Por: Gerardo A. Padilla Navarro
Las aguas postreras
Desde la noche del pasado 1 de julio los mexicanos conocimos quién ocuparía a partir del próximo 1 de diciembre la titularidad del poder ejecutivo, es decir, la Presidencia de México, cosa que no resultó una sorpresa ya que todas las encuestas previas a la elección así lo indicaban.
A partir de ese día el lic. López Obrador ha tenido una actividad vertiginosa, contraria a la del actual presidente, lic. Peña Nieto, quien todo parece indicar que se replegó y le dejó todos los reflectores al presidente electo.
Gracias a esa intensa actividad del presidente electo, así como de su posible gabinete, los mexicanos nos hemos podido enterar de cómo podría ser el gobierno encabezado por López Obrador, y aún otorgándoles el beneficio de la duda, podríamos hacer algunos señalamientos, por ejemplo:
La danza de los millones, tanto el presidente electo como sus colaboradores, hablan de miles de millones de pesos como si fueran cacahuates; en cada declaración comprometen cantidades estratosféricas, y lo peor es que lo siguen haciendo, ya que apenas el pasado jueves 11, el ing. Jiménez Espriú dijo que entrando la nueva administración se le “meterán” a los aeropuertos de la Ciudad de México y de Toluca un total de cinco mil millones de pesos, o los veinticinco mil millones que costarán los cincuenta mil nuevos elementos para el área de seguridad que prometió López Obrador apenas hace unos días.
A los que nos gustan los números no entendemos de dónde sacará tanto dinero el nuevo gobierno, y es que si sumamos lo que cuestan las promesas y proyectos que han señalado, sin ser exactos podríamos afirmar que suman ya un gran total de más de un billón de pesos, y si consideramos que el presupuesto de un año ronda los cinco billones de pesos, entonces nos encontramos con que más del veinte por ciento del mismo ya estaría comprometido, olvidando nuestras próximas autoridades que más del noventa por ciento del presupuesto no se puede modificar, es decir, no hay margen para nuevos gastos.
Las contradicciones que hemos visto en los próximos nuevos secretarios, y es que mientras un próximo secretario dice una cosa, otro dice lo contrario, o mientras el presidente electo dice una cosa, los próximos funcionarios lo contradicen, creando una confusión tras otra, configurando algo así como el gabinete Montessori.
La simulación en los programas de austeridad, tema en el que el presidente electo descansa todas sus proyecciones, ya que siempre dijo que bastaría con gastar menos para hacer más obras, y que según sus cálculos se podrían ahorrar quinientos mil millones de pesos, pero ahora que ya conocen los números y los presupuestos reales, no saben de dónde sacar esa cantidad, ya que por ejemplo, eliminar las pensiones de los ex presidentes apenas le dará unos cuarenta o cincuenta millones de pesos al año, y lo peor de todo, resulta que los nuevos diputados y senadores de Morena llegaron muy machitos diciendo que eliminarían miles y miles de millones de los presupuestos de ambas cámaras, bajarían sueldos de legisladores, eliminarían partidas discrecionales, y al final resulta que echaron reversa y todo quedó prácticamente igual que antes.
El ataque a los medios de comunicación, cosa que no es nueva en López Obrador, pero que en campaña se entendían como cosas de época electoral, pero que ya como presidente electo pensamos que esto cambiaría, pero al contrario, parece que resultó al revés y ahora ataca a todo lo que va en contra de su “soberana y sabia opinión”.
Las decisiones unilaterales del presidente electo, mismas que sus seguidores aplauden a rabiar, aún y cuando algunas sean completamente regresivas y sin sentido (eliminación de la reforma educativa, de la energética, construcción del tren maya, cancelación del aeropuerto de Texcoco, el regreso de Elba Esther Gordillo, etc.) Lo que prácticamente prueba el regreso al centralismo y al absolutismo, sistemas muy probados tanto en méxico como en otros países y el resultado ya lo conocemos.
Pero lo peor de todo esto no es lo que estamos viendo, sino lo que pudiéramos ver en los próximos años, me refiero al riesgo real –aunque algunos aún lo nieguen – de estar frente a un futuro dictador que pretenderá disfrazar sus decisiones unipersonales con “consultas al pueblo sabio”, y no sería nada extraño que dentro de cinco años, ante el éxito obtenido como un “presidente del pueblo”, decida modificar la Constitución y acceder a la reelección, “para continuar beneficiando al pueblo y eliminando a la mafia del poder”, ya que asegurará que seis años es muy poco para “eliminar la podredumbre que encontró”.
Este es el verdadero peligro que reitero, está a la vista, y la historia reciente de países muy cercanos al nuestro así nos lo indican, ¿les gusta el ejemplo de Venezuela?, ¿el de Bolivia?, ¿NIcaragua?, ¿Cuba? Y estoy seguro que me dirán que estos ejemplos no se comparan con México y con López Obrador, que estoy exagerando, sin embargo, los primeros indicios ahí están, ¿o me equivoco?
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