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viernes, abril 26, 2024

La placenta de Bolita

Por Myrna Torres Maciel, Educadora Perinatal y Doula

¡Bolita, es una niña con vocación de sanadora y de maestra, es el amor encarnado! Sus papás y ella nos invitaron a la fiesta de su nacimiento. Decidieron que la fiesta sería en su casa, en ese íntimo lugar donde todos se sienten seguros, libres y en plena confianza para dejar fluir su instinto y recibir a su pequeña  de la manera más armónica, paciente  y amorosa que podrían imaginar.

¡Y así fue! Bolita llegó a este mundo en medio de la armonía, y  verla ya fuera del cuerpo de su mamá detonó una diversidad de emociones en todos los que fuimos testigos.  Sus papás acogieron su pequeño cuerpo con el alma inundada de sorpresa y satisfacción. Fue hermoso ver que esos primeros momentos en este mundo para Bolita y sus papás transcurrieron inundados de esa luz que sólo el amor sabe dar.

Pero lo que quiero contar vino después. ¡El nacimiento de la placenta!

No recuerdo la primera vez que vi una placenta… debió ser en algún acompañamiento como doula voluntaria (que fueron mis primeros acompañamientos de parto), pero realmente no lo recuerdo. Lo que recuerdo con mucha claridad es el momento en que por primera vez observé, toqué y honré una placenta. Fue en un taller con mi querida y admirada maestra, Alison Bastien. Recuerdo vivamente que cuando toqué la placenta, las lágrimas vinieron a mis ojos sin saber por qué. Algunas de mis compañeras decían que esa placenta estaba sanando algo en mí… y a la distancia creo que lo que sanaba era que yo nunca vi siquiera las placentas de mis dos hijos. Me maravillé con la textura de las membranas que parecen muy delgaditas y frágiles pero son muy fuertes, me asombré al ver el árbol de la vida tan claramente dibujado en ella, tomé conciencia de su belleza y  la importancia de su función… simplemente sin ella no hay bebé. Hicimos impresiones con  ella, acompañamos el proceso de deshidaratarla y también hicimos con homeopatía.  Fue el momento en que entendí lo que dice Robin Lim (partera estadounidense y que ha trabajado mucho en Indonesia) respecto a que la placenta es “la heroína de la gestación”.

Con este respeto y admiración por la placenta llegué al nacimiento de Bolita. Estábamos esperando el alumbramiento mientras presenciábamos el ramillete de amor entre los protagonistas cuando así sin más, la partera Mari Cruz Juárez, de quien no sobra decir lo estupenda, sensible, paciente y capacitada que es, me preguntó:  ¿quieres recibir la placenta? Me quedé pensando un segundo y al siguiente dije sí. Un sí lleno de inseguridad y de responsabilidad, un sí emocionado, expectante y hasta temblorino, pero feliz.

Con la dirección amorosa de Mari Cruz y de Bibi (su asistente) y con mi amiga, compañera  y maestra  en el mundo del acompañamiento al parto, Judith (quien tomó la foto del recuerdo), me dispuse a esperar el nacimiento de la placenta de Bolita. Cuando salió y la recibí en mis manos, me impactó su peso y sentí que de ella salía una energía fuerte hacia todos lados. Un suspiro de la mamá fue la despedida de su cuerpo y unas manos novatas y sorprendidas fueron su  bienvenida al mundo fuera de su cuerpo.

Agradezco mucho esta experiencia, agradezco a  Dios, agradezco a Bolita y a sus papás, agradezco a Mari Cruz, Bibi y Judith y agradezco por supuesto a esta placenta que fue el ángel guardián de Bolita durante tantos meses.

Siempre con la dirección de Mari Cruz, entregué la placenta a la nena y a sus padres con todo el cuidado y el respeto que amerita. Ellos la resguardaron largo rato hasta que llegó el momento  de la separación y mis manos no quedaron vacías porque quedaron marcadas con una grata experiencia que compartí con mi cerebro y con mi corazón. El corte del cordón fue muy emotivo pues el papá de Bolita expresó su emoción y su gratitud por su paternidad dando la bienvenida con palabras (ya lo había hecho con el alma) a su hijita. La separación física estaba hecha pero ésta placenta sigue estando presente y continuará con su función extrauterina acompañando el camino de Bolita y sus padres.

Vivir es un continuo aprender. Una placenta es mucho más que un residuo biológico de desecho. Hay mucho que aprender sobre ella, pero sólo empezaremos a hacerlo cuando la hagamos parte del cuento.

 

Myrna Torres Maciel

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