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jueves, abril 25, 2024

Los Oscar de este año me dejaron callado

León, Gto.- Desde que tengo memoria una de las tradiciones que más me unen con mi madre es sentarnos a ver los Premios de la Academia de Ciencias y Artes Fílmicas o los OSCAR, término que ya se ha adoptado como el formal para referirse a estas estatuillas doradas desnudas. Es una tarde/noche de sentarnos en un sillón, comer porquería y media, escuchar sus opiniones de los vestidos, y ocasionalmente traducirle los discursos mientras ella suelta lágrimas, en parte por sentir emoción de ver a una persona agradecida, en parte porque en un punto de la vida su retoño pensó lograrse en un ámbito profesional fílmico.

Esta noción de tradición y melancolía persiste todos los años, pero conforme he crecido, me he dado cuenta de que los premios de la Academia no son más que una falacia, una que frente a la tradición, llegan a doler. Una entrega de premios que no van destinados al mérito propio de una película pero sí a unas campañas desdeñables y contradictorias, inauguradas por una figura infame del medio que al final, dictaminan más frecuente de lo que quisieramos, el que una película sin valor más allá de la ceremonia será recordada en el evento como “la mejor”. Creces y conforme ves al pasado, entiendes el presente y posible futuro. Tus favoritas nunca obtienen premios, las películas que son recordadas por ser las más influyentes de la historia pierden contra obras risibles, y los discursos políticos que envalentonan el alma y hacen pensar en un crecimiento social, en realidad son intentos futiles de hacer cambiar a un modo de pensar que no combina con la selección final de filmes.

Así ha pasado un gran número de veces, más de las que uno podría pensar y de entre las que recuerdo son:

  • Rescatando al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998) perdiendo frente a Shakespeare Enamorado (John Madden, 1998).
  • El señor de los anillos: la comunidad del anillo (Peter Jackson, 2001) perdiendo frente a Una mente brillante (Ron Howard, 2001).
  • El señor de los anillos: Las dos torres (Peter Jackson, 2002) perdiendo frente a Chicago (Rob Marshall, 2002).
  • Crash (Paul Haggis, 2005) ganándole a Munich (Steven Spielberg, 2005) Brokeback Mountain (Ang Lee, 2005).
  • 127 Horas (Danny Boyle, 2010), La red social (David Fincher, 2010), Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010) y Temple de acero (Los hermanos Coen, 2010) perdiendo frente a El Discurso del Rey (Tom Hooper, 2010).
  • El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) Medianoche en París (Woody Allen, 2011) perdiendo frente a El Artista (Michel Hazanavicius, 2011).
  • Amour (Michael Haneke, 2012) Django sin cadenas (Quentin Tarantino, 2012) perdiendo frente a Argo (Ben Affleck, 2012).
  • Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015) perdiendo frente a Spotlight (Tom McCarthy, 2015). 
  • Roma (Alfonso Cuarón, 2018) perdiendo frente a Green Book (Peter Farrelly, 2018).

Es precisamente la última con Green Book que dejaba claro el limitante problema de la Academia, porque no importa los factores de progreso que pueda tener, si al final de cuentas la película más conformista repite patrón  y gana, volviéndose una película que suaviza el problema racial y que además, de manera obscena, lo hace percibir como algo del pasado… irónicamente repitiendo un patrón de 30 años con casi los mismos involucrados.

La ceremonia de ayer no era precisamente una que esperaba, en la página y especiales a los que asistí marqué mi inconformidad, pero también es cierto que había un velo de esperanza por que este año a diferencia de varios, no había un registro tan obsceno de omisiones o de una película que no tuviera cabida en la categoría de mejor película… particularmente con el caso de Bong Joon-Ho, quien con su Parásitos (2018) se mostraba de manera notoria en la ceremonia: un filme de comedia negra que habla sobre la lucha de clases que se adapta de manera universal, apreciada por el sector de Hollywood millonario y dependiente de los sectores bajos al que tanto había estado tachando de snobista en las semanas previas.

Todo estaba apuntado a que obras conformistas como 1917 (Sam Mendes, 2019) Joker (Todd Phillips, 2019) obtuvieran el premio mayor, pero Parásitos lo ganó, y no sólo eso: ganó premio a mejor película internacional. Es la primera en su tipo en obtener el doble galardón de la noche, una película que se muestra como prueba de que el cine internacional a comparación del norteamericano propone cosas más valientes y relevantes, películas que pasan la barrera del tiempo y que cuando se observa a la década o el año, tienen un valor más significativo.

La victoria de Parásitos revela una cosa: si bien las campañas de falso prestigio siguen siendo el modus operandi de la noche y es algo muy complicado de eliminar, la representación votante está alcanzando niveles más allá del típico blanco octogenario blanco. La representación que no se obtiene en películas nominadas termina siendo celebrada con las películas que sí alcanzan a llegar, y si bien esto significa una mayor apertura a más naciones obteniendo el galardón o nominación en todas las categorías permisibles, tampoco es que sea un señalamiento de corrección política que muchos llegan a mencionar.

El mundo cambia constantemente, es obvio que esto iba a afectar a los OSCAR… solamente que no estábamos preparados. Y así como muchos que ya le habíamos vendido el alma al diablo para las apuestas, el hecho de perder en la gran noche de los hombres dorados hoy por hoy, no duele: se celebra.

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