“El viaje del elefante”, es una divertida y tierna novela que fue extraída de una historia verídica del Siglo XVI entre la nobleza europea, y que Saramago lo relata en su muy peculiar forma de abordar los temas, y en la que deja ver las virtudes de los seres humanos, entre ellos y en particular, a otro ser vivo, que a pesar de su cautiverio, no se le llega a maltratar.
El personaje principal de la trama es Salomón, un elefante asiático que le fue obsequiado en algún momento a la pareja real, Juan III de Portugal (al que le llamaban “El Piadoso”) y Catalina, su esposa, Reyes de Portugal casi a finales, como ya lo dije, del Siglo XVI.
Otros personajes que aparecen en la trama son: Maximiliano II, Monarca de Austria y regente de España (no confundirlo con Maximiliano, aquel que vino a usurpar un lugar en la historia de México, tres siglos después, en el siglo XIX, y que fue fusilado por su osadía); María, la esposa de Maximiliano II e hija de Carlos V; Pedro de Alcoçova Carneiro, Secretario del rey Jorge III; Subhro, que significa blanco, quien es el cornaca (cuidador) hindú del elefante. A este personaje, Maximiliano le cambiará el nombre por el de Fritz, algo más austriaco.
Todo inicia en la alcoba real en Portugal, donde a expresa duda del Rey, la Reina le propone que para equilibrar el regalo de bodas que se le hizo a Maximiliano II, le sea obsequiado Salomón, paquidermo que había tocado tierra en Portugal, como una atracción, que de pronto dejó de serlo.
Y así empezará la penúltima obra de Saramago, que escribió durante un lapso grave de salud, y que concluyó dos años antes de fallecer. Se publicó un año después, en 2009, casi al mismo tiempo de su última novela, “Caín”, otra gran obra maestra, que en algún momento reseñaré.
Continuando con la obra que estoy comentando hoy, diré que leer a Saramago, es una aventura singular, primera por su gran versatilidad de temas, por la profundidad que profesa en cada una de ellas, pero sobre todo, por esa forma de plasmar sus ideas en papel, sin respetar muchas reglas que dicta “el buen escribir”, que en caso de que lo revisará cualquier Comité que dictamina una obra, jamás le permitiría ver la luz. Pero es precisamente el punto medular de Él. No hay un Comité que le pueda exigir, que “rehaga” su obra, por tener todos esos “ataques graves” a la Academia de la Lengua. Libre, como siempre lo fue al escribir sus obras, es uno de los encantos del autor. ¿No me cree? Aventúrese a leer alguna de las obras que ha escrito, y que en esta sección he documentado algunas (Las intermitencias de la muerte, Ensayo sobre la ceguera y Ensayo sobre la lucidez), para que pueda decidir cuál le apetece más leer.
Y continuando un poco más con esta peculiar obra, solo puedo decir, que de todo lo que he leído de este gran autor contemporáneo, no me había tocado leer algo de este estilo entre sus muchos trabajos literarios. Es por eso que me atrevo a recomendarla. ¿El final?, ya sabe que nunca cuento ninguno, pero sí puedo advertirle que es una cosa sublime. Digna del autor.
La próxima semana la recomendación será “Los doce sellos” de Gabriela da Silva, una joven escritora, oriunda de la Ciudad de México. Licenciada en Letras Modernas. Escribió esta, su primera obra, a los veinticuatro años de edad, que versa sobre un reino imaginario que deja ver las diferencias sociales.
Estimado lector(a), espero su comentario al correo que viene al final del artículo. Después que tenga oportunidad de leer esta pequeña crónica, o mejor, si lee la obra, le solicito me haga favor de honrarme con su opinión, y de esa forma podamos compartir las sensaciones que le provocó esta recomendación.
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