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jueves, abril 25, 2024

Mundo miniatura, mentiras gigantescas, pequeña gran vida

Alexander Payne es un director que sonará novedoso para muchos, pero lleva mucho tiempo en la industria. En los años noventa fue el director un caballo de Troya temático con “La Trampa”, película que parece ser de corte juvenil y cómico, pero que en el fondo se trataba de una obra deliciosa del humor negro y que también hablaba de los temas que Payne comenzaría a desarrollar en acción fetichista: el hombre común y su desencanto con su realidad. Fue en la llegada del nuevo milenio, que Payne conseguiría éxito inmediato y comercial; Entre Copas del 2004, le otorgó un premio a Mejor guión adaptado en la noche de los premios de la Academia y después… desaparecería.

Habitualmente es un director que llevaba un ritmo de tres años por proyecto, pero el tiempo de Entre Copas y Los Descendientes –que le dio otro premio en la misma categoría- fue de 7 años, algo inexplicable porque Payne rara vez habla de ello, salvo de que este lapso le permitió escribir ideas con potencial, en específico la que hoy se encuentra en pantalla grande, una idea que se le ocurrió al ver la situación climática del planeta y lo que podría hacer al respecto.

Encogerse –título original al que me remitiré porque Pequeña Gran Vida no es de mucha ayuda- cuenta la historia del matrimonio Safranek constituido por Paul (Matt Damon) y Audrey (Kristen Wiig), quienes están sufriendo problemas económicos y quienes ven una posible solución en un descubrimiento médico inaudito, porque un científico noruego ha descubierto la fórmula para que un ser humano termine siendo reducido a unos escasos 5 centímetros de altura, solventando muchos problemas como la escasez de comida y la contaminación de 30 personas que en un año generan la basura acumulable de una bolsa de desperdicios diaria tamaño grande.

Con el tiempo el matrimonio encuentra los tutoriales y el adoctrinamiento para llevar a cabo el proceso del cual no se puede revertir, así que la decisión de ser pequeños entra en la cabeza de Paul, pero no enteramente para Audrey, quien decide abandonar a su esposo de último minuto, dejándolo con la fortuna que compartirían juntos en este nuevo mundo, y un mar de gente nueva que le abre los ojos a un hombre que pensaba que así se solucionaría todo.

La película ha obtenido un mar de controversias y todo en pro de que en esta ocasión Payne ha fallado como guionista, porque termina ofreciendo algo diferente a lo que se planteaba en un inicio. Adjudicaría este problema mayoritariamente a la publicidad del filme, porque ofrece una visión más simplona de lo que termina siendo una evaluación ácida de nuestra realidad y que no apunta a una solución óptima. No es una película perfecta y precisamente los reclamos que escucho de la gente en un punto llego a entenderlos, pero no hace que sea un desperdicio de obra, más bien una extraña obra de temporada.

Payne en conjunto con Jim Taylor hacen una subversión de expectativas similares a las que sufre su personaje principal, porque en vez de maravillarnos con el mundo propuesto al público del enorme mundo en potencia, lo que terminan haciendo es una visión imperfecta de lo que supone debería ser un adelanto para el progreso humano. Los noruegos acaban de realizar un descubrimiento que debería salvar a la especie y lejos de considerar el uso del encogimiento para sobrevivir y ofrecer una mejor vida a todos los que la necesitan, el humano –en específico el norteamericano- tergiversa el mensaje de progreso para darle un aderezo capitalista, en donde si puedes pagarte el proceso y tienes dinero, es posible que termines obteniendo mayores ingresos que los que tenías guardados y vivir como rey. La gente termina usando el desbalance económico entre el mundo tradicional y el pequeño para vender cosas de manera ilegal, vivir como reyes y despilfarrar en cosas innecesarias, omitiendo el mensaje verdadero del experimento.

Lo más decepcionante del humano es que con ello termina también adoptando las necesidades y castigos de otros países que encogen a los más necesitados o estos lo hacen para encontrar un mejor mundo, tal y como siempre se traduce la idea estadounidense de vivir el gran sueño.

