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domingo, septiembre 15, 2024

Berrinches, ¿Qué son, por qué aparecen y cómo acompañar?

¿Qué le pasa a mi hijo/a? ¿porqué no me hace caso? ¿Por qué no hace lo que le pido? ¿Por qué no deja de llorar cuando le digo que deje de llorar? La respuesta breve es así de sencilla: porque su cerebro no sabe y no está listo para responder de otra manera.

Actualmente existe mucha inquietud por los cuidadores de infancias, sobre la manera en cómo deben actuar ante un berrinche, pero antes de ello, es importante entender la naturaleza de los berrinches, qué es lo que pasa en el cerebro de un niño o niña de entre los 2 y 4 años de edad, para después saber cómo acompañar.

Las rabietas o mejor conocidas como “berrinches” aparecen en la primera infancia como una respuesta a deseos o necesidades insatisfechas. Son algo natural, normal y adaptativo. En esta etapa, las infancias ya son conscientes de que son un ser separado de sus madres y padres, o cuidadores, por lo que buscan mayor autonomía.

Asimismo, se presentan mayormente en la primera infancia. Es una manera de afirmar que cada vez son más independientes y que tienen la opción de elegir, toman de moda la palabra “no”, pero aún no tienen un vocabulario tan amplio, por lo que aún es complicado expresar algunas necesidades.

Lo que en realidad sucede al presentarse un “berrinche o rabieta” es un desborde emocional, lo que es una clara muestra de la incapacidad de los niños y niñas para autorregular sus emociones.

En la primera infancia, responden a sus emociones de manera involuntaria, automática e inconsciente, por lo que actúan de manera impulsiva generalmente; y la manera en cómo desarrollarán sus emociones, expresiones o inhibiciones, será influenciado por las madres, padres, cuidadores y su entorno social y escolar.

Las emociones nos impulsan hacia lo que resulta agradable y nos alejan de lo que es desagradable, más adelante en la vida de los seres humanos, toman un papel importante en la solución de conflictos.

Las rabietas aparecen alrededor de los 18 meses y tienden a ser más constantes entre los 2 y 3 años y disminuyen a los 4 años aproximadamente.

Hay 2 partes específicas del cerebro que juegan un papel importante durante una rabieta:

  1. El sistema límbico (al que por lo general llamamos “el cerebro emocional”). Su función se relaciona con la aparición de los estados emocionales o por lo que entendemos como “instinto”. Se encarga de la expresión y regulación de las respuestas emocionales, la memoria, aprendizaje y atención. Las respuestas ante las emociones estarán relacionadas con las vivencias previas de las niñas y niños. A partir de los 3 años, comienzan a responder ante las emociones que sienten con herramientas que han aprendido de su entorno.
  1. La corteza prefrontal. Esta es la parte de nuestro cerebro que nos ayuda a pensar con claridad, mantener el control y tomar buenas decisiones. Esta parte de nuestro cerebro termina por desarrollarse a inicios de la edad adulta (20-25 años), por lo que en la infancia, será más complicado tener control de esta parte.

Partiendo de esto, estaremos entendiendo que el entorno y las experiencias con las que crezcan las infancias, darán camino a la manera en cómo respondan en un futuro a sus emociones. Si aprenden que al sentirse enojados, pueden golpear porque eso han observado, seguramente será su respuesta continua ante esta emoción. O si por el contrario, han observado en los adultos un ejemplo de comunicación, calma y contención, será la respuesta que irán aprendiendo para regular sus emociones.

Comprendemos ahora por qué los niños, sobre todo en sus primeros años de vida, no tienen aun la capacidad de autorregularse, reaccionando de manera impulsiva, ante una situación en la que se sientan amenazados: golpeando, llorando, gritando, etcétera. Serán los padres y madres, o los cuidadores y sus primeras figuras de apego, los que deberán proporcionarle a los niños y niñas, herramientas emocionales. Si esto no se logra, nos encontraremos con infantes de edad más avanzada, aún con la incapacidad de responder de manera adecuada a las emociones.

Además, debemos tomar en cuenta que los periodos largos de “berrinches” (desbordes emocionales) pueden causar daño al sistema nervioso, estando constantemente bajo una situación de estrés, y no permitiendo al cerebro regresar a un estado de calma, por lo que es de vital importancia brindar la contención necesaria a tiempo.

Les comparto ahora algunas herramientas útiles para acompañar la etapa de berrinches con sus hijos:

  1. Lo primero es, validar la emoción. Utilizando frases como: “entiendo que estás enojado”.
  2. Utilizar cuentos y ejemplos visuales que hablen sobre las emociones. Al poder nombrar lo que sentimos, entenderemos y nos sentiremos con mayor control de lo que nos pasa.
  3. Para acompañar un desborde, ponernos a su altura, tomando de las manos o brazos con cuidado, viendo a los ojos para contener, o quedándonos a un lado esperando a que pase. No aislándonos o aislándolo a él. Ya que esto, solo mandará un mensaje de invalidación y rechazo, lo que causará mayor angustia.
  4. La paciencia es primordial como adultos. Nosotros ya tenemos o deberíamos tener herramientas entrenadas para no perder la calma, ellos aún no.
  5. Eviten saturar de información en un momento de desborde. Utilicen frases simples, ya que en ese momento sus hijos e hijas, no estarán escuchando con atención y no pueden regular sus emociones.
  6. Hacerle ver que el “berrinche” no será la solución para cumplir lo que quiere. Es importante no ceder cuando no se puede.
  7. Si tiende a golpear, patalear, o querer hacer cualquier daño durante un desborde, brindarle otras herramientas de descarga emocional en donde no se produzca un daño. Ejemplos: Pegarle a un cojín, rayar dentro de una hoja, patear una pelota en un lugar donde no pueda lastimar, entre otros. La idea con esto, es dejar que sienta la emoción, pero comenzar a controlar con nuestra ayuda y nuestros límites el impulso, entrenando el cerebro para adquirir mayor autocontrol.
  8. Ayudarlos a ser cada vez más tolerantes a la frustración. No cediendo a sus deseos cuando no se puede. Enseñarles que en ocasiones las cosas no salen como esperamos, como cuando en un juego no logran ser los ganadores y es mejor impulsarlos a buscar una solución.
  9. Ayudar a entrenar la impulsividad. Pueden apoyarse con a lo que yo llamo “juegos de control”: que no se caiga la pelota o que caiga en un lugar específico, jugar al Jenga o con cualquier torre de equilibrio, jugando a las sillitas, a bailar y parar cuando pare la música, caminar como diferentes animales (tortuga y luego un lince), a pescar, etcétera. Cualquier juego o actividad que implique buscar el control de nuestro cuerpo.

Para más tips y ayuda sobre el tema, los invito a seguirme en mis redes sociales: @psic.mariela.macias

Mariela Macías
Mariela Macías
Licenciada en psicología, terapeuta de juego para niños y adolescentes, asesora de crianza.

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