Desde que se conoció el problema de la gripe aviar en algunas granjas avícolas en Jalisco, el precio del huevo empezó a incrementarse, al grado que en estos momentos en algunos lugares ha llegado a costar cuarenta o más pesos el kilo.
Para empezar, el gobierno federal tardó varios días en reconocer que había un problema en algunas granjas, se trató de ocultar y minimizar la noticia, y gracias a algunos reporteros pudimos enterarnos de la realidad, de que el problema no era tan simple y que si no se controlaba a tiempo podría convertirse en un gran problema.
Por fin el gobierno reconoció la gravedad del asunto, ordenó la inmediata importación de noventa millones de vacunas, cercó la zona y ordenó el sacrificio de gallinas afectadas, que de acuerdo a la SENASICA (servicio nacional de sanidad, inocuidad y calidad agroalimentaria) llegaron a once millones.
Las declaraciones iniciales del secretario de economía y otros funcionarios fueron en el sentido de que no pasaría nada y que no habría desabasto de huevo.
Sin embargo, el sentido común nos dice que si se sacrifican a once millones de gallinas, es lógico y perfectamente entendible para cualquier persona que la producción de huevo tendría que disminuir, pues si a cada gallina en las modernas granjas las hacen producir dos huevos al día, resulta fácil el cálculo, es decir, se puede decir que desde hace más de dos meses se están dejando de producir veintidós millones de huevos al día, es decir, que no han llegado al mercado, donde, quiera o no el gobierno, funciona la ley de la oferta y la demanda, o qué ¿no lo saben estos funcionarios?
Es por esto que no entendemos las repetitivas declaraciones oficiales en el sentido de que “el precio del huevo no debe subir, se debe respetar el precio que se tenía antes del problema de la gripe aviar”.
Sin embargo al ciudadano esas declaraciones no le dicen nada, lo que sí le dice (y no cosas agradables) es su bolsillo cuando van a las tiendas a comprar huevo y cada día tienen que desembolsar mayores cantidades por este producto.
Y todavía hace unos días se le ocurre al secretario de economía, Bruno Ferrari amenazar que “si en tres semanas no baja el precio del huevo, autorizaremos su importación libre de impuestos”, o sea que de acuerdo a este señor los mexicanos tenemos que esperar aún tres semanas más para ver el precio de este producto de la canasta básica baja de precio, y como cereza del pastel, también pidió a la ciudadanía que denuncie a la PROFECO a las tiendas que vendan el huevo arriba de diecisiete pesos el kilo, caramba, pues seguramente se tendría que denunciar a todas las tiendas del país.
Otra de las perlas declarativas del Sr. Ferrari es que sugiere a los ciudadanos que sería mejor que “en estos días mejor no compren huevo, que esas proteínas las sustituyan con otro producto”, seguramente los mexicanos deberemos comprar un corte de carne argentino, ¿verdad señor secretario?
Por último, este funcionario se convierte en agente de ventas de las tiendas de autoservicio al declarar textualmente “invito a los consumidores a que acudan a las tiendas afiliadas a la ANTAD” ya que dice que el huevo ahí está mas barato que en las centrales de abasto, con lo cual de ribete afecta a estas últimas.
En verdad resulta increíble la actitud de este tipo de funcionarios públicos, ya que cualquier otro con el mínimo de sentido común, desde el primer día que se tuvo conocimiento del problema hubiera autorizado la importación inmediata, libre o no de impuestos, pero debieron de preveer el seguro desabasto que se daría, o que ¿pensaron que podían obligar al resto de las gallinas del país a poner dos o tres huevos adicionales al día?, y en paralelo deberían de haber instaurado un programa emergente de apoyo a los avicultores, pues si estos ya perdieron once millones de gallinas, las tienen que reponer, y eso cuesta mucho dinero.
Total, que tuvo que intervenir directamente el presidente de la república y tomar el toro por los cuernos, y seguramente porque ya es fin de sexenio no despidió al señor Ferrari, porque en otras circunstancias ya estaría de patitas en la calle.
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