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jueves, marzo 28, 2024

“La hora más oscura” (2017)

Gary Oldman se luce representando a un Winston Churchill, por desgracia su actuación está representada en una película que no se detiene a cuestionar acciones y más buen tiene la función de darse una palmada en la espalda por hacer lo correcto.

 

Gary Oldman… qué rudos han sido los años contigo, al grado de que te has vuelto un chiste de mal gusto; no por ser un pésimo actor –nunca lo has sido- sino porque en el sacro mundo de las ceremonias, nunca has ganado un premio de la academia. Y sabes cómo la gente le tiene más valor de aprecio a una estatuilla dorada entregada en una ceremonia transmitida por señal de cable que la confianza frente a los miles de críticos de cine que por años han defendido tu calidad histriónica, me duele decirte esto, pero te has vuelto el “Leonardo Dicaprio” original que nadie clamó por la carencia de memes y tendencias sociales que, ahora que tienes una oportunidad, están desaparecidos.

De vez en cuando tu nombre aparece una temporada de tufos insufribles pero precisamente la gente se siente atraída por el peso del nombre Gary Oldman. La última vez en la que el actor se esforzase demasiado para generar una estatuilla fue con Tinker, tailor, soldier, spy, una excelente película de Tomas Alfredson en donde le dio vida a George Smiley, con la posibilidad de hacer una franquicia de espías calma… que se quedó en eso: posibilidad.

Bueno, este año podría ser el indicado para Oldman, quien ha arrasado premios en una candidatura muy difícil de premiar del pasado 2017, pero la crítica parece estar fascinada con la interpretación de Winston Churchill, proveniente también de otra mirada de desconcierto hacia Joe Wright, director al que siempre he tenido interés de ver sobrepasar las expectativas, algo más que necesario cuando Pan (2015) fuese su último proyecto.

La hora más oscura narra los primeros días de Winston Churchill (Gary Oldman) cuando es elegido como último recurso para ser el primer ministro del Reino Unido durante la segunda guerra mundial. A partir de ahí se comienza a ofrecer un calendario respecto a las acciones de Churchill en el conflicto bélico, y sus relaciones personales y de conflictos políticos que le llevan al final a dar el célebre discurso de “Pelearemos en las playas”.

Hay algo latente en todo el proyecto y que me hace pensar en las virtudes de los nuevos formatos en el resurgir de la televisión, porque el guión de Anthony McCarten basado en su propia obra literaria de investigación sirve para poner los elementos introductorios al personaje de Churchill y sus asociados, pero en rara ocasión dedica tiempo para que sus personajes se destaquen con emociones, por la prisa de tener que contar tanto en tan poco tiempo, de ahí que considere que en esta ocasión, las miniseries le han dado más apoyo al desarrollo de Churchill que aquí no deja de presentarse con un misticismo, pero uno que jamás analiza sus acciones o que tiene la necesidad de introducir sus frases a costa de la coherencia histórica.

Tienes interés de saber de la relación de Churchill con Clementine, quien se vuelve su apoyo moral cuando nadie más cree en su esposo, quieres saber de la relación de Churchill frente a su secretaria porque lo que comienza con una mala primera impresión da hincapié a la docencia del propio Churchill hacia Elizabeth y esta a su vez ofrece más sensibilidad que el hombre amante del whiskey y soda comienza a valorar, y sobre todo de la relación de Churchill respecto a su rey, quien comienza sin confianza por parte de los dos, pero termina siendo su aliado más poderoso… y todo esto está, pero no termina por obtener resultados. Es más un tutorial para el desconocido que puede encontrar atrapante la figura histórica y así o quedarse con esta revisión, o indagar al respecto.

No por ello significa que sea una mala película, porque los elementos jugados por parte de sus actores y puesta en escena son espléndidos, es sólo que para el final la audiencia no siente la motivación que uno esperaría del final, ni este se siente meritorio porque… al final de todo el trayecto, esta es una dramatización, una obra de ficción que busca dar una historia atrapante, pero que de alguna manera no puede.

Gary Oldman se luce como Winston Churchill, de ahí que la película se sostenga. Adopta los manierismos retratados de un hombre que vaya que nunca dejó registro enigmático frente a su pensamiento o incluso limitantes físicas que Oldman termina entendiendo como punto de la fortaleza emocional de su personaje, ya que su Churchill es en un principio bonachón a los ojos ajenos, pero que termina evolucionando en una figura más imponente.

A su lado está Kristin Scott Thomas como Clementine Churchill, quien jamás desaprovecha para regañar a su esposo o ser su bastón de apoyo cuando más lo requiere, cuando se encuentra devastado en su cuarto a punto de las lágrimas, y esta relación es una que la película se dedica a retratar con maravilla, pero por desgracia son muy pocas las escenas. Lily James como Elizabeth Layton es el personaje de la audiencia, el que llega a conocer junto al público a Churchill y con el que pasa la mayor parte del tiempo revisando y anotando de manera inmediata los 2 discursos que aparecen en el filme.

Lo más cercano que la película tiene a un antagonista es Stephen Dillane como Halifax y, es bastante intrigante, ya que empieza rechazando el puesto para que lo tome Churchill y termina estando inmiscuido en los gabinetes de guerra del mismo, ofreciendo una visión menos patriótica y más en el resultado de la derrota y negociación con una Italia neutral en ese entonces, a lo que la película termina retratando como la visión menos colérica y patriótica por la que terminaría obteniendo más importancia la persona que dejó en el cargo pero que quería dominar en todo momento.

Esta es una película de Joe Wright, en donde quizás el argumento sea un poco flojo por no saber qué expandir… pero nadie puede negar de las sensibilidades del director en el aspecto técnico. La hora más oscura es la película más precisa respecto a montaje que le haya visto, con cortes rápidos y probablemente inspirados en las acciones de Edgar Wright que también se nutren de una banda sonora espléndida de su habitual compañero Dario Marianelli, y aquí la película explota con poderío, haciendo que escenas que podrían resultar tediosas de ver a hombres discutiendo, sean duelos de egos y de poderes que uno puede apreciar en la puesta en escena, así como poseedora de una poesía visual que tiene por objetivo representar a Churchill como una figura legendaria, con escenas realmente sacadas de una obra de ficción pero que aumentan esta visión inspirada de un hombre del que ya no hacen como antes.

Y sí, eso significa que las escenas tienen una exageración con implementación al dramatismo… y funcionan, como esa introducción salvaje al Parlamento.

En otros tiempos y otra década, la película sería la favorita de la temporada, pero estamos en una entrega de La academia de ciencias y artes cinematográficas que han evidenciado la película de Joe Wright como la única, que tiene un aroma de “Oscar bait” innegable, pero si bien salen las cosas, la odisea de Gary Oldman de obtener reconocimiento de premios a los que había tachado de inútiles… pues quizás se vuelva una realidad.

 

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