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jueves, abril 25, 2024

Los jóvenes se hicieron viejos…

Uno o dos años después del golpe de estado en Chile se llevó a cabo una reunión en México con un grupo de refugiados sudamericanos a los que el país había dado asilo. Dominaban los chilenos, pero había también uruguayos, argentinos y de otros países entre los participantes. Recuerdo que uno de los oradores por parte de México, el país anfitrión, era un viejo sindicalista cuyo nombre he olvidado, pero que pertenecía al Sindicato Mexicano de Electricistas si no me equivoco. El tema de su intervención fue una analogía, que se antojaba muy lógica, entre lo que había ocurrido unos 30 o 35 años antes con la llegada de los refugiados europeos, mayormente republicanos españoles –aunque no exclusivamente– y la que en ese momento ocurría con los compañeros sudamericanos.  Habló de cómo ese grupo diverso de hombres y mujeres que tenían en común huir de la injusticia en sus países habían inyectado nuevos bríos y nuevas ideas en muchos puntos de la sociedad mexicana; era, según él, sobre todo gente de izquierda que aportaba en muchos campos su visión y su experiencia, útil y necesaria en la construcción de una mejor sociedad.  “Pero aquellos jóvenes se hicieron viejos”, terminó diciendo, “y los viejos se hicieron ricos y se les olvidó la lucha social. Esperemos que eso no pase con ustedes.”

Muchos años después el esquema se repite.  Tenemos caravana tras caravana de migrantes, esta vez centroamericanos, que se ven obligados a dejar sus países, sobre todo los tres del triángulo del norte: Honduras, El Salvador y Guatemala. Migrantes en busca de nuevas oportunidades, de preferencia en los Estados Unidos, para lo cual tienen que cruzar por nuestro territorio generando un cierto número de protestas en algunos medios entre nuestros paisanos.

Parece que no acaba de quedar claro que la gente, en su mayoría, no se lanza a esta aventura por deporte.  Tiene que estar muy desesperada para dejarlo todo, aunque sea poco, y buscar rehacer o incluso salvar su vida y la de sus hijos en otra parte.  También es curioso que la gente no recuerde más de cien años de política destructiva norteamericana en Centro América.  Una larga sucesión de golpes de estado, corrupción, acuerdos leoninos para defender los intereses de las compañías frutícolas y acuerdos arancelarios que benefician la importación y no la producción local han terminado por crear un ambiente político enrarecido y una mala situación económica.  Esto tiene como consecuencia la proliferación de grupos delictivos organizados como las tristemente célebres maras, que a falta de otras formas de ganarse la vida lo hacen con el delito, generando un ambiente intolerable de inseguridad y falta de oportunidades.  Tan no se entiende el proceso y sus consecuencias que la genial alternativa que plantea el presidente Trump es quitar el apoyo social que dan los Estados Unidos a esos tres países como represalia por las caravanas, por lo visto sin darse cuenta que con eso justamente exacerba el problema.  Se habla como si todos los que vienen fueran delincuentes, prostitutas, gente indeseable.  Seguramente habrá algunos, ya lo acepté una vez, pero no se puede descalificar a miles que vienen de buena fe y desesperados por un pequeño grupo que aprovecha la oportunidad de mimetizarse en la masa.

México es de los países que sí firmó los acuerdos de Marrakesh el año pasado y ha sido un país de acogida de toda la vida, nuestra población incluye un porcentaje no despreciable de migrantes o descendientes de migrantes de Europa, norte y sur América y Asia.  Eso nos crea una obligación moral para intentar darle una solución al problema, y no ignorarlo rechazando de entrada a quienes piden asilo.

Pero nada de todo esto parece servir de argumento.  Entre las voces que protestan y para mi gran sorpresa he podido detectar personas que son descendientes de aquellos refugiados, económicos o políticos, pero que migraron a nuestro país buscando mejores oportunidades para ellos y sus hijos, los hijos y nietos de aquellos jóvenes que se hicieron primero viejos y luego ricos.  El concepto de solidaridad parece haberse perdido en esta asimilación a nuestra cultura, que es mestiza en el sentido más amplio.

Dice el genial caricaturista Quino por boca de Mafalda, su personaje principal: “Resulta que si uno no se apura a cambiar el mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno”.

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