Payne y Taylor en este aspecto ofrecen una visión de descontento que Paul comienza a ver en carne propia, pero no es perfecto el posicionamiento de los conceptos de ciencia ficción en la obra; gran parte de ello es que se plantea como una sátira y durante el primer segmento se evidencia una visión de culto y credo de marketing que después escupe en la segunda parte… y luego intenta volver curioso en un tercer acto que no sabe si seguir en esta línea decadente –con todo y el padre del experimento derrotado- o engañar a la audiencia diciéndole: “Mira, ahí hay cosas pequeñas, son muy pequeños ¿No lo crees?”

En donde yo encuentro más problemas, es en su diseño musical, porque el score de Rolfe Kent es genérico y en cierto punto odioso, porque no deja que la audiencia entienda la distinción de realidades, ofreciendo la respuesta cual papilla narrativa evidenciando sus intenciones satíricas y engrandeciendo una comedia de gags que no existe.

Por estos elementos la película termina abandonando mucha credibilidad de lo que intentaba hacer durante sus primeros dos actos, lo cual es una pena porque se siente esa visión ácida en decisiones muy arriesgadas que podrían considerarse desperfectos pero que encuentro atinadas.

Matt Damon se presenta muy diferente a como nos tiene acostumbrados. Aquí abandona el físico poderoso de Jason Bourne, y es un hombre de clase media, de barriga poco prominente, actitud torpe, y ataviado de lo que podría definir como el outfit de Costco. Paul es un hombre cansado de su vida y que al ver una maravilla que piensa podría ayudarle en todos los aspectos de su fracaso matrimonial decide aventarse, poniendo interés a la idea de no volver a trabajar, lo cual es bastante curioso que termine laborando en telemarketing dentro de este microcosmos, de que sea abandonado por su esposa que encima le quita la millonada que debería haber obtenido, y que se siente alienado por toda clase social dentro de su paraíso.

No es un hombre fiestero a diferencia de Dusan Mirkovic (Christoph Waltz), quien se ha vuelto un sátiro que abandona cualquier deber civil, y que se arroja a las necesidades de una mujer vietnamita que reconoce por la tele pero no entiende con exactitud su lucha social.

La crítica lo ha puesto en un terreno incómodo porque dicen que Paul representa la glorificación de una nación dispuesta a ayudarle a todos, pero hace esto porque no tiene nada, evidenciando su falta de razonamiento que en primera lo terminó abandonando en una estatura precaria.

Esto es muy útil porque Paul genera un lazo de amistad –en romance torpe y desesperado- con Ngoc Lan Tran, interpretada por Hong Chau y a la que las lluvias de críticas le ponen como un personaje racista… lo cual es parte de una respuesta que la película también explora a cierto nivel y que resulta risible. Ngoc tiene un tono de voz Vietnamita que no ha tenido contacto cultural americano, que ha sido despojada de su dignidad y apariencia física por parte de un gobierno que usa el experimento en un tono escalofriante y que lejos de abandonar sus labores de injusticia, encuentra más causas para hacer frente en este paraíso. Hong Chau hace una labor actoral defendible porque se inspira en sus padres y sus interacciones con un mundo nuevo, por lo que su tono de voz y modismos son exactos a lo que debería de haber sido para Ngoc, lo cual no le quita mérito como el corazón del filme y personaje que ocasionalmente saca una sonrisa al público por ser grosera y hablar en cierto punto de las intenciones de Paul.

Hacia el final Encogerse hace precisamente eso: encogerse de hombros. No revela detalles jugosos sobre la vida de los hombres pequeños, ni tampoco les da un tono esperanzador. Revela su desdén misántropo hacia la gente que o quiere salvar al mundo, o quiere disfrutarlo, poniéndose más en el punto de vista inmediato y de tu localidad: esos pequeños mundos que merecen la pena rescatar y escuchar y los cuales siempre tenemos en el completo olvido.

No es para nada la obra maestra de Alexander Payne, ya en algún punto tenía que cojear su tan atinada pluma y visión directoral… la cuestión es que no lo hace tan horrendo como las malas lenguas atestiguan. Tomando en cuenta que se trata de una revisión política sobre el tan gastado tema de la gente pequeña que siempre asociamos con la gran aventura, ahí se notan las intenciones, pero no el completo entendimiento del género de la ciencia ficción.

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