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viernes, octubre 4, 2024

Libros y autores desde Chile (Segunda parte)

Por Pedro Mena Bermúdez

No dudo, como afirma Víctor Quezada en la contraportada del Cristo Barroco (Cinosargo, 2012), que Daniel Rojas Pachas, “es antes que nada un lector”.  Sin embargo, me parece una nota obvia, incluso pobre, pues reduce esta obra, y al autor de paso, a una operación libresca, donde a tono correctivo, se menciona la incursión biográfica como una de tantas estrategias. Difiero también de lo suscrito por Víctor Quezada en cuanto señala al Cristo Barroco, desde el lector, como lectura que propicia comodidad. En fin, y no es alegato, el Cristo Barroco que leí es otro. Las diferencias entre la lectura de Quezada y la propia no son a tono de controversia, las tomo como, en todo caso, indicio de riqueza que despierta el libro de Daniel Rojas Pachas.

El Cristo Barroco no está plagado de citas y epígrafes a diestra y siniestra. Decir plagado es decir enfermo, falto de lozanía, “disperso”, casi muerto, todo lo contrario al contenido del Cristo Barroco. Los guiños, a partir de citas textuales, no tienen una función univoca y exclusiva de referencia a otro texto, a otra lectura; refieren e indican también estados emotivos, pulsiones, sobresaltos de admiración. Lo mismo sucede con los epígrafes, esas joyas que el autor comparte no sólo como legado de su cultura libresca, no sólo como estrategia en la vorágine de entrar o escapar a cierta tradición literaria respecto de la confección y entramado del poema. El epígrafe, refería el docto de la brevedad Julio Torri, es una liberación espiritual dentro de la fealdad y pobreza de las formas literarias oficiales, y deriva siempre de un impulso casi musical del alma.

En el Cristo Barroco de Rojas Pachas la cita, el epígrafe y, sobre todo, el poema se conjugan para ofrecer al lector un concierto de música barroca impura, escuchada no desde la comodidad de la butaca en una sala de conciertos, ajena al ruido del exterior, sino presente en el oído como recuerdo, como presencia reacia al olvido, como registro musical mestizo.

En algunos poemas me fue difícil establecer el vaso comunicante entre el epígrafe. Y lejos de ser esto menoscabo para su lectura, resultó ser una clave que me recordó otra vez a Julio Torri al referirse al epígrafe: “A veces no es signo de relaciones, ni siquiera lejanas y quebradizas, sino mera obra del capricho, relámpago dionisíaco, misteriosa comunicación inmediata con la realidad.

Valgan estas palabras como otra lectura, una de tantas posibles, del Cristo Barroco de Daniel Rojas Pachas, no tienen por cometido el obligado y sesudo comentario crítico, ni tampoco prefiguran la exegesis literaria de una probable tesis. Son estas palabras, sin mayor demanda, una breve intromisión previa a esta selección de poemas del Cristo Barroco que aquí comparto.

 

[Nada se pierde con vivir, ensaya; aquí tienes un cuerpo a tu medida.

Lo hemos hecho en sombra por amor a las artes de la carne

Siempre puedes pensar que fue el tren el que se arrojó a ti.

PAULA SINOS MONTOYA – Estorbo

 

La pregunta no encierra misterio alguno

¿Eres feliz?

La pregunta en todo caso era otra…

Y su misterio será menor.

¿Por qué duele tanto?

 

“Voy a esperar en este lugar donde el sol nunca brilla”

 

y hablar

desde la ingenuidad de la poesía, hablar con los puños, a gritos…

pretendiendo tartamudos, que aún puede decirse algo nuevo

o más incierto todavía…

Entenderse.

 

Sin tener mucha conciencia de aquello…

O esto en mis manos,

Resulta sencillo afirmar

-Todo ha sido una derrota-

“Todos esos arrestos, todas esas confesiones obtenidas en este cuarto, ilegalmente o de cualquier modo… ¿toda la droga tomada de las calles de esta noche… para qué? …debes sentirte muy orgulloso. Esto es lo que el héroe deja al cruzar la puerta”

 

Al menos hemos sacado en claro

uno que otro generoso silencio…

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