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viernes, mayo 9, 2025

El sentido común (en ocasiones tan escaso en los funcionarios públicos)

El sentido común, algo que la ciudadanía en general tiene a flor de piel (con sus excepciones por supuesto) pareciera que es algo que a las personas que se convierten en funcionarios públicos se les olvida o en automático desaparece de sus pensamientos al entrar al ambiente de gobierno.

Algunas decisiones tomadas por la autoridad resultan difíciles de entender, sin embargo, cuando son explicadas a los ciudadanos con argumentos sólidos y convincentes, las aceptamos y entendemos, ya que en ocasiones los ciudadanos sólo vemos una parte del problema y a corto plazo, es decir, no vemos todo el entorno global, y la autoridad si observa los problemas desde otra perspectiva más amplia, lo que hace que en ocasiones no estemos de acuerdo, pero que a la larga entendemos que esa era la solución.

Sin embargo hay algunas decisiones de la autoridad que por el lado que las veamos no tienen sentido, beneficio, utilidad o de plano son absurdas e inoperantes.

Parte de este problema quizás se deba a que todavía quedan muchos resabios del pasado, en donde la figura del jefe (presidente de la república, gobernadores, presidentes municipales, etc.) era similar a la del gran tlatoani, al ser supremo, quien todo lo que dice, piensa o decide es la última palabra y es correcto.

Este personaje nunca se equivoca y en ocasiones basta un ademán o un gesto de su cara para enviar una orden directa que todos están dispuestos a cumplir sin chistar y sin pensar si es correcta o no.

Y lo curioso de esto es que en ocasiones se presenta un contagio colectivo, como en los casos de los ayuntamientos, donde en ocasiones el presidente en turno presenta un proyecto, por inútil o costoso que sea, y los regidores y síndicos lo aprueban, y no solo eso, sino que hasta dicen que es el mejor proyecto que se les ha presentado en años.

Y resulta que ese mismo proyecto los ciudadanos lo ven de otra manera y lo califican tal como es, es decir, inútil y costoso, situación que no ven quienes lo aprueban, aunque también hay que decir en ocasiones si lo ven y no es falta de sentido común, sino intereses personales que cuidar.

Hay que decir que mucho de esto llega a suceder por la falta de participación ciudadana, ya que la autoridad en turno sabe que las decisiones que tomen serán acatadas y que la sociedad difícilmente tomará alguna acción para impedirla, ya no digamos para discutirla.

Y es que algunas decisiones en verdad resultan absurdas, como por ejemplo, el caso del edificio que supuestamente se destinaría para la instalación de la tesorería municipal en Irapuato.

Primero adquieren el edificio a precio de oro (el triple del precio que se pagó a un banco por su adquisición), presentando en esa ocasión un dictamen de protección civil donde se afirmaba que el edificio estaba muy bien construido y que tenía una vida útil de muchos años, con lo cual el ayuntamiento aprobó la sugerencia de compra emitida por el presidente municipal.

Tiempo después la misma dependencia (protección civil) emite otro dictamen donde dice que el edificio está a punto de caerse y que sugiere su demolición, y otra vez, el ayuntamiento, dócilmente aprueba su demolición y la solicitud del presidente en turno para construir ahí el edificio de la tesorería municipal.

Llega otra administración y dicen que el edificio construido no sirve para nada, que está incompleto, y que para poder utilizarlo “le tendrían que invertir mas de cuarenta millones de pesos”, con lo cual, nuevamente al ayuntamiento dócilmente aprueba la solicitud del presidente para ponerlo a la venta, y claro, pasó lo que tenía que pasar, nadie lo quiso.

Total que el edificio (y los millones del presupuesto municipal invertidos ahí) tiene varios años sin utilizarse con lo cual se está deteriorando y al final resultará aún mas caro ponerlo a funcionar.

Si el sentido común hubiera funcionado, para empezar, el edificio se hubiera comprado mucho más barato, segundo, no se hubiera destruido, sino que se hubiera ido adaptando poco a poco y ahora tendríamos un edificio funcional, pero como lo podemos constatar, ni una ni otra cosa se hizo.

Y si la actual administración aplicara el sentido común, tendrá que pensar en una solución práctica y sencilla, total, el gasto mayor ya está hecho, el edificio ahí está, así que pueden adaptarlo y terminarlo poco a poco, aunque sea con instalaciones eléctricas visibles, con divisiones, etc., tal y como lo haría cualquier ciudadano en su casa, así de sencillo, aunque más de algún funcionario diga que no se puede.

Vamos a ver si usan el sentido común o regresan a lo de siempre, ojala y opten por lo primero, porque ahí hay una inversión realizada con dinero de los irapuatenses y se está perdiendo.

Correo electrónico: gerpad@hotmai.com

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