Los inicios del Siglo XX.
Para retomar un poco de lo que propuse en el anterior capítulo, le recomiendo que vaya a esta liga, para que lo tenga presente y sigamos avanzando.
Ahora sí, entramos de lleno con el último párrafo de ese séptimo capítulo, en el que se abren muchas posibilidades para la investigación arqueológica, la que a mi parecer es una de las más importantes, es la apertura de la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana (EIAEA) en 1911, fundada entre otros por el gran Arqueólogo mexicano, Manuel Gamio, del cual puede saber más, acudiendo a esta liga, parte de esta serie de capítulos.
Aunque la escuela y las investigaciones se vieron un tanto frustradas por el movimiento social armado que se generó en 1910 en México, los esfuerzos no se mermaron, y por el contrario, surgió la primera de las grandes investigaciones arqueológicas, que fue multi e interdisciplinaria y que se publicó en 1922 (la cual puede consultar completa en la mediateca del INAH: La Población del Valle de Teotihuacan.
Muchos arqueólogos que se hicieron a base de ser estudiosos de otros temas, como la historia, la geología, la anatomía, la física, la química, la astronomía, la filosofía y algunas áreas más, fueron los personajes que permearon los inicios de la Arqueología. Eran catedráticos en diferentes áreas, y en cada una destacaron por sus novedosos conceptos. Y por supuesto, muchos de ellos, se hicieron Arqueólogos.
Entre algunos que debo mencionar, están, por supuesto, Manuel Gamio, Alfonso Caso, Ignacio Marquina, Eduardo Noguera, Manuel Romero de Terreros, Jesús Galindo y Villa, Miguel Othón de Mendizabal, Federico Gómez de Orozco, Enrique Juan Palacios, entre muchos más. Todos ellos conforman una lista muy extensa de gente de buena posición económica, principalmente, pero que tenían alma de viajeros, aventureros y además, de relatores de lo que iban viviendo; como se acostumbró en el Siglo XIX y los inicios del Siglo XX. La Arqueología entonces, era meramente descriptiva; faltaban todavía algún tiempo para que se convirtiera en analítica e inferencial. Aunque ya se empezaba a dar con el estudio de Gamio en Teotihuacan.
Uno de los personajes, que en lo particular admiro mucho, es un personaje muy singular, del que alguna vez tuve oportunidad de hacer una investigación profunda de él y de su trabajo arqueológico, literario y matemático. Me refiero a Enrique Juan Palacios, quien me cautivo, en primera instancia, por un magnífico libro en el que relató acerca de las tierras de la Selva Lacandona, y que se titula “En los confines de la selva Lacandona”, publicado en 1928 por la recién estrenada SEP (Secretaría de educación Pública, y que puede descargar gratuitamente en la liga que dejo en el título.
Entre las investigaciones que nos dejó Juan Palacios, destacan: “Estudios Matemáticos a la Piedra del Sol”; “Hueyalteptl”; “La fundación de México Tenochtitlan”; “¿De dónde viene la palabra México?”; “Los petroglifos de Xilitla”; “Exploraciones en Tuzapan y zonas comarcanas”; “Más gemas del arte maya en Palenque”; “La máscara preciosa del museo y un nuevo libro del arqueólogo Saville”, y otra veintena de obras que se atribuyen a este excepcional personaje. Hasta 2017, la colega arqueóloga, Haydeé López Hernández, reivindica la importante figura de Enrique Juan Palacios, con el libro “Los estudios histórico-arqueológicos de Enrique Juan Palacios”, que puede encontrar en las librerías del INAH, y en algunas otras especializadas.
Estimado lector, espero sus comentarios al correo que viene más abajo. Nos leemos la próxima semana, que #HablemosDeArqueología.
NOTA: Todo lo aquí expresado, es producto de investigaciones formales, realizadas por varios profesionales, principalmente de la arqueología, así como de otras áreas académicas formales, con el afán de complementar el conocimiento aquí vertido. Las imágenes mostradas son extraídas, en su mayoría, de la revista Arqueología Mexicana y otras, tomadas del internet.
Cada artículo e imagen en estas crónicas, no tiene intención de dañar NI ofender ninguna posición política o religiosa. Son opiniones meramente científicas.
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