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martes, mayo 13, 2025

La Perla (1947)

La librería del congreso de Estados Unidos tiene una labor muy importante dentro de su nación: recuperar el valor histórico del material creado en dicho país. El 15 de Septiembre del año vigente se cierra la convocatoria anual para que la fundación elija un determinado número de películas para su preservación y aprecio a futuras generaciones.

La labor no es para nada inútil y le da aprecio al material que mutará a didáctico hasta el fin de nuestros tiempos; hay una gran cantidad de películas, desde las más conocidas, pasando por los primeros intento de crear una imagen en movimiento, pero si uno indaga entre las obras que se han resguardado encontrará una anomalía… porque de entre todas las películas seleccionadas existe una mexicana.

La Perla tiene una historia muy curiosa dentro de la industria nacional; fue ideada originalmente como un guión cinematográfico por la pluma de John Steinbeck, autor norteamericano, un gran maestro de la prosa realista y analista de la vileza humana reflejada en sus personajes vagando por horizontes desolados. El plan que tenía inesperadamente cambió y La Perla salió al público como novela corta en 1944, atrayendo de manera inesperada a una cantidad atractiva de lectores y el interés de los estudios para adaptar un material exitoso. La producción de la película comenzaría 3 años después por parte de la RKO, el gran estudio que imperaba posteriori a la guerra y que cobraba favores del auge de lo que conocemos “El cine de oro nacional”. El problema es que no encontraba a una persona adecuada para retratar la historia de Quino y su infortunio… hasta que la producción le acomodó con Emilio Fernández.

Aquí el equipo de producción junto a Steinbeck en una visita a México.

Fernández y Steinbeck con el paso de la adaptación se hicieron amigos y trabajaron juntos en las decisiones del guión a tiempo para estrenar los recién creados estudios Churubusco. Lo que dio como resultado además del logro mencionado allá arriba fue un éxito de taquilla en México, mejor actor para Pedro Armendáriz en el Festival de Venecia, 10 nominaciones al Ariel por los que ganaría 4 incluyendo mejor película y el primer Golden Globe a México por la fotografía de Gabriel Figueroa, proeza que repetiría en el festival de Madrid, lo cual siempre le dará valor histórico a la película a pesar de que nadie hable de ella, y es una pena porque resulta ser excelente.

La Perla trata sobre Quino (Pedro Armendáriz), un pescador pobre que tiene una extraña visión sobre una perla gigante; él vive junto a su esposa Juana (María Elena Márquez) y su hijo Coyotito en una situación de poco aprecio e ignorancia por parte de los caciques que se han quedado en la zona; mientras Quino hace su labor de sacar ostras del suelo marino, se encuentra con su visión y saca del océano una perla, preciosa como ninguna otra.

Esto le llama la atención a los pueblerinos que vuelve al matrimonio en el más famoso del área, exigiendo ver la perla y ofreciendo cantidades generosas por obtenerla, y ahí es cuando obtienen la atención de los caciques, quienes tratarán de todo con tal de quitarle la felicidad a Quino.

La película así como la novela entran en el terreno literario de consecuencias inintencionadas, por lo que La Perla es hermana de cientos de historias sobre objetos que nos corrompen como humanos y que nos llenan de codicia, aquí la virtud es que la película decide contextualizar la codicia, una que razona y nos hace entender la situación lejos de rechazarle y darle un sentir sobrenatural.

Y creo que esto es parte de un mensaje muy agresivo que intencional o sin buscarlo le impregnó Fernández a la obra. Los mexicanos luchan día a día para vivir en pequeñas casas frágiles a la orilla del mar sirviendo a extranjeros que les repugna su presencia, hasta que llega una posible remuneración en forma de perla que los hace tratar de engañar a los habitantes para salir ganadores. Tomando en cuenta la producción y de que no es la primera vez que el director retratase a los humildes de su pueblo, hay un rechazo latente dentro de su encargo y para los estudios que buscaban apropiarse del mercado.

Sí, La Perla es un ataque contra Hollywood disfrazado, y lo hace excelente porque no hay sentimentalismos baratos, sólo la confirmación de que Fernández fácilmente peleaba con Bracho –y lo sigue haciendo- de ser el director más hábil de nuestro país.

Pedro Armendáriz como Quino es avaro, pero te rompe el corazón de saber que esta oportunidad se le presentó en sueños y ahora es un escape de su realidad, de que  quiere que su hijo “lea” y de tener la bendición de contar con una cama. No es mal hombre ni mal esposo, vela por la seguridad de su amada Juana quien en un determinado momento de la película confunde con la madre de todos los mexicanos ante unos ladrones. La actuación de Armendáriz como Quino dentro de toda la saga pueblerina de Fernández y él me parece la más compleja, porque lejos de ser un hombre entregado a una pasión romántica, es esta ceguera causada por un objeto banal que no le correspondía el que le causa una gran tragedia.

María Elena Márquez dota de una gracia y sumisión tradicional a su personaje de Juana, quien se desvive por su esposo y desea que de verdad sea feliz; el momento de la lupa es el que más pureza puedo encontrar en el cine mexicano, son una familia que encuentra felicidad a través de un nuevo objeto para ellos mientras otros hombres definen su plan para arrebatarles su perla.

Y decir que La Perla es un trabajo que evidencia la grandeza de Gabriel Figueroa es inútil porque ¿Qué trabajo del monstruo de la cámara no lo hace?

Aquí el énfasis de Figueroa es el de exponer la violencia de un mar que rechaza a los pescadores, de enaltecer las costumbres de nuestros pueblos, de en un solo plano poner las miradas incautas de aquellos que desconocen el dinero en grandes cantidades, de la impotencia de un hombre reflejada en sus puños por la salud de su familia. No es exactamente la consagración –hasta eso tiene niveles- pero Figueroa también se da espacios para explorar como en la secuencia de la persecución que remite a la repetición de movimiento y velocidad de escenarios que cambian personajes en algo muy inusual para la época que funciona.

Es una pena que La Perla no se celebre como una joya de nuestro cine, de que logró algo que ninguna otra logró y de su refinado nivel de calidad que la vuelve obligada para cinéfilos de todas partes del mundo, porque surge del tiempo cuando México poseía una saludable capacidad fílmica, pero bueno, para eso estamos los que hemos atestiguado el poder de sus imágenes y la crudeza de su relato: para no olvidarle entre el océano de desdichas, porque en efecto… es una perla.

 

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