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viernes, marzo 29, 2024

Italia postelectoral: embestida neofascista e izquierda al abismo

Independientemente de los resultados de la elección general parlamentaria del 4 de marzo y, sucesivamente, de la coalición que se conformará para darle el encargo al Primer Ministro en Italia, hay algunas consideraciones que vale la pena asentar para entender las piezas clave y las novedades en el tablero político italiano.

Pero, antes de pasar a los detalles, hay que aclarar que ninguna coalición de partidos o partido individualmente ha conseguido el 40% de los votos, porcentaje que les habría permitido tener un premio de parlamentarios y formar un gobierno estable. Así que ahora se abren consultas, dirigidas por el presidente de la República Sergio Mattarella, para ver si es posible que dos o más partidos, que juntos cuenten con más del 50% de los escaños en la Cámara y en el Senado, se pongan de acuerdo para establecer una mayoría y llevar a cabo un programa.

Por otro lado se registra el triunfo de fuerzas políticas anti-europeas y de tendencia neofascista y xenófoba, así como el fracaso de las izquierdas, especialmente de las que han estado gobernando en estos años, como el Partido Democrático (PD) y sus escisiones a la izquierda (Liberi e Uguali). La aparición de ataques terroristas neofascistas, de prácticas intimidatorias, de un discurso anti-migrantes y anti-euro, de coqueteos políticos transversales y de compromisos por parte de los medios de comunicación con las nuevas derechas antidemocráticas y neofascistas, con grupos como Forza Nuova y Casa Pound, tiene detrás el escenario de una (ya vista) alianza oligárquica del capital y de sectores de las élites en su fase de suprema crisis.

Hay quien habla de un cambio de época. El partido que, sin estipular alianzas, era favorecido en las encuestas (y hoy es el primer partido con casi el 33% de las preferencias a nivel nacional) es el Movimiento Cinque Stelle del cómico Beppe Grillo, el cual cuenta con lugartenientes como el candidato a Jefe de Gobierno, Luigi Di Maio, y la controvertida alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, quien estuvo recientemente en la CDMX para un encuentro de homólogos sobre ciudades sustentables.

Nacido como formación anti-sistema, supuestamente post-ideológica, “ni de izquierda ni de derecha” y anti-casta política, ya lleva 5 años en el Parlamento y no ha podido fomentar los grandes cambios éticos y legislativos que había prometido, pues la casta gobernante sigue allí con sus privilegios más fuerte que nunca y el Movimiento, más bien, se ha integrado al sistema y a la repartición del pastel.

Hay una posibilidad de que el presidente de la República dé a Di Maio el encargo de formar un nuevo gobierno, acordándose a la derecha con la Lega Nord de Salvini o bien a la izquierda con el Partido Democrático, el gran derrotado de estas elecciones. Es en el sur del país en donde el Movimiento 5 Estrellas arrasó, más allá de las expectativas.

La coalición que, en conjunto, ha conseguido más votos (37%, pero con 3 partidos) y podría ser pivote del futuro gobierno es de derecha: la integran el sempiterno empresario seudo-liberal, conservador y transformista Silvio Berlusconi, con su partido walking dead Forza Italia, la neofascista champagne Giorgia Meloni, con el partido heredero de la derecha social, Fratelli d’Italia (que consiguió algo más del 4%), y el líder de la Liga Norte, el joven xenófobo Matteo Salvini, quien ha sido uno de los vencedores en las urnas siguiendo el modelo del Frente Nacional de Le Pen en Francia: impulsó el giro nacional-soberanista y racista del partido que, hasta hace pocos años, luchaba más bien por la secesión del norte de Italia y la moralización de la vida política. La Liga ganó abrumadoramente en el norte y hasta conquistó escaños en el centro y sur del país, superó con más del 17% de los votos a Forza Italia (que se quedó al 14.5%), volviéndose así el centro de las derechas italianas y un partido con presencia casi-nacional que ha sabido cabalgar y suscitar una ola de intolerancia y terror social.

Además, Salvini acababa de recibir, poco antes del voto del 4 de marzo, el embarazoso apoyo de las formaciones que encarnan el fascismo del siglo XXI, como Forza Nuova, del otrora terrorista Roberto Fiore, y Casa Pound, cuyo gurú es Gabriele Adinolfi, quien fue fundador, en los setenta junto a Fiore, del movimiento extremista Terza Posizione. En los últimos dos años estos partidos, ilegales según la Constitución y la ley italiana pero tolerados hasta la fecha por el sistema judiciario y político, han sido objeto de la curiosidad cómplice de muchos medios de comunicación que, quizás con la ilusión de poderlos “normalizar”, han invitado a sus líderes a presentar sus idearios en televisión, legitimando su presencia en el escenario político, aunque mantengan toda su carga de racismo, mentiras históricas, rechazo a la democracia, adoctrinamiento de miles de militantes y violencia (véase mapa de ataques neofascistas). Aunque los dos grupos neofascistas cuenten poco en términos de votos (menos del 1.5% del total, juntos) están teniendo mucha presencia mediática y son parte de un fenómeno complejo y preocupante de oleada reaccionaria extrema, sobre el cual supieron montarse la Liga Norte y Fratelli d’Italia de Giorgia Meloni.

