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martes, abril 16, 2024

Misión Imposible: Repercusión (2018)

Cada que aparece una nueva entrega de Misión: Imposible, surge la eterna plática de qué consumimos respecto al cine de acción y sobre la posición del más reciente episodio de la saga de Ethan Hunt en el panteón de infaltables de dicho género, lo cual no es sorpresa porque es una de esas franquicias tan peculiares desde su concepción a la pantalla grande.

Tom Cruise  logró convencer a Paramount de ser el encargado de los derechos a la hora de adaptar Misión: Imposible por allá de 1996, obviamente buscando un vehículo estelar para él y demostrar su capacidad dentro del ámbito de Hollywood, situación que recibió muchas críticas desde su primera entrega en donde básicamente se deshacía de la premisa principal de la serie –según muchos puristas- y quedaba él con el título de la franquicia, sin personajes que le ataran conexión alguna a la serie de televisión.

Lo que fue un repudio por parte de un berrinchudo Cruise dio como resultado una película de espías muy ajena a los estándares de Bond por parte de Brian De Palma, y un éxito de taquilla inesperado, que le dio control a Cruise del proyecto en lo que trataba de convencer al mundo de que sí era un actor de renombre fuera de la franquicia y un actor que traía millones de dólares.

A pesar de la imagen berrinchuda y loca que tenemos de él, su cuidado respecto a Misión Imposible es destacable, porque lejos de hacer una película cada año, se detiene a desarrollar un proyecto con directores invitados que además le dan un sabor increíblemente singular a cada una de las películas que se ha presentado: dígase el tratamiento serio de De Palma, la visión exagerada de John Woo, el truco de la caja misteriosa con J. J. Abrams, la inutilidad de los aparatos con Brad Bird, y la concepción más compleja del universo planteado y el némesis del IMF con Christopher McQuarrie.

Es precisamente McQuarrie quien ofrece algo inédito a la franquicia, porque repite su labor como director y por primera vez, plantea una historia en seguimiento dentro de una franquicia que se podía ver como un microcosmos de estilos por proyecto.

¿Esta apuesta funciona? Sí, y mucho.

Han leído y escuchado hasta el cansancio de que Misión Imposible: Repercusiones es la mejor película de acción en años, y lo es, dentro de sus propios términos (porque si somos honestos Mad Max: Furia en la Carretera [George Miller, 2015] sigue invicta). McQuarrie lleva dos películas sabiendo conectar la trama con el momento específico de la acción que llegan a ser creativas, y manejadas con la visión de un artesano del estilo. Sea una secuencia de paracaídas por Francia, una pelea dentro de un baño público (la más lograda), una persecución contra la policía y la batalla entre dos helicópteros, McQuarrie plantea los momentos sabiendo apostar por el poco uso del CGI ofreciendo espectáculo, del que también viene a aportar Tom Cruise, quien lleva una escuela de actuación y ponerse a riesgo tal y como lo llegaba a hacer Buster Keaton… en serio: dos actores que sobrellevan su falta de reconocimiento consagrando su vida, mentalidad y poder físico para la puesta en escena.

Es por ello que Cruise saltando de un helicóptero, fallando un salto o yendo a toda velocidad en motocicleta con una mirada de emoción –y un tanto miedo- hace que nosotros tengamos esa conexión, y que de verdad creamos que lo que sucede en pantalla es posible, su día a día.

Pero lo más logrado, y que casi nadie resalta, está dentro del argumento, porque es un acierto la apuesta de volver con McQuarrie que funge como guionista. Le ofrece por primera vez a la franquicia un némesis en forma de Solomon Lane (‎Sean Harris) un sujeto peligroso maniaco el cual no se puede despegar de su venganza contra Hunt, que va más personal, y dándonos a entender de que en cierta parte del mundo se desenvuelve un Ethan Hunt reflejo, que es igual de arriesgado contra su salud física y mental, sólo que por el mal de nuestros gobiernos (lo cual no es un secreto a leguas de quién llega a ser, pero es tan disfrutable ver el encuentro). Si el Sindicato se mueve entre las sombras, es precisamente porque uno tiene que prestar atención a las discusiones que se tienen dentro de la película, que llegan a ser más complejas para lo que estamos acostumbrados y en donde el verdadero juego de espías funge.

Además tenemos la aparición de Ilsa Faust (Rebbeca Fergusson) quien… supera su guiño hacia Casablanca (Michael Curtis, 1943)  y se muestra como el nuevo aliado para Hunt fuera del IMF y del cual comienza a surgir un romance, no por el encuentro y tensión sexual de los dos, sino porque dentro de este mundo rápido y en donde los dos podrían morir, se encuentran respetuosos uno del otro, con un ritmo inusual frente a todos los romances que el cine pueda plantear.

No es extremadamente serio, porque no busca serlo. Secuencias de sueño en donde advertimos algo que va a surgir dentro de la película, elogios para Ethan Hunt/Tom Cruise que sirven para revelar la pasión del actor por la saga –y que a pesar de los intentos del reboot se ha puesto en pie- y frases detonantes y clichés, llegando a ser estúpidas: eso es precisamente Misión Imposible dentro de su corazón, las películas que repiten patrones pero que ciertamente ofrecen un nivel de maestría y tecnicismo a la par del disfrute de un autor que se puede sentir libre, y que aporta sus estilos para el proyecto más ególatra del que tenemos la fortuna de ver todavía en pantalla grande.

 

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