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martes, mayo 13, 2025

La vida es sueño (2020)

Fotografías cortesía: Teatro del Bicentenario.

La vida es sueño es un pilar dentro de la dramaturgia española que suele pasar desapercibida en representaciones teatrales de nuestro país, cosa que parece tener explicación en su la formalidad del texto que para públicos modernos poco preparados o con una noción del material, puede resultar en confuso. Esto es porque La vida es sueño presenta el diálogo de sus protagonistas en verso, situación barroca muy proveniente de la etapa en la que Pedro Calderón de la Barca escribió su material. Sí hubo uno que otro desprevenido en la audiencia, pero la representación de parte de la Compañía Nacional de Teatro fue el pretexto de una gran oportunidad de aproximación para este tipo de teatro que se vuelve menos frecuente.

Claudia Ríos fue la encargada en la puesta en escena de la obra y tomó una desición atrevida, decidiendo representarla con un escenario corbata, logrando que gran parte de la audiencia en tres áreas que rodeaban el escenario tuviese una conexión bastante cercana e informal a los protagonistas, los cuales eran tan próximos que se podía percibir el deterioro emocional y físico entre duelos emocionales de índole grotesca, apoyados en gran parte por el trabajo de iluminación de Kay Pérez. La proximidad de la audiencia y el actor obvio representaba una problemática respecto al diseño del escenario que no puedes cambiar de manera constante sin exigir un ritmo sostenible en segmentos sin interrupción; este fue concebido como una isla conceptual que al centro del escenario servía de soporte para el primer acto, con un Segismundo (Fernando Huerta Zamacona) amarrado como una bestia salvaje, la cual dedica unas palabras de alivio insospechado para sus descubridores.

De ahí en más, la lógica del escenario se planteaba más reduccionista. Claudia toma esta decisión, porque para ella lo importante a destacar dentro de La vida es sueño es defender la estructura y cadencia del texto de Calderón de la Barca al aminorar el peso del escenario en la representación; esto funcionaba en momentos, porque la apuesta de Claudia sí pedía un esmero de parte del espectador en construir un espacio mental en medio de secuencias que no llegaba a ver que ocurrían tras bambalinas.

Segismundo es un protagonista muy complejo dentro de la obra; es un personaje lastimero, un pobre diablo atrapado en una decisión cruenta que no le compete y que es una prueba sobre el temple humano y la discordia. Si es complejo es porque su interpretación requiere atisbos de ternura y en donde la audiencia vea con sorpresa a un ser salvaje expresarse de manera sensata, y a la vez ser traicionado de su condición salvaje en arrebatos de locura que no van de forma rabiosa, sino condicionadas a una tragedia que el propio Calderón de la Barca nunca interpreta con total definición. Fernando Huerta Zamacona encarnó a un Segismundo bastante logrado en todas esas nociones, entregado mucho al fundamento de ironía y vileza que a veces está palpable en el personaje y que no siempre se toma en cuenta. Zamacona debe de estar en un nivel interpretativo muy por encima de los demás representantes, es lógico que esto se haga para que el encuentro de ideales sea más cruento, pero no por ello los demás interpretaron papeles mediocres.

Arturo Beristain interpretó a Basilio, un rey que bajo su entendimiento se mostraba terco, villanezco en el sentido de ser el causante de la desgracia de Segismundo… en un punto verlo entrar por primera vez a escena con lentes de sol y un reloj que resultaba anacrónico a su personaje y tiempo sí eran distractores, pero quizás son elementos que para Beristain resultan ser tótems de seguridad, elementos que ya eran meros artefactos permisibles (quiero decir, es algo que pasa en los tatuajes de los actores y no armamos escándalo al respecto). David Lynn como Astolfo era una contraparte elegante a la suciedad de Segismundo, y Lynn llegaba a dotar de un cansancio físico iracundo y perceptible… de pronto astolfo durante la mayor parte del acto dos y la resolución de la obra bufaba y adquiría un color rojizo en la piel, aunque la verdad es que Astolfo forma parte de una subtrama que a mi parecer es el único punto flaco dentro de la obra: El romance entre el príncipe presumido y Rosaura (interpretada por una Cecilia Ramírez Romo), y es que Rosaura pasa por varias casillas dentro de la obra: empieza siendo una mujer ocultando su feminidad, resulta que mantiene una idea vengativa sobre su padre, pasa a ser una doncella, es la única que parece entender la humanidad de Segismundo, entra en un tórrido romance prohibido con el enemigo de este, y termina uniéndose a la rebeleión del príncipe prometido.

Rosaura pasa por todos estos meollos argumentales y ninguno termina resuelto de manera satisfactoria, dejando a un personaje prometedor dentro de la obra que debe pasar por varios rangos interpretativos, cosa que Cecilia Ramírez lograba realizar, pasando de la colérica mujer que busca un deseo de violencia, hasta una mujer destrozada por el amor del que no puede ser parte debido a su condición de plebeya. Su entrega fue a tal grado que a pesar de tener un pie lastimado que le incomodaba demasiado durante el tercer acto, usó este elemento para darle una lectura de posterior al combate de Rosaura.

He estado pensando en lo arriesgado de la Compañía nacional de teatro en traer La vida es sueño a la ciudad, pero este riesgo fue compensando con una obra que hacía sentir entusiasmada a la gente y de vez en cuando vacilar con ella, o enfocarse en la belleza de su texto interpretado por seres que escupían en furia, aunque el fenómeno del público es algo que necesariamente tiene qué atender el espacio del Teatro del Bicentenario: no es posible que estemos en pleno 2020 y la gente no haga el mínimo esfuerzo de mantener sus celulares apagados -sobre todo tratándose de la total cercanía con la audiencia- o de dedicarle horas de su tiempo a una obra que por azares del destino, terminaban abandonando la sala en completa terquedad.

Necesitamos cambiar esto, si es que queremos proyectos de la talla de La vida es sueño.

 

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