El prestigioso semanario italiano L’Espresso, que por sus reportajes ya sufrió graves ataques neofascistas, así describe sus incoherencias: “Dios, patria y familia. Pero también restaurantes, tiendas de ropa, joyerías, peluquerías, franquicias de correos privados, escuelas de idioma, empresas constructoras, misteriosos trusts y alguna extraña compañía en paraísos fiscales. Detrás de la fachada oficial de los fascistas del tercer milenio se esconde una galaxia empresarial que de Italia llega a Francia y Reino Unido, pasando por Chipre y la Rusia de Putin: una multinacional negra en que los ideales de pureza del viejo régimen fascista se entretejen con las más actuales exigencias de la economía de mercado, con algunas consecuencias embarazosas”.

Este clima propició el 3 de febrero un atentado terrorista en la ciudad de Macerata, cuando el militante de la Liga Norte Luca Traini, quien se declaró neofascista, hirió con su pistola a seis africanos para “vengar” el asesinato de Pamela Mastropietro, del cual son acusados ciudadanos de Nigeria. Las derechas justificaron o apoyaron su gesto por fines electorales y la policía se dedicó a reprimir las grandes manifestaciones antifascistas que se armaron en decenas de ciudades.

En las campañas redundó la demagogia. Los temas repetidos hasta el cansancio se han relacionado con los migrantes, culpados por casi todos los partidos de ser el gran mal de la sociedad, al “importar enfermedades” (sic) y delincuencia, y de la economía, al crear supuestamente desempleo y bajos salarios. En realidad, en 2016 y 2017 los flujos migratorios no han representado un problema, ya que Italia tiene una población extranjera total bastante menor que las otras grandes economías de la Unión Europea como Alemania, España o Francia, y además los índices criminales de alto impacto tocaron su mínimo en estos años, así que el país no ha tenido tanta seguridad como ahora pero tampoco tanta demagogia y retórica anti-migrantes como ahora.

Los medios no cumplen con su función de informar crítica y adecuadamente y la mayoría de los partidos adopta un discurso bajo y miserable contra los excluidos y los foráneos, con tal de no reconocer el fracaso del modelo neoliberal de austeridad, recortes sociales y limitación de derechos impuesto a los ciudadanos. Si bien es cierto que, debido a la crisis estructural y la tergiversación política, la pobreza se cuadruplicó y el PIB sigue estancado tras la crisis global de 2007-09, es más fácil echarle la culpa a factores externos y a los migrantes.

Sobre ellos se dirigió la “mano dura” del gobierno para parar los flujos en el Mediterráneo, reforzando los campos de concentración en Libia, los acuerdos con facciones políticas y policiacas de ese país, que está en guerra, y los planes de “cooperación” y militarización de sus lugares de procedencia en África centro-occidental: así, el actual Primer Ministro Paolo Gentiloni y su Ministro de Interiores, Marco Minniti, se construyeron una fama de hombres fuertes para nutrir sus aspiraciones políticas. Ambos son del Partido Democrático (PD), liderado por el anterior Primer Ministro Matteo Renzi, quien sólo tiene pinta de socialdemócrata, pero se encargó en 1000 días de gobierno de hacer lo que Berlusconi no logró en sus mandatos: una reforma laboral-empresarial de la educación pública y el Jobs Act contra los derechos del trabajo. El PD consiguió el peor resultado de su historia, bajando a menos del 20% (18.7%), sin embargo, Renzi no dimitió, sino que va a esperar a que se forme un nuevo gobierno antes de renunciar, o sea, va a mantener bajo chantaje y secuestrado, otra vez, a lo que queda de su partido en espera de que las aguas se calmen.

De una escisión a la izquierda del PD, se formó hace unos meses Libres e Iguales, un partido socialdemócrata que aspira a ser un contrapeso progresista a Renzi & Co. aunque sus buenas intenciones contrastan con la presencia en sus filas de viejos líderes, como D’Alema y Bersani, que han avalado muchas de las reformas que ahora dicen contrastar. Y eso se pagó: el partido consiguió apenas el 3.4% de los sufragios. Finalmente una alternativa, surgida hace dos meses por iniciativa del centro social (okupa) exOpg Je So’ Pazzo de Nápoles e inspirada en el español Podemos y la France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon, es PAP o Potere al Popolo (Poder Popular), una propuesta que pretende dar voz a los excluidos y nuevos pobres, poniendo al centro la dignidad del trabajo y denunciando su precarización, además de rechazar el discurso anti-migrantes.

Con más de 200 asambleas realizadas en los territorios y más de 50 mil firmas recabadas en una semana, PAP esperaba tener el 3% de los votos para entrar al Parlamento y ser un respaldo institucional de movimientos sociales y sindicales de base opositores del capitalismo neoliberal. En esta primera experiencia electoral, pudo conseguir el 1.1%, pero su lucha va a seguir en los territorios y el 18 de marzo ha convocado una asamblea nacional, pues las urnas eran tan solo un momento de reconstrucción de vínculos, comunidades, luchas desde abajo y perspectivas de futuro que van a tener que elaborarse frente al escenario de derechización, miedo, xenofobia y neofascismo que caracteriza a un país cada vez más polarizado y bajo ataque (desde sus mismas entrañas).

Fabrizio Lorusso
Fabrizio Lorusso
Periodista freelance, profesor e investigador en la Universidad Ibero León. Autor de los libros "NarcoGuerra", "Santa Muerte", "Messico Invisibile" y "La fame di Haiti". Contacto: @FabrizioLorusso – https://lamericalatina.net/

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