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jueves, abril 18, 2024

Levantar un muro a 30 años de la caída del muro de Berlín

Por Miguel Vilches Hinojosa*

 

El 9 de noviembre de este año se celebrará el 30 aniversario de la caída de un muro: el de Berlín. En principio un nuevo orden mundial ha surgido desde aquella época de bipolarización entre el mundo socialista y el mundo capitalista.  Entonces, ¿por qué surge otra vez la idea de levantar muros? En específico me refiero a la construcción de un muro a lo largo de la frontera de más de 3 mil kilómetros entre Mexico y Estados Unidos, la cual ha sido una propuesta de campaña política de Donald Trump que ha defendido como una fórmula para detener a los migrantes irregulares provenientes de México y terceros países que usan el territorio mexicano como plataforma para internarse en Estados Unidos. En la lógica del presidente del vecino país del norte eso disminuiría la criminalidad en su país.  Desde el punto de vista político esto tiene al menos dos perspectivas de análisis.

La primera -de carácter más filosófico- tiene que ver con dos posiciones generales de política migratoria que son radicalmente opuestas. La primera es la que defiende una política migratoria restrictiva y criminalizadora de los extranjeros inmigrantes -sobre todo los no autorizados- que provienen de países con altos índices de pobreza, violencia e instituciones débiles. Esta es la posición que refleja en su discurso Donald Trump, la cual es compartida por otros dirigentes nacionalistas y conservadores del mundo, que asumen que el origen de sus problemas viene de afuera. Implica, entre otras cosas, la noción idealizada de un “nosotros” los de dentro, que son más civilizados y la noción de los “otros” los de fuera, que son bárbaros y traen la catástrofe, por eso es necesario levantar un muro, para librarnos de ese mal externo. La otra postura defiende el derecho humano a migrar. El libre tránsito por encima de las fronteras nacionales, las cuales son una consecuencia secundaria de la condición primigenia del ser humano en movimiento por este planeta.  La migración es co-originaria del ser humano moderno. Esta posición es defendida por algunas organizaciones defensoras de derechos humanos, como los movimientos altermundistas que sostiene que otro mundo es posible. Un mundo nuevo que nos llevará a la superación del nacionalismo y de las divisiones que se han impuesto al pertenecer como ciudadano de uno y otro estado.

Desde luego, entre estas dos posturas opuestas hay un gran número de posiciones que matizan y proponen alternativas a las políticas migratorias.  Desde estas perspectivas, se afirma que pueden ser compatibles tanto la soberanía de los Estados para determinar las medidas para controlar la inmigración de extranjeros a su territorio del modo que cada uno disponga y los derechos humanos de todas las personas sin distinción de nacionalidad, así como la necesidad de construir sistemas humanitarios de asistencia a las personas que se ven obligadas a migrar por causas económicas, políticas, sociales y culturales.

La segunda perspectiva de análisis – de carácter más práctico- es la que se refiere a la eficacia de combatir la migración irregular -y por tanto la criminalidad- a través de acciones que implican el bloqueo de las libertades de circulación sea por medio de barreras, muros, vayas o con sanciones penales, o bien por el uso de las fuerzas policiales y/o militares.  La gradualidad de estas medidas dependerá de la severidad de quién está en el poder y sobre todo de la popularidad que obtenga al interior del muro.  Hay un debate importante entre los expertos que estudian estas medidas del control y bloqueo de la migración irregular. Un estudio clásico que se denomina “Crontrolling Inmmigration A global Perspective” Editado (2014) por la Universidad de Stanford en California, contiene una revisión sistemática de las políticas de control de la inmigración de 50 democracias industrializada alrededor del mundo. De la consulta de este texto obtengo tres conclusiones, entre otras muchas: La primera es que estas medidas son relativamente eficaces porque logran los objetivos que se plantean de manera momentánea, pero la demanda de trabajadores migrantes de esos mismos países actúa como una fuerza irresistible que hacen que esas medidas de control pierdan vigencia, flexibilizándose o siendo superadas para que los migrantes irregulares generen otras estrategias de ingreso y permanencia en el país.  La segunda conclusión es que las consecuencias negativas que generan en la vida de las personas migrantes son muy graves porque las estrategias de ingreso de modo irregular a los países que tienen esa demanda de inmigrantes implican trayectos más riesgosos y la profesionalización de las redes de tráfico de personas migrantes. El costo humano es elevadísimo e implica mucha crueldad. Finalmente, en tercer lugar, el uso político-electoral de estas estrategias que movilizan la hostilidad al interior del muro no repara en las falacias discursivas que generan una falsa idea de los “otros” los que vienen de afuera, en el sentido de que todas las personas migrantes son criminales o potenciales terroristas. Eso es una falsedad y solamente mantiene la visión unilateral de la parte dominante del estado-nación huésped, sin reparar en la realidad de las experiencias humanas de los “otros” que vienen de fuera.  Quitándoles su revestimiento de humanidad.

Tomando en cuenta lo anterior, la propuesta de construcción de un muro a lo largo de toda la frontera entre México y EE.UU. se antoja una de las peores decisiones de política migratoria de los años recientes, no sólo porque se exige con ultimátum/chantaje que ha provocado el cierre gubernamental más largo en la historia de Estados Unidos (35 días, afectando alrededor de 800,000 funcionarios federales) y coincide con el treinta aniversario de la caída del muro de Berlín, sino porque da la impresión que las consecuencias no deseadas que acarrea en términos humanos, parecen no haber sido consideradas generando una hostilidad generalizada hacia los inmigrantes extranjeros en las principales democracias industrializadas, otrora “paladines de las libertades.” A la vez, que da la impresión de que el levantar un muro no tiene relación con la eficacia de controlar la inmigración, es decir que la finalidad de esta propuesta no pretende conseguir el control de la inmigración irregular -y por ende de la criminalidad-, sino que tiene un objetivo diferente. ¿A saber cuál? Por ahora, el pasado viernes 25 de enero se ha reabierto el gobierno federal de EE.UU. por tres semanas, con la amenaza de volverse a cerrar si los demócratas no otorgan los fondos que el presidente necesita para la construcción del Muro. Por ahora, parece una de las peores derrotas políticas de Donald Trump.

 

*Profesor del Departamento de Estudios Políticos y de Gobierno. División de Derecho, Política y Gobierno. Universidad de Guanajuato.

 

 

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