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domingo, junio 4, 2023

Somos polvo de estrellas

Me encontraba manejando y llevaba prisa, llegué a una esquina me detuve justo detrás de un auto camioneta pickup, el conductor esperaba incorporarse  igual que yo en la misma avenida, observé a los vehículos que se aproximaban por dicha avenida y se hallaban a una distancia que supuse adecuada para que ambos pasáramos, entonces aceleré hasta el fondo mientras miraba a los coches que se acercaban en el cruce,  y,  pumm… por no decir santo chingadazo, diré tremendo golpazo el que le di a mi vehículo, sí, al mío porque el daño que tuve fue de pérdida total, ustedes se preguntarán qué daños tuvo la camioneta que iba al frente con la que me estrellé, la respuesta es ninguno; la dureza de la defensa de ese auto en contraste con la de un vehículo marca TIIDA es inmensa, después de pedirle disculpas al conductor y cerciorarnos que ambos estábamos bien, observamos el percance, la única huella que la defensa de su coche tenía era un pedazo de pintura que desprendí con mi pulgar e índice como si se tratara de recoger un cabello, en el pavimento quedaron algunos restos de mi  vehículo, me llamaron  la atención dos cosas, el color amarillento del líquido anticongelante del radiador roto que me recordaba los momentos de pánico extremo en los que las personas podríamos involuntariamente orinarnos, si le diera a este vehículo una calidad de ser vivo, comenzaría por reconocer su servicio durante 13 años con un kilometraje equivalente a recorrer diez vueltas al planeta tierra, y en el momento del accidente lo vería agonizante y sin control de esfínteres, la otra cosa que se encontraba sobre la calle era polvo, polvo de vehículos.

Al día siguiente caminé por el mismo lugar donde había sido el percance, me llamo la atención que en ese lugar sólo quedaban las manchas amarillentas sobre el pavimento que recordaban el incidente, pensé en el resto del líquido anticongelante ya evaporado por el fuerte calor y transformado en las nubes que serán  parte de la próxima  lluvia, justo en esa noche la lluvia se precipitó de lo lindo, no pude dejar de considerar el poder de este planeta para transformar el agua de anticongelante en agua potable, estamos de acuerdo ustedes y yo en no tomar líquido anticongelante aunque sea el último resto de líquido que nos quedé en el desierto, pero que tal la lluvia que se precipita en medio de la brutal sed, abriríamos como lagartos nuestra boca para recibirla.

El polvo que quedó como resto del accidente simplemente voló, somos polvo de estrellas, esta frase pronunciada por Carl Sagan no es una expresión meramente poética, nos dice que somos polvo de estrellas porque nuestros átomos y el de todas las cosas que nos rodean están hechos de los desechos de estrellas antiguas que murieron en el pasado remoto del universo, así como ustedes y yo provenimos de nuestros bisabuelos, tatarabuelos y de las personas que más atrás les antecedieron y esos cuerpos están materialmente hechos polvo, seguramente transformados en cualquier otro elemento en este planeta tan prolifero.

Una faceta espléndida del poder de este universo es la cualidad constante de expansión y transformación que posee, si nos asomamos a la concepción hindú del concepto de dios, que por cierto no le andemos buscando a ésta un sustento científico como el que se emplea para definir las cosas “objetivas”, las cuales pretendemos que se puedan medir o pesar para entonces considerarlas válidas, olvidemos esto por un momento para observar la relación entre una concepción sustentada en ciencia y otra relacionada con la creencia de dios, desde el hinduismo se plantean tres aspectos de la divinidad, la primera es su faceta como generador, la segunda de operador y la última como destructor, muy similar a lo planteado por los físicos y astrónomos en cuanto a que este universo proviene de una Gran Explosión (Big Bang) en donde surge y se expande, posteriormente vivimos un segundo periodo donde el universo opera y sucede; apareciendo la infinidad de aspectos  y acontecimientos  de la existencia, en este sentido cobra para nosotros especial importancia el hecho de que en un extremo recóndito de una galaxia y entre millones de galaxias surgiéramos nosotros como seres humanos, consideremos que en esta región del universo y por lo menos a una distancia estimada en miles de años luz, no hay planeta como el nuestro con condiciones similares en que pudiera existir vida y consciencia, seres con los que pudiéramos interactuar, en realidad pareciera que esto no tiene la menor importancia ya que nuestra capacidad como humanidad para vincularnos e interactuar armónicamente no son para presumir, por supuesto existen seres humanos excepcionales, además de que muchas personas no salen de sus casas pensando a quien le van robar y de quién se van a aprovechar en este día, lo que es claro es que el  consumo es el sello común de la humanidad y la ansiedad es el movimiento que nos lleva a todos lados menos hacia el lugar llamado “aquí” y al tiempo denominado “ahora”, pero bueno, esta es otra historia, la última faceta del universo a la que los científicos hacen alusión es la  Gran Implosión del universo, teoría del Super Crunch, en la que se plantea que el universo entrará en una etapa de desaceleración en cuanto a su expansión, para tornarse hacia una gran implosión o regreso de la que quedará una reducción al núcleo de lo que originalmente fue la Gran Explosión.

Entonces, desde la cosmovisión hindú, este proceso se puede concebir como la gran respiración de Dios: cuando expira entra en su faceta de creador (Superbang) dándose en la forma de todo el universo y cuando inspira (Supercrunch) se atrae hacia sí mismo retomando toda su creación, luego transcurre un periodo de inexistencia para nuevamente repetirse el proceso, porque es así, pues por puro gusto, de la misma manera que ustedes y yo inspiramos y expiramos una y otra y otra vez, desde esta idea el universo se ha creado y destruido infinidad de veces, entre si son peras o manzanas la realidad es que la vida aquí está, un aliento por vez y si durante este tiempo de existencia si lo aprendemos a conocer y apreciar, seguramente tomaremos lo mejor de la vida y en una de esas tantas respiraciones nuestras hasta agradecidos nos veríamos.

Ricardo Solórzano Zínser
Ricardo Solórzano Zínser
Psicólogo egresado de la Universidad Autónoma Metropolitana, con estudios de Maestría en Psicoterapia Gestalt en el Instituto de Terapia Gestalt Región Occidente. Se dedica a la atención psicoterapeutica, es facilitador de proceso de desarrollo humano en instituciones gubernamentales, no gubernamentales y docente en el Departamento de Educación de la Universidad de Guanajuato impartiendo en la Maestría en Desarrollo Docente, y en el Departamento de Matemáticas de esta misma institución.

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