuatl, (a 5,286 msnm y en donde una ocasión no me permitió ascender, por el fuerte viento que empezó a hacer, y justo cuando empezamos a descender, se retiró. Celos de mujer, diría yo); El Xinantecatl (Nevado de Toluca con 4,558 msnm), El Citlaltepetl (Pico de Orizaba con 5,636 msnm, la más alta de México), La Matlalcueye (a 4,661 msnm); El Pico del Águila y San Gabriel en la Sierra de Chichinautzin (a 3,929 msnm); La Sierra de Guadalupe (el Fraile y el Chiquihuite a 3,000 msnm en la parte más alta) y muchos otros más. Por gusto y trabajo, donde más ascensos hice fue al Xinantecatl y por trabajo, el Monte Tlaloc.
Ha sido una de las experiencias más emotivas de mi vida, combinar una de mis pasiones, la montaña, con la otra, la arqueología.
Dejo aquí una lista de publicaciones que pueden consultar de fuentes confiables, ya que son investigadores serios.
- Montero García, Ismael, “Atlas Arqueológico de la Alta Montaña Mexicana”, SEMARNAT, México 2004
- Varios. “Los Volcanes de México”, Revista Arqueología Mexicana Vol. XVI, No. 95, ene-feb 2009, Editorial Raíces, México, D.F.
- Loera,Margarita y Ricardo Cabrera, “Páginas en la nieve: Estudios sobre la montaña en México”, INAH-CONACULTA, México, 2007
- Broda, Johanna, “Graniceros: Cosmovisión y meteorología indígenas”, IIA-UNAM, México
Este artículo está dedicado a la memoria de un gran amigo y líder: Ricardo Cabrera. Gracias por tanto conocimiento y tanta montaña que vivimos juntos.
También a los compañeros del RXT: Anahí, Vicente, Alfredo y por supuesto a Thelma y Gerardo, todos, entrañables y queridos colegas.
ACLARACIÓN. El texto de Fray Diego Durán está copiado fielmente del original y es por eso que se notan errores ortográficos.
NOTA: Me parece que un capítulo dedicado a la mitología prehispánica es obligado en esta serie, así que lo iré preparando para una entrega próxima. Existe mucha tela de donde cortar para que la gente se inicie en la Mitología Mexica, impulsando las investigaciones serias y no solo conjeturas vanas.
Nos leemos la próxima semana, que #HablemosDeArqueolgía. Espero sus comentarios al correo que viene más abajo.
#HablemosDeArqueologíaCarlín
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