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sábado, abril 20, 2024

La pobreza que cala en el alma

Estaba en Zapopan, cenando en Plaza Andares, la cara más moderna de Guadalajara, cuando de pronto, la persona frente a mí me confirma: ¡Felicidades! Serás el nuevo director de “Escuela para el Futuro”. A los veintidós años estoy consciente de que no terminaba de dimensionar la enorme responsabilidad que venía a mis hombros, pero tampoco, la oportunidad de vida que se abría a mi camino.

Y pareciera que así es, nunca se sabe cuándo estás despertando a un día que, por determinada razón, nunca olvidarás. Ese viernes 30 de agosto de 2013 quedó en mi memoria para siempre, como la noche en que festejaba tan enorme alegría en uno de los escenarios más pujantes de México, sólo para volver a León e iniciar labores en San Juan de Abajo -uno de los ocho polígonos de pobreza con los más altos índices de marginación en la ciudad zapatera, según el Instituto Municipal de Planeación- buscando transformar el contexto en conjunto con todas las docentes y los docentes de la Institución.

Pero, como la canción de la chilena Violeta Parra… “¡Gracias a la vida! Que me ha dado tanto…” Pues en San Juan de Abajo entendí a México, y por qué no decirlo, entendí a América Latina, la región más apasionante del mundo, tan llena de contrastes y por la que hay tanto que hacer.

Entendí también que es profesional el que sabe lo que hace, y que se deja de serlo cuando no se aprovechan las oportunidades recibidas para favorecer y transformar a la sociedad, particularmente en la cara de la moneda donde reinan las dificultades propiciadas por la falta de oportunidades.

El equipo de trabajo y un servidor aprendimos que fuera del discurso romántico, sí es la educación la esperanza de México -no MORENA- pues al pisar las aulas todos los días en la constancia y convicción de no dar pasos atrás con la historia de cada niña y de cada niño, continuábamos descubriendo que no había letra que no pudiera aprenderse, concurso de geografía que no pudiera ganarse, ni equipo de futbol que no lograra coronarse al menos en semifinales: Pese a todo.

Y sí, cuando digo pese a todo, me refiero a que…siempre he creído que, en circunstancias de pobreza, cualquier adversidad pasa a ser mayor. Imaginemos a dos familias, una vive en la zona residencial más costosa de la ciudad, la otra, en la zona más riesgosa y vulnerable.

Comparten una situación, y esa es que los matrimonios de ambas familias se violentan todas las noches, al grado de complicar a los hijos la oportunidad de conciliar el sueño. ¿Pero qué creen? Los hijos del matrimonio que viven en condiciones de vulnerabilidad social sufren más variables y condiciones que impiden que puedan dormir.

Continuamente van a la cama sin cenar, soportando el hambre y el frío, y soportando todas las condiciones que de manera descriptiva -no despectiva- ocasiona la ignorancia que lastima hasta lo más hondo, el desarrollo óptimo de la vida humana, particularmente en la infancia.

Lo vi todo. Contenedores de basura a reventar por semanas sin ser saneados por el Sistema Integral de Aseo Público. Tráfico de drogas en las calles a toda hora del día. Caminos literalmente intransitables en tiempo de lluvias, y cuando éstos concluían también. Violencia. Asesinatos…

Nunca olvidaré una mañana de enero 2016 en que llegábamos a trabajar… Y vimos que algo se quemaba. Horas después supimos que no era “algo”, sino “alguien”. Se calcinó a una persona viva, hasta que murió.

Hoy escuchaba en la radio a Bárbara Botello, ex alcaldesa de León, decir sin pelos en la lengua a todo el gremio panista: “León está pintado de sangre. Guanajuato está hecho un caos… ¡Basta de persecución política a quienes somos adversarios políticos del gobierno panista de León y de Guanajuato! ¡Déjense de pendejadas!”

Y si, coincido, pero no sólo hablo de la no atención que en mi opinión el PAN en Guanajuato ha mostrado para el tema de pobreza y desigualdad… ¡Hablo de todos como sociedad!

El título de mi columna esta semana es: “La pobreza que cala en el alma”, y espero que sepan a cuál me refiero, pues no es precisamente la que ya detallé. La pobreza más triste de todas, ¡Es la del espíritu muerto de quienes no se preocupan por las condiciones desiguales de su patria!

¡Carajo! Estuve en Chile, un maravilloso país hermano, donde vi lo mismo. Meses allá colaborando en algunas causas me dieron también crudos, enormes, y contrastantemente, bellos aprendizajes. En Valparaíso me tocó trabajar con otra etapa de la vida humana en centros de rehabilitación por consumo de drogas. Vidas adultas, presas de la desigualdad del meritocrático capitalismo que dice que, para salir adelante “hay que esforzarse con los propios medios”, pero que olvida, que los famosos medios, en verdad, muchas veces son inexistentes para quienes crecen en circunstancias desiguales.

Me calaba el alma… Pero no entendía qué dolía más, si el hecho de que existan pocas manos comprometidas para el trabajo social en cualquiera de sus trincheras (o frentes vacíos) profesionales, propio de lo que en líneas anteriores externé: El desinterés, la nulidad empática. O si tal vez, lo que me dolía más era verles la cara a diario observando su mejor sonrisa al compartir el tiempo en ese lugar, pero sabiendo yo, que, en el caso de muchos, dormirían la noche de ese día que compartíamos tiempo, nada más y nada menos que en la calle.

