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jueves, abril 25, 2024

El bebé que llora en nosotros por la partida

Un bebé centra su manera de encontrarse con la vida sensomotrizmente. Lo que está al alcance de sus sentidos es lo único que en él existe. Si se encuentra frente a su madre, la percibe dentro de esta realidad perceptual.  No existe para el bebé la posibilidad de una realidad afuera de su percepción sensomotriz. Cuando la mamá se mueve de lugar y ya no está dentro de su marco de percepción, el bebé siente su ausencia como un vacío. Ausencia total de ella. Llora.

El pequeño bebé, no posee aun el desarrollo de una inteligencia que le permita comprender que existen objetos y personas afuera del ámbito de la percepción que le proveen sus sentidos en su espacio inmediato. Algunas veces lo que hace la madre para evitar su llanto es hablarle mientras se mueve de lugar.  El niño al escucharla percibe su presencia y se tranquiliza.

El bebé llora por la ausencia de su madre. Su madre está en la habitación contigua. Paradójicamente tan cerca y a la vez inexistente ante sus sentidos. Desolado y agotado por un llanto que si continuara un momento más lo haría desfallecer. Y aun en contra de los pronósticos que ese bebé haría si tuviera la capacidad de vaticinar. Es vencido por el sueño. La existencia de una confianza vital en sí mismo, que aún no advierte, lo envuelve y lo salva.

Todos nosotros pasamos por esta situación en nuestra vida.

Al morir una persona querida surgen situaciones que asemejan esta escena primaria. Hemos estado asidos a la presencia de esta persona en nuestra vida, la sabemos dentro de nuestro campo perceptual de personas que se encuentran vivas. Ante su muerte, el golpe de su ausencia se llena de vacío, el vacío que estaba lleno de su vitalidad.

Así como es para este bebé que es guiado por su brújula interna hacia el descanso y la armonía. Lo queramos creer o no esta confianza vital sigue siendo nuestra: lo que hace que alguien sea importante para nosotros es el amor y cercanía que sentimos en nuestro adentro por esa persona. Afuera las circunstancias pueden cambiar. El amor, como energía que nos conjunta, proviene de nuestro adentro. De esta manera fue para nuestros padres y los padres de nuestros padres, así es para nosotros y así será para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. Este es un principio radical y total de la existencia. En este sentido las cosas no cambian.

Cada uno de nosotros siente la ausencia de la persona amada que ha fallecido. A veces más tarde que temprano o más temprano que tarde, regresamos a la realidad arrolladora del amor que ha existido y sigue existiendo por la persona que partió. Entonces dormimos tranquilos. Nos permitimos a nosotros mismos soltar a la persona que amamos y dejar que continúe en nosotros su propio camino.

Ricardo Solórzano Zínser
Ricardo Solórzano Zínser
Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, con estudios de Maestría en Psicoterapia Gestalt en el Instituto de Terapia Gestalt Región Occidente. Se dedica a la atención psicoterapeutica, es facilitador de proceso de desarrollo humano en instituciones gubernamentales, no gubernamentales y docente en el Departamento de Educación de la Universidad de Guanajuato impartiendo en la Maestría en Desarrollo Docente, y en el Departamento de Matemáticas de esta misma institución.

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