Declaro no tener conflicto de intereses.
Todos los días visito mamás que tienen hijos recién nacidos o por lo menos, menores a 3 meses. Las veo derrochando oxitocina, pero también cansadas, desveladas, inquietas, con dudas. Incluso a veces decepcionadas de tanto desgaste. Importante una aclaración: ninguna de estas condiciones implica que no amen profundamente a sus bebés y que deseen lo mejor para ellos… ¡Sino que hay tanto vacío de información entorno a la lactancia y en general, a esta etapa de crianza!
Me doy cuenta de que uno de los muchos motivos es porque vivimos en una sociedad adultocéntrica que supone, asume o espera que la llegada de un bebé no requerirá hacer un espacio no sólo en el cuerpo, en los brazos, en la mente, el corazón de los padres, sino también de sus rutinas, de su descanso y de organización familiar.
Dice Jorge Bucay: “la maternidad y paternidad son como una cascada… el agua siempre precipita para alimentar el río, nunca fluye en el sentido contrario…”; pero la verdad, es que los padres no siempre estamos conscientes de ello. Tenemos una idea tan “romántica” del hecho de convertirnos en mamá y papá, que la serie de necesidades físicas, emocionales, espirituales y de educación a satisfacer de nuestros hijos, que a veces nos rebasan… parece que nunca terminarán…
La buena noticia es que la enorme satisfacción de verlos crecer, de desarrollar sus habilidades y aptitudes, de convertirse en aquello que están llamados a ser… lo compensa todo… los desvelos, los esfuerzos, la capacitación, la inversión en salud y educación.
Finalmente, nosotros también somos resultado de otras “cascadas… de otras personas que también debieron donar su ser para dar paso a lo que somos ahora… lo abundante de nuestro caudal dependerá de ajustar nuestras expectativas y como agua cristalina, fluir… a fin de que los ríos que devotamente alimentamos desemboquen en un amoroso mar…
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