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jueves, marzo 28, 2024

La costilla

Ser mujer ahora es serlo como siempre: un objeto dado al hombre.

Nuestra tradición cultivada por el judeocristianismo ha hecho obligado un pensamiento bien anclado en nuestras costumbres: “Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer, porque del hombre fue tomada”. El dios es un hombre que creó a otro hombre a su imagen y semejanza; la mujer fue creada para ese hombre y fue él quien le llamó mujer, “porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre”, “porque Adán fue creado primero, después Eva”.

Usarla por el hombre nomás porque le fue dada es idea fuerza que mueve todos los comportamientos en la familia, en la sociedad, en la criminalidad y, por supuesto, en la cosa pública, la política. Una mujer decente debe estar al servicio de su casa, casa que mantiene el hombre con el sudor de su trabajo; debe, por supuesto, darle hijos para preservar la sucesión (hijos, que no hijas); debe ella permanecer al cuidado de las bendiciones otorgadas por el hombre; no debe abandonar la casa paterna o marital sin permiso y a deshoras. Debe estar sujeta.

Las reacciones agresivas en contra de la igualación genérica causan movimientos belicosos ingentes. Desde siempre, cuando la mujer ha roto la regla se le persigue y castiga por ello. El feminismo y la equidad de género son combatidos violentamente por lo mismo. Y cuando se trata de quitarle recursos a los programas sociales, las mujeres tienen que atenerse por sí mismas. No hay engaño político cuando se ofrece ver primero a los pobres, no a las pobras.

Arturo Miranda Montero
Arturo Miranda Montero
Profesor y gestor asiduo de la política como celebración de la vida juntos.

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