Si bien hay vestigios antropológicos de que la edad promedio de destete natural se daba entre los 5 y 7 años de los niños y niñas, la sociedad actual se muestra reticente (por no decir escandalizada) cuando ve niños que lactan más allá del año de edad.
La presión social que se ejerce sobre la madre es muy fuerte y, además, suele venir del entorno más cercano, familia, amigos y personal de salud.
Pero ¿qué pasa cuando esa madre lactante es pediatra y asesora de lactancia?
“Nadie se atreve a decirme nada! ¡Ja ja ja ja! Bueno, creo que sólo mi mamá” – nos cuenta Jocelyn Molina, pediatra y asesora de lactancia en formación y mamá de Connie, de 4 años, 8 meses. “Incluso, una vez me llevé una sorpresa, alguien le preguntó a mi suegra sobre si en serio todavía le daba pecho a mi hija, y el que salió en defensa fue un tío de mi esposo, diciéndoles que es lo mejor, que así los niños crecían muy lindos e inteligentes”.
Y abunda: “También cuento con el apoyo de mi esposo. Solo hace unos meses que sufrí agitación del amamantamiento me llegó a decir: “si te molesta, ya quítaselo”. Entonces yo trataba de explicarle, aunque, en realidad es que yo tampoco entendía como algo que me hacía tan feliz de repente se me hacía tan difícil. Culpo al encierro de la pandemia” – afirma con certeza.
Jocelyn también nos cuenta que lo que le llevó a iniciar y mantener su lactancia fue plenamente su convicción. Aunque los primeros días tuvo miedo, ya que Connie, su bebé, nació con un peso elevado y tenían pendiente por su glucosa, por lo que las primeras 12 horas de vida estuvieron separadas. Este temor por hipoglucemia le llevó a complementar con fórmula al principio, pero una vez que sintió la subida de la leche ya no se despegaron.
“Mi mayor satisfacción ha sido verla súper contenta pegadita a mí, engordando de lo lindo y ver como aprendimos a comprendernos sin palabras” – nos comenta.
Le pregunto cómo es que mantuvo su lactancia y su actividad profesional que suele ser tan demandante y me responde: “Junté la licencia de maternidad con mis vacaciones. Al regresar al trabajo pedí mi hora de lactancia. Tenía un horario de 6 horas, así que la alimentaba, me iba a trabajar, me extraía leche a media jornada y salía corriendo al finalizar. En cuanto regresaba, mi bebé ya estaba esperándome. A los pocos meses ya no tenía quien pudiera cuidarla, así que renuncié a la institución y puse mi consultorio, por lo que podía estar todo el día con mi hija”.
Le pregunto: ¿Qué llevó a formarte como Asesora de Lactancia?
“Me impulsó ver cómo, contrario a lo que debería ser lo natural, son realmente pocos los bebés que reciben los beneficios de la lactancia materna. La mayoría de las veces por mala información, por inseguridades no resueltas y porque como pediatra pienso que es la primera medida de prevención de muchos trastornos físicos y afectivos a corto, mediano y largo plazo. Me frustraba no poder ayudar plenamente a las madres con dificultades para amamantar”.
“Ahora puedo decirles a las mamás: confía en ti, en tu instinto, en tu capacidad como mamífera para dar a tu bebé todo lo que necesita. Cuídate”
Puedo confirmar que su niña ha crecido fuerte, inteligente y muy linda. Durante las prácticas para lograr su certificación como asesora de lactancia PILU, Connie participaba activamente, comprendiendo qué posturas y acciones hacían que las mamás lograran corregir los problemas al amamantar. Incluso, me dijo que estaba haciendo unos dibujos para poderles explicar con mayor claridad.
Así es como no solo estamos formando a los profesionales de la salud que harán una gran diferencia en la atención de sus pacientes, sino además, ¡a la siguiente generación de lactivistas!
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