- Publicidad -
jueves, abril 25, 2024

Importancia de los primeros 1000 días de vida

¿Por qué son tan importantes los primeros mil días de vida? Los cambios que ocurren desde la concepción hasta los dos años de edad, representan una ventana crítica para la evolución, crecimiento y desarrollo. Así, los 270 días que dura el embarazo, más los 365 días del primer año de vida, más los 365 días del segundo año de vida, suman los primeros 1000 días en los que a través de diversos estímulos podemos realizar una pre-programación para la protección o desarrollo de ciertas enfermedades en el transcurso de la vida.

Los factores que condicionan de forma importante las capacidades del individuo son: la nutrición, el entorno físico y la salud emocional, todos ellos indispensables para el óptimo desarrollo del ser humano. Las acciones de salud desde la etapa preconcepcional y en los primeros mil días de vida, permiten fomentar hábitos perdurables que permitirán el máximo potencial del individuo, de manera que los daños ocasionados en estos primeros mil días tienen consecuencias difíciles de revertir, por lo que la prevención es fundamental.

La alimentación desde la etapa preconcepcional y concepcional permite encender o apagar genes que representarán riesgo de enfermedades para el individuo en gestación no sólo a corto plazo, sino en la edad adulta, a este proceso se le llama programación fetal; de ahí la importancia de una adecuada nutrición en la edad fértil tanto en hombres como mujeres. Diversos agentes, como la dieta de la madre, la exposición a ciertas hormonas, estrés y tabaco se ha relacionado con enfermedades cardiovasculares, a su vez relacionadas con obesidad, síndrome metabólico en la edad adulta, enfermedades respiratorias, cáncer y algunas enfermedades psiquiátricas.

A partir de que nace el bebé y durante sus próximos seis meses, su alimentación se vuelve la principal determinante del crecimiento, siendo la leche materna el único alimento capaz de brindarle los nutrimentos necesarios para su óptimo desarrollo y fortalecimiento de su sistema inmunológico, disminuyendo el riesgo de diarreas, neumonía, alergias alimentarias, infecciones urinarias y obesidad entre otras.

Por lo anterior, el fomento de la lactancia debe ser tarea de todos, pues favorece una niñez y adultez más sana, lo que trae como consecuencia seres humanos “mejor programados” para incorporarse a la sociedad. Es responsabilidad del personal de salud que tiene contacto con la embarazada brindarle información y herramientas que le permitan iniciar y mantener con éxito la práctica de la lactancia de forma exclusiva durante los primeros seis meses de vida del bebé y una vez iniciada la alimentación complementaria mantenerla hasta los 2 años o más siempre.

En esta etapa, la alimentación de la mujer lactante continúa siendo importante, pues la composición de la leche materna está influenciada por su dieta, siendo que algunos nutrimentos como la vitamina A, B6, B12, C, Selenio, Yodo, ácidos grasos Omega 3 (alfa-linolénico) y 6 (linoleico), entre otros, se modifican en función de la ingesta por parte de la madre.

El momento y tipo de alimentación para iniciar la introducción de alimentos diferentes a la leche es otro punto importante para la salud, alteraciones en esta etapa predispone el desarrollo de alergias, obesidad y diabetes. La alimentación complementaria no se trata sólo de “qué y cuánto darle de comer”, sino de desarrollar el gusto y palatabilidad, pues son base para una alimentación saludable a corto, mediano y largo plazo, por eso permitir al niño experimentar diferentes olores, sabores, texturas, favorece la aceptación y variabilidad de alimentos y predispone un mejor estado de salud.

En la incorporación del niño a la dieta familiar se debe prestar atención en la implementación de hábitos alimentarios adecuados, pues los hábitos que se adquieren en las etapas tempranas de la vida perduran en la vida adulta. Sin dejar de lado la estimulación apropiada a la edad del niño y el entorno afectivo, pues todos estos factores permiten un desarrollo cerebral adecuado y crea las bases de seguridad y confianza que generarán beneficios individuales y colectivos a largo plazo.

Lamentablemente, los cambios en el estilo de vida de la población, la publicidad engañosa, legislaciones carentes de protección a la madre y al hijo, entre otras, condicionan el estado de salud físico y mental de la madre y el hijo, lo cual no favorece el óptimo desarrollo del ser humano ni la dinámica familiar. El desarrollo en la infancia es un proceso multidimensional donde el progreso en cualquier área frecuentemente está relacionado con el avance en otras y la alteración durante las etapas tempranas está vinculada a un retraso en el desenvolvimiento físico y cognitivo.

Podemos concluir que el reloj de los mil días no se puede reiniciar y debemos ser visionarios para mejorar la calidad de vida de los niños de manera oportuna, las intervenciones en los primeros mil día de vida permiten la disminución en la mortalidad y desarrollo de enfermedades, aumenta el desarrollo cognitivo, motor y socioemocional, mejoran las habilidades sociales y de aprendizaje, permiten el máximo crecimiento, reducen riesgo de obesidad y enfermedades crónico-degenerativas, y todo ello incrementa la capacidad de trabajo y productividad, lo que se traduce en mayores posibilidades de tener una vida saludable y productiva en el futuro, fortaleciendo lazos familiares y con la comunidad.

 

Susana Escalante Guerrero.

Miembro del Colegio de Nutriólogos de León. Licenciada en Nutrición y Maestra en Investigación Clínica por la Universidad de Guanajuato. Diplomada en Nutrición Materno-Infantil por el Centro de Investigación y Educación en Nutrición de Colombia. Asesora de Lactancia por la Asociación Pro-lactancia Materna.

ÚLTIMAS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS

LO MÁS LEÍDO