Y sí, el estallido social en Chile llegó, y estuve ahí para vivirlo. Experimenté el reclamo de un pueblo cansado del abuso de la clase política insensible, y de la sociedad sorda e invidente, cómoda con la polaridad social -cuando está en el lado despreocupado del qué se comerá y del cómo se sacará adelante a los hijos e hijas- que ha hecho como que eso, no existe, y que sí existe, es porque que quien vive así, “lo hace porque quiere”.

Que se entienda bien. No justifico a quienes no hacen más por superarse y por vivir mejor, pero es que habiendo convivido tantos años -y desde muy joven- con la cruda cara de la desigualdad, entendí perfecto lo que eso implica, cómo se origina, y cómo se perpetúa, pero también, cómo se puede colaborar con la transformación social.

Más allá de palabras lindas, lo que requerimos como sociedad es conectar… ¡Conectar con las personas! ¡Conectar con quien tengo enfrente! ¡Escucharle y mirarle con un respeto que le componga al menos durante una plática el sentido de vivirse con dignidad!

Nunca olvidaré a Carla, a Raúl, a Karina, a Ale, a Fernando… El equipo interdisciplinario de profesionales que entregaban el alma día con día en los cerros de Valparaíso para ejercer el tratamiento y provocar el proceso de recuperación de las y los adictos con que trabajan. Resuena aún en mis oídos el acento chileno en sus voces diciendo a cada una y a cada uno de los usuarios del programa, “Chiquilla”, “Chiquillo”. Pues aun cuando sabían los nombres de todos, encontraban en esa mágica palabra la forma de darles amor, un sentimiento que en verdad constaté que tenían por quienes trabajaban.

De pronto, un día, regresando a mi casa en Viña del Mar, sentí un profundo impacto cuando vi a uno de los usuarios del programa, dormir encima de cajas de cartón en la Av. Errázuri de Valparaíso. Experimenté una tristeza profunda, que sólo pudo ser calmada horas después al entender que si bien, nadie podrá cambiar el mundo por sí solo, el esfuerzo en conjunto de las personas que mencioné le daba a él un respiro todos los días, y un motivo para que, al despertar de su cama improvisada en la calle, eligiera ir al centro de rehabilitación, y no a drogarse. Eligiera ir a vender “parche curitas” -como le llaman en Chile a los curitas- y no a acabarse la vida en sustancias, como él muchas veces me contó que hacía.

Hace unas horas recibí el mensaje de un chamaco -como yo llamo a quienes han sido mis estudiantes- para compartirme una tristeza que por ahora atraviesa. Cuando él era estudiante, me vi en la necesidad de emitir una baja docente, que no entendía que los niños y adolescentes están en una etapa que amerita toda la voluntad de comprenderles y entenderles. Al salir, la docente dijo que yo favorecía a “ciertos estudiantes”. Lo que ella no entendía es que esos “ciertos estudiantes” eran los que más nos demandaban amor y empatía.

¿Cuál es la función de un directivo escolar o de un docente si encuentra como inmediata o como primera solución la baja de un estudiante? Esto hace inevitablemente que yo recuerde a los versos de la canción de “Colores en el viento” de la película de Pocahontas que dice “¿Cuán alto el árbol será?… Si lo cortas hoy, nunca se sabrá”. Y me siento profundamente gratificado de haberme mantenido firme en mis convicciones.

Hoy me dijo “Muchas gracias de verdad director, no sé a qué tanto habría llegado si no fuera por su ayuda”. Nunca se trató de mí, ni de sus maestros… En realidad, siempre fue su mamá, siempre fue él, y la resiliencia que mostró y en la que quienes le apostamos, nos apoyamos para impulsarle y alentarlo.

Espero quede clara la idea apreciables lectores: La pobreza que cala en el alma, es la del corazón, manifestada en tibieza e indiferencia ante la injusticia y la desigualdad social.

Dedico estas líneas con todo el amor del mundo a quienes han sido mis estudiantes, particularmente en esta ocasión, a este chamaco que me escribió hoy para desahogar su primera experiencia de corazón roto. Créeme, no morirás, y es una experiencia que te hará crecer. Casi todos lo hemos vivido alguna vez.

Y también a ti, mi querida Sofí… chilena aguerrida, de quien orgullosamente comparto, que me escribió hace dos semanas, para compartirme que acreditó ya la educación básica en su país a sus cincuenta y cinco años.

“Existen jóvenes viejos, y viejos jóvenes, y en estos me ubico yo. Estos jóvenes viejos no se preguntan ¿Cuántas viviendas faltan en nuestros países?… Y a veces ni en su propio país. Hay muchos médicos que no comprenden, que la salud se compra, y que hay miles y miles, y miles de hombres y mujeres en América Latina, que no pueden comprar la salud. De igual manera que hay maestros, que no se inquietan, de que haya también cientos y miles de niños y de jóvenes, que no pueden ingresar a las escuelas…”. Salvador Allende.

Ricardo García
Ricardo García
Joven entusiasta, Político con causa. Psicólogo de formación, trabajador de la educación por convicción. Formador de Directivos Escolares. Columnista, Capacitador y Conferencista. Secretario Estatal de Asuntos de la Juventud del Partido Verde Guanajuato. Director de TRANSFORMA Consultoría.

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