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martes, abril 23, 2024

“Andrés dio la instrucción de que…”

Ha sido como una lluvia de navajas de rasurar; como soltarlas sobre un estadio lleno de gente desnuda. Con ese tacto, con ese tino, con ese tono. Y, claro, los molestos se cuentan por miles. Y, claro, se cometen injusticias.

Las peores formas, hasta donde me entero (y no me entero de todo, por supuesto), han sido en la Secretaría de Cultura. Una bofetada, y a la calle. De manera vulgar y de forma extendida: así me lo describen. Cualquiera podría imaginar que es Pol Pot el que llega al poder, excepto que este país no es la Camboya de aquellos años y vivimos en una democracia.

Se me vino Pol Pot a la cabeza cuando me contaron, esta semana, distintos episodios de despidos en el sector público federal en los últimos dos meses.  No se cuidan las formas y, al final, no se cuida al Presidente de México, que es el que generó el tsunami y mantiene lo vivo, con 16 horas de trabajo al día. Es un “quítate, corrupto; presenta tu renuncia y lárgate”. Y está pasando a nivel municipal y estatal; y ha pasado a nivel federal, mucho.

Insistiré en que no hay la más mínima intención de cuidar a Andrés Manuel porque de hecho usan a Andrés Manuel: le echan la culpa a él, lo ponen por delante.

–El Presidente agradecería muchísimo que renunciaras –le dijeron a un director que no voy a identificar.

Y no lo voy a identificar porque no es necesario. Son muchos los verdugos, y son muchas las cabezas de servidores públicos que han rodado. Ha privado la falta de elegancia. Y algunos han usado al Presidente como escudo. “Andrés dio la instrucción de que…”. Conozco dos casos en los que ese “Andrés dio la instrucción” no era necesario tampoco necesariamente verdad. Desgastan los bonos que se ganó el Presidente. Lo desgastan a él.

Mucha de esa gente que han menospreciado y que creen que es desechable, no es desechable. Es gente con distintos niveles de influencia y, hasta por dignidad, operará en contra del Presidente.

Ahora mismo no, pero ese despotismo tendrá consecuencias. Siempre las tiene. Exactamente así se comportaron durante la administración de Peña: déspotas, prepotentes, marrulleros. Y pregúntenle a Peña el resultado de equipos que son déspotas y marrulleros.

***

Dos asuntos. El primero: se entiende que hay que ajustar la estructura burocrática, obesa y caótica, que dejaron tres gobiernos desordenados y derrochadores. Sólo que el recorte no debería ir acompañado con majadería. Cito a Andrés Manuel, por si hiciera falta: “Son los de arriba, no los de abajo”. Pero los de arriba ya se fueron y ahora una parte de los de abajo se tiene que ir, como pasa cada seis años. Pero, ¿quién dice que tiene que ser a patadas?

El segundo asunto: sí, cité a Pol Pot. No lo pude evitar. No comparo este gobierno con el Khmer Rouge, por supuesto, porque no lo es. Pero la Historia nos gotea lecciones.

Cuando empezaron las purgas en Camboya por el triunfo de Pol Pot, la idea de los vencedores era limpiar al país hasta la médula; provocar un cambio cultural y borrar, con lejía, un pasado lleno de oprobios.

Los rojos, entonces, pintaron en las paredes una leyenda que jamás se va a olvidar: “Que la memoria sea nuestra enemiga”.

Y para borrar la memoria, se fueron contra los maestros. Quemaron libros y se les envió, en masa, a los campos de exterminio. Sí, para entonces había ya campos de concentración, fusilamientos masivos. (Insisto: no es eso lo que advierto aquí, en México. Uso el ejemplo para rescatar sutilezas).

Entonces tuvieron una idea “genial”: entregar el poder a los niños. Ellos, los puros, los sin-memoria, debían encabezar la “depuración”. Niños armados para arrestar maestros; qué va: niños entrenados para torturar a sus padres y luego fusilarlos, si eso era necesario.

Como es de imaginarse, esa idea depuradora se volvió un genocidio. E insisto, insisto con las palmas hacia arriba, rogando: no comparo el gobierno de AMLO con el Khmer Rouge. Pero, como digo, hay sutilezas que son grandes lecciones de Historia.

No es necesario abusar del poder y golpear a los perdedores. Sobre todo, no debe ser entendido como política de Estado (“Andrés dio la instrucción de que…”) porque pronto se cae en los peores excesos. Primero, porque nunca se golpea a un hombre caído –diría el clásico–: el que se cae, por lo regular, sabe levantarse. Y segundo, porque ninguna transformación se alcanzará, ni aquí ni es ningún otro lado, por la fuerza y sin grandes dosis de elegancia, benignidad y educación.

Alejandro Páez Varela
Alejandro Páez Varela
Periodista, escritor. Director de contenidos en el portal SinEmbargo.mx. Su último libro es “Música para Perros” (2013) pero Alfaguara reeditó en 2014 “Corazón de Kaláshnikov”.

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