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miércoles, abril 30, 2025

Los enanos

Por: Ernesto Sánchez Pineda*

 

El pensamiento avanza a trompicones, pero en seguida la nebulosa se abre con una claridad aterradora. En medio de la imagen: los ojos de un pequeño enano errático que deambula por las calles en la noche asesinando perros que huyen de sus casas por diversión. Cometiendo, al mismo tiempo, actos de vandalismo en las casas de las mujeres que lo han rechazado.

El miedo se apodera de ti, porque los enanos, quieran o no, siempre han sido temibles. Se despiertan ya cuando van caminando y se lanzan contra las manos de los amigos con rabiosas mordidas. Sabes bien que los más conscientes de su naturaleza, con esta finalidad, se afilaban los dientes con una pequeña lima, así, cuando cerraban la quijada sobre una presa, sus mordidas eran más efectivas. De los retazos que desprendían de sus víctimas separan la piel, y con el robo elástico decoraban los cojines que lucían orgullosos en los muebles de sus casas, donde recibían a todos con una sonrisa blanca antes de ofrecerles té o café. Muchos invitados no sabían la procedencia de las pieles sobre las que estaban reposando, tranquilos; si hubieran sabido morirían en un suspiro, con una última y fuerte inhalación de realidad que les pegara de frente.

Pero los enanos son ambivalentes, de día suelen ser buenos anfitriones, amigos, que provocan que las ideas perturbadoras de la cotidianidad se desvanezcan durante la plática. Tienen el don de hacer sentir que todas las cosas son pasajeras, triviales. Un encanto heredado de una convivencia hace centurias con los seres mágicos que nos han parido. Todavía hay algunos que viven por este código, pero cada vez son los menos. No se dejen engañar, los otros, los que debemos temer, son amables por conveniencia, pero salvajes por determinación. Esta condición es el resultado de un odio cargado por siglos de injusticias, por ser objetos de burlas y humillaciones públicas y privadas. Un enano nace sin posibilidades porque este gravamen corre ya por su sangre.

Orillados por su condición marginal, los enanos comenzaron a experimentar sobre los fetos que sus queridas cargaban. Inyecciones, cirugías, pastillas no aprobadas, fueron la base, después de un sinfín de intentos, de una nueva creación: un enano sin las dimensiones de su raza. Un acto revolucionario en la ciencia, un acto que determinará, a final de cuentas, el destino de la humanidad. Desde ese día, hace un par de siglos, hasta ahora, los enanos se han encargado de infiltrarse de una forma u otra a todos los puestos de importancia en el gobierno y la milicia. Esta red de involucrados puede rastrearse hasta en los poblados más alejados de las civilizaciones. Por años, estos personajes, que antes eran sometidos y avergonzados, ahora se han dedicado a hacer que la humanidad pague por sus errores. Han derruido desde los cimientos sus más grandes logros, y cuando se busca un culpable, en la hora del juicio, sólo se tendrá en el estrado a un enano que la mayoría de los ojos inexpertos no podrá identificar como tal.

El camuflaje perfecto, que ni el diablo, con sus años de experiencia, ha logrado desarrollar con tanto éxito.

No se puede hacer nada ante tal avanzada, los enanos, con su espíritu putrefacto, están en todos lados. Han cambiado el tamaño de su cuerpo por pedazos de un alma que solía ser fantástica. Ahora son sólo añicos de lo que solía ser una de las grandes razas milenarias. Sin embargo, a pesar de su poderío indiscutible, su odio hacia los demás se sigue expresando. Tal vez, en este punto de la historia, ésta sea su única debilidad. Una determinación por la aniquilación causada por un sentimiento de inferioridad que los consume.

Para el ojo aguzado no es difícil localizar a estos seres: desconfíen de todo aquel que los invite a su casa y muestre una amabilidad que contrasta con su aura, de aquellos que ostenten trofeos de sus ataques, (una medalla, un galardón, un libro); pero sobre todo, si los cojines de la sala son de una tela que ustedes desconocen, si proceden de una villa exótica de un país oriental, desconfíen y abandonen el lugar sin prisas ni sospechas, porque si las causan por la noche los pueden ir a cazar.

A pesar de todo, muchos investigadores que se han volcado sobre el tema sugieren que los enanos han perdido el gen violento que los caracteriza, que incluso han logrado desarrollar una cierta clase de humanidad con el fin de adaptarse a la sociedad con mayor efectividad. Que se mezclan con tal propósito. Caen en un error. Todas las acciones en las que se ven involucradas sugieren lo contrario. Saben, a conciencia, que su alteración genética producirá otro enano, un aliado más al ejercito de sangre y muerte. Y si alguna institución promueve la reformación de estos seres, hay que estar convencidos que ha sido tomada ya por ellos.

No se puede confiar en un enano porque viven pensando en la venganza. No se puede confiar en un enano porque no está en ellos la humanidad de las personas. Son un pueblo que ha involucionado a un estado de peligro y de terror. Somos nosotros desnudos ante el espejo. Es nuestro ser mutilado de todo lo que nos hacía grandes. Uno y todo: el triste futuro de todas las razas.

 

*Ernesto Sánchez Pineda (San Luis Potosí, 1982). Licenciado en Letras Españolas por la Universidad de Guanajuato y Maestro en Literatura Hispanoamericana por el Colegio de San Luis. En 2011 ganó en el rubro de Jóvenes Creadores, la beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (FECA) en San Luis Potosí y, en 2015, en el mismo rubro, la beca del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA). 
Twitter: @netaz16

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