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domingo, abril 28, 2024

Idiotas y muros

Qué podrá ser más triste, que haya muerto el hombre que señalaba y escarnecía a los idiotas, o seguir escuchando las estupideces de otro que planea construir muros cuyo costo debemos pagarlo los mexicanos. Y es que el espectáculo de Trump es tan vergonzoso que hasta el vicepresidente Biden aprovecha su visita a México para disculparse.

Sé que debemos ser tolerantes y conscientes de que Trump es un hombre de negocios, lo que en términos contemporáneos no debería significar que fuese ignorante, pero lo es. Y además, su soberbia lo empuja a convertirse en político, lo que también en términos contemporáneos no debería reforzar su desdén por la cultura y los libros, pero lo hace. De otra manera, aprendería de las lecciones de la historia: los muros, así como los eslogans propagandísticos del tipo “No pasarán”, son de pésimo agüero.

En el siglo IV después de Cristo, los romanos, que en Europa Oriental compartían una frontera igual de vasta que la méxico-estadounidense, poco pudieron hacer, aún con los miles de legionarios veteranos y sus fortificaciones, para contener a las tribus germanas. Los mejores esfuerzos iniciales consistieron en romanizar a la población que ingresaba por millares desplazada por los hunos. A pesar de ser físicamente diferentes y culturalmente considerados inferiores, los romanos trataron de utilizarlos contra la amenaza que veían venir desde Asia Central; los integraron al ejército donde fueron esenciales, por mencionar un caso, al momento de repeler a Atila en los Campos Cataláunicos, donde el Azote de Dios tuvo que batirse en retirada.

Estos desplazamientos a lo largo de varios siglos siguen generando polémica a casi dos milenios de distancia. Los italianos siguen llamándolas “las invasiones bárbaras”, mientras los descendientes de los germanos las conocen como “la migraciones de los pueblos” (Völkerwanderung). Aunque fueron relativamente pocos los momentos de convivencia pacífica, las tribus germánicas de paso por Roma asimilarían su cultura y la ayudarían a sobrevivir. La gramática de la lengua alemana, por ejemplo, es casi la misma del latín. Del antiguo imperio perviviría el modelo de civilidad anhelado por los descendientes de estos bárbaros romanizados que resurgirían con Carlomagno o Federico Barbarroja, en occidente, o con el imperio Bizantino en el oriente.

Otro ejemplo fallido de cerrar las fronteras lo constituye la más monstruosa construcción de la historia de la humanidad que, por cierto, es mencionada por Donald Trump en sus discursos. La Gran Muralla fue incapaz de detener a Genghis Khan quien la superó sin mayores dificultades en 1211. Él y sus sucesores controlaron China durante más de dos siglos y medio. Curiosamente, al ser expulsados sus descendientes en 1368 e instaurarse la dinastía Ming, la muralla vuelve a ser reforzada hasta alcanzar dimensiones y calidades nunca antes vistas. Más que un arma de defensa constituía un elemento disuasorio, cuando todavía no se disponía de bombas atómicas. A pesar de ello, vuelve a permitir la entrada de una dinastía extranjera del otro lado del muro; los manchúes que reemplazarían a los Ming en 1622. Y no tuvieron que luchar para atravesar la muralla, fueron invitados para luchar en revueltas intestinas, y se quedaron hasta los inicios de las revoluciones antimonárquicas a comienzos del siglo XX. Ahora la Muralla, abandonada en su mayor parte a las inclemencias del tiempo, sólo sirve para hacer bonitas fotos, conciertos memorables y sacarle unos dólares a los turistas.

Y quizás para no traer ejemplos tan antiguos que aburren a los hombres de negocios, podríamos hablar del muro de Berlín y la frontera entre las dos Alemanias, (más de un 1.500 kilómetros de vallas, fosos y alambradas) la Línea Maginot o la frontera entre las dos Coreas, todas estas desperdicios de recursos humanos y materiales que cayeron (o caerán) finalmente porque, como sucede generalmente con este tipo de proyectos, no abordan el problema desde la raíz: el motivo de los flujos migratorios. Con los muros se busca distraer la atención de los verdaderos problemas, la creciente ineficiencia en la administración de los recursos públicos, la pobreza y devastación que causan las guerras, los gobiernos corruptos y, cada vez con mayor frecuencia, el cambio climático.

Umberto Eco sabía hacernos reír con esas contradicciones de la historia, con Trump podría darse una muy irónica: que una dupla de bárbaros romanizados (Cruz y Rubio) lo saque de la carrera por la presidencia del imperio.

Comentarios a mi correo electrónico: panquevadas@gmail.com

Jaime Panqueva
Jaime Panqueva
Escritor, economista, promotor cultural, puericultor, amante de la ópera y de los tacos de montalayo. Este colombiano-mexicano afincado en Irapuato escribe ficción histórica, crónica, artículos periodísticos, entre otras curiosidades.

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