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viernes, abril 19, 2024

La Gatelización del tiempo

Por: María Yolanda García

 

Margo Glantz recomienda “La semana de colores” de Elena Garro para comprender el confinamiento. El cuento narra días de distinto humor o color, con todos se puede platicar: viernes morados y silenciosos llenan la casa de grietas, jueves anaranjados o martes delgaditos, casi transparentes. No es para menos, se supone que existe un orden oficial, el calendario va, el eterno retorno de lo mismo llega puntual con sábados inútiles o domingos lujuriosos pero con la contingencia el tiempo está embrujado, umbroso. Nos mudamos sin querer al relato de Garro donde las semanas vienen incompletas porque los días se van de feria. El tiempo está desordenado, el caos confunde virtudes por pecados y mientras acá andamos, digitales como nunca, observando al tiempo sentado en ruedo esperar su nueva normalidad, en el eterno día de la marmota.

Quisiera augurar el tiempo por venir y temo parecer frívola o poco objetiva. Decir, por ejemplo que en agosto iré al súper sin dejar a mi hijo en la entrada, sin discutir con el guardia que no quiere comprender que no tengo con quien dejarlo. Extraño ver días juntos como arcoíris formando la rutina escolar, preparar el eterno lunch sin variación de menú, la quincena anunciándose con cientos de turistas, las bibliotecas abiertas y a la abuela de visita: extraño todos los pequeños detalles de mi vida que ahora encuentro tan valiosos.  Aunque los de Santa Fe ya dejaron de corear “Cielito lindo” en instagram, queda mucha cuarentena por venir con niños trepando paredes, muchas noches de culpa por ser más afortunados y miles de horas desordenadas en diferentes humores.

Agosto se asoma lejos, tiene cara de promesa pero de esas promesas desesperanzadas con forma de excusa, de esas en las que no se debe confiar porque están cargadas de incertidumbre. No puedo urdir mucho si miro por la ventana, en cuarentena los días desfilan sin falta hacia ningún lado aparente, tan distendidos que terminan por desbordar unos sobre otros, largos y cortos a la vez. Si las palabras ya descompuestas de la rutina empiezan a tener otros significados, quizá mi augurio para agosto es reinventar algo, lo que sea, no importa si en el intento los nombres de los días dejan de servir. En la gatelización del tiempo donde la novela de las siete no cede, vuelvo a mirar por la ventana, platico con miércoles opaco, le sigo la corriente cuando juega a ser jueves y a veces logro hacerlo reír.

 

[1] Escribí la columna apropiandome de los tuits de la escritora Margo Glantz y sus reflexiones sobre el confinamiento.

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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