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jueves, abril 25, 2024

Mientras agonizamos

Las noticias alarmantes en el ámbito de la ecología se suceden: la World Wildlife Fund (Fondo Mundial para la Naturaleza) y la Sociedad Zoológica de Londres publicaron recientemente un estudio mostrando que entre 1970 y 2014 la tierra ha perdido un 60% de la fauna silvestre; esto, junto con otras estimaciones de pérdidas en corales, insectos, plantas y demás seres vivos muestran un deterioro acelerado y muy alarmante de nuestra biodiversidad.

Hace escasamente un mes el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU ya había advertido que el calentamiento global está avanzando más rápido de lo que previamente se había pensado, la ventana para reaccionar como humanidad podría cerrarse en apenas doce años, o sea en 2030.

Dos catástrofes paralelas: la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, y sin embargo en los medios es poco lo que se habla del tema y uno tiene la impresión de que es menos aún lo que se hace.  No es que el asunto sea nuevo, o que no haya un interés formal por parte de organizaciones y gobiernos, ahí están las conferencias mundiales sobre el tema, pasadas o próximas a llevarse a cabo.

En 2014 Naomi Klein publica This Changes Everything; en 2015 surge la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco. Se podría pensar que si dos corrientes aparentemente distantes entre si toman conciencia y se unen en el reconocimiento de un problema común a la humanidad vamos en el camino de la solución, pero creo que no es así. Ni conferencias, ni literatura, ni la toma de posición de la cabeza de la iglesia católica parecen incidir en nuestra vida cotidiana. Lo que sigue ocupando la mente y la vida de las personas es la economía, o mejor dicho la ganancia económica.  Para muestra bastaría considerar la cantidad de tinta (por decirlo de algún modo) que corrió y aun corre a propósito de la cancelación o no del nuevo aeropuerto de la ciudad de México. Es cierto que, por parte de quienes pensamos que debe detenerse, las consideraciones ecológicas juegan un papel importarte, pero en el otro bando lo que impera es la situación financiera, la caída de la bolsa, la paridad con el dólar y los empleos perdidos como si solo con un aeropuerto en ese sitio pudieran mantenerse, en suma puras consideraciones económicas: business as usual.

El estudio sobre la biodiversidad citado abarca un lapso de cerca de 40 años, no creo que sea una casualidad que ese sea más o menos el mismo periodo en el que el modelo de absoluta libertad de los mercados (también llamado Neoliberalismo muy a pesar de algunos economistas que afirman que tal cosa no existe) ha adquirido total control sobre la Tierra.  Es evidente, al menos para mi, que si lo único que cuenta es la ganancia económica las selvas de Borneo pueden convertirse en aceite de palma y que los orangutanes se apañen, ellos no tienen un valor monetario por ahora.

Yo no se si la vida imita al arte o es a la inversa como a veces se afirma, pero el escenario actual en el que se desenvuelve la humanidad, o al menos la relativamente pequeña parte de ella en la que me muevo, me recuerda la película Melancolía de Lars von Trier.  Sin ánimos de estropear su disfrute para aquellos que no la han visto, cuento solo que von Trier nos presenta una trama muy humana y muy compleja de amor, desamor, depresión y relaciones entre parejas, amigos y hermanas que se desenvuelve en un mundo que está a punto de desaparecer por el choque con un planeta extraño, llamado Melancolía, y que de repente apareció en el espacio justo en la trayectoria de la Tierra. No es que los habitantes de esta ficción no lo sepan, simplemente siguen con su vida y sus afanes como si no pasara nada.

Así veo nuestra posible agonía como especie, persiguiendo fines y defendiendo cuestiones que podrían perder todo sentido, junto con la vida como la conocemos sobre la tierra, antes de la mitad del siglo.

 

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