Empecé a marchar en el 2018, sin conocer a las mujeres que marchaban/rodaban a mi lado; ahora me siento gozosa de marchar en contingente de mamás e infancias.
Un par de años he llevado esta frase: “Marcho por ti QUE NO PUEDES, y marcho por ti que AÚN NO ENTIENDES”
¿Quiénes no pueden marchar?
Las cautivas, las sometidas, las desaparecidas, las ultimadas, las enfermas, las que cuidan a otros, las que su trabajo no se los permite, las niñas, las que tendrían que ir a escondidas de su familia o pareja…
¿Quiénes no entienden?
Las que sus creencias no les permiten ver el machismo y violencia en el que viven y que ni aún con el privilegio se salvan de él. Pero no las juzgo, yo también he tenido un proceso de reflexión y consciencia para llegar a las calles y poder decirme feminista con orgullo.
No estoy en contra de los hombres, sino del patriarcado y lo hegemónico que nos lastima a todos.
Marcho por mis ancestras que padecieron un matriarcado patriarcal.
Marcho por mis hijes y por los tuyes, para que no tengan que caminar con miedo ni asumir la violencia económica, psicológica o física como “normal”.
Marcho porque lo individual también es un acto político para generar cambios reales, no sólo la catarsis de un día de sororidad.
Y marcho para cada día hacer más consciente el patriarcado que aún habita en mí e ir disolviendo esas costras de mi piel.
Pero los motivos para marchar y manifestarse son tantos como las mujeres que acudimos a manifestarnos , como ejemplo Mayte:
“Marcho porque el mayor terror de mi vida siempre fue tener una hija. No quería que tuviera una infancia como la mía, escondiéndome bajo la cama, para evitar los abusos de mi “hermano” mientras mis padres no estaban.
O del cerdo maestro en la secundaria que me acosó, tocó y manipuló. Y para cuando tuve el valor de acusarlo, dijeran que fue por llamar la atención y porque quería calificación más alta.
O el maestro en la universidad que me dijo: “ya estás grande, ya aguantas ¿Motel o qué?”
No quiero que mi hija sienta miedo de salir a la calle y escuchar unos pasos cerca, de temer el constante acoso.
No marcho por mí, esas heridas – gracias a mis ovarios y años de terapia – solo son una profunda cicatriz que me recuerda, no lo que sufrí, si no lo que vencí; como la vez que tomé una botella de cristal y la estrellé en la cabeza del patán y jamás me volvió a tocar; me recuerda esa fuerza que puedo llegar a tener.
Marcho por ella, para no sepa ni por un segundo lo que es estar callada. Marcho por ella, porque no estoy dispuesta que sienta ni un ápice del terror que yo sentí, marcho porque no importa lo que pase yo sí le creo… yo sí le creeré….”.
Si tú también quieres marchar por tus hijas e hijos, te esperamos en la fuente frente al Arco de la Calzada en León, el viernes 8 de marzo a las 4 p.m. para marchar con el contigente a las 5 p.m. Somos Femi-Mamás.