Por Jonathan Reyna
“¡El capitalismo está de vuelta!” (Fraser, 2022, 1) Después de décadas en que el término fue tabú en la discusión pública, la pluralidad de las crisis contemporáneas exige levantar la mirada y ver si no hay un factor en común conduciéndolas. Las señales están por todos lados: trabajos precarizados, la salud mental como una emergencia internacional, violencia racista y genocida, países sumidos en deudas impagables, la expansión del crimen organizado, crisis de legitimidad democrática. Podríamos seguir. Según el último libro de la teórica estadounidense Nancy Fraser, Capitalismo Caníbal, lo que tenemos enfrente no es solamente una casual conjunción de problemáticas, sino una crisis del orden social en su totalidad, que podemos rastrear hasta un punto en común: el capitalismo en su fase neoliberal, globalizada y financiera. Veamos, primero, qué entiende por capitalismo, ese término tan irresistible como elusivo.
Podemos empezar con dos definiciones que juzga como insuficientes, pero que trazan el camino para entender su propuesta. Una definición de capitalismo es la que lo entiende como el libre intercambio mercantil entre individuos egoístas organizado en su conjunto para el crecimiento y la eficiencia. Estas definiciones son demasiado abstractas y no especifican el tipo de arreglo social necesario para que tal economía exista en primer lugar. Un segundo intento por definirlo, más familiar al socialismo clásico, es aquel que pone el énfasis en el punto de producción. Aquí el capitalismo se entiende como un sistema económico basado en la propiedad privada de los medios de producción, el libre intercambio mercantil, el trabajo asalariado y la producción organizada para la ganancia. El antagonismo principal es la lucha de clases, en donde la clase capitalista es capaz de acumular la riqueza producida por la clase trabajadora. El mecanismo central que permitiría la acumulación sería el hecho que el capitalista solamente paga al trabajador, a través del salario, lo necesario para que renueve las fuerzas necesarias para volver a trabajar, mientras se queda con el excedente del proceso productivo. A este proceso se le ha llamado explotación del trabajo.
De acuerdo a Fraser, ambas concepciones ocultan algo que es necesario sacar a la luz. La visión del capitalismo como simple intercambio mercantil invisibiliza la explotación del trabajo y la dominación de clase que está detrás de los procesos de acumulación capitalista. Este ocultamiento fue magistralmente revelado por el socialismo clásico. Sin embargo, si sólo nos concentramos en la acumulación que se encuentra en la explotación de trabajo asalariado, estaremos barriendo bajo la alfombra todas las instituciones, prácticas humanas y riqueza natural que de hecho hacen posible la existencia del trabajo productivo y la economía capitalista en su conjunto. Para revelar un nuevo nivel de ocultamiento, es imperativo mostrar que el capitalismo no es solo un sistema económico, sino un orden social institucionalizado que “empodera a una economía impulsada por la ganancia a alimentarse del soporte extra-económico que necesita para funcionar.” (Fraser, 2022, xiv) El capitalismo no puede ser solo una economía precisamente porque parte de su lógica es alimentar su necesidad de acumulación devorando sus múltiples soportes extra-económicos: la riqueza saqueada sin reparo de la naturaleza y de las personas, los múltiples trabajos de cuidados, los bienes y los poderes públicos, la energía y la creatividad de la clase trabajadora. Y es aquí donde el uso de la metáfora canibalización entra en juego.
Fraser nos invita a imaginar al capitalismo en analogía con el Uróboros, la serpiente que se devora a sí misma. A lo largo del libro, analiza histórica y conceptualmente la existencia de al menos cuatro esferas extra-económicas que están por detrás de la economía capitalista y que la hacen posible. Son, pues, cuatro condiciones de posibilidad para la existencia misma del orden social capitalista. Sin embargo, la necesidad sin fin del sistema capitalista a acumular valor ha hecho, una y otra vez, que intente incorporarlas en el proceso de creación de valor económico, canibalizando su propia existencia en el proceso. Estas condiciones de posibilidad no pueden ser mercancías porque tienen lógicas internas, independientes y autónomas contrapuestas a las del mercado, de tal forma que al tratarlas como un objeto de intercambio e incorporarlas al proceso de acumulación termina erosionándolas y, en última instancia, destruyéndolas. A estos tipos de “acumulación por otros medios” (Fraser, 2022, 24), los engloba bajo el nombre de expropiación. Por tanto, la acumulación capitalista queda definida estructuralmente por estas dos exes: la explotación del trabajo salarial y la expropiación de las esferas extra-económicas.
¿Cuáles son esas esferas extra-económicas? Primero, la esfera de la reproducción social: el espacio de cuidados, suministros, e interacciones socioculturales que forman psicológica y éticamente a los seres humanos. Como ha mostrado el feminismo, esta esfera está marcada por una división de género, dado que el trabajo de cuidados se le concibe como “esencialmente” femenino. La esfera de la naturaleza no-humana, donde se concibe al mundo como una fuente infinita de recursos gratuitos, y como una cloaca donde tirar los desperdicios. Tercero, la esfera de lascondiciones políticas: los poderes públicos que hacen valer los contratos, garantizan la propiedad privada, y ejercen el uso de la fuerza necesaria para cumplir estos requerimientos. Sin embargo, los gobiernos actualmente están rebasados por procesos mercantiles que son cada vez más globales e inmanejables desde el limitado terreno de acción de los estados territoriales. En esta impotencia exacerbada por la globalización neoliberal tienen su origen muchas crisis políticas contemporáneas, como las que observamos frente al aumento de las economísa ilícitas, los movimientos migratorios y el terrorismo. Tercero, la esfera del trabajo racializado e imperial. Si bien la explotación del trabajo asalariado en los centros o núcleos capitalistas depende de los poderes públicos que garantizan el mundo de los contratos entre personas libres, la ciudadanía, y la inserción en la vida pública, su condición de posibilidad histórica ha sido la expropiación violenta del trabajo en las periferias del mundo capitalista, ya sea a través del trabajo esclavo y colonial, o a través del trabajo forzado de las cárceles y las deudas depredadoras.
Las consecuencias prácticas de este planteamiento es nada menos que volver a poner sobre la mesa la esperanza realista de sustituir el fallido modelo civilizatorio del capitalismo por uno en donde la relación entre la forma en que conducimos nuestra vida productiva sea finalmente desconectada del hambre insaciable por acumulación del capital, y sirva en su lugar a las necesidades democráticas de la humanidad y del planeta en su conjunto. Además, afirma que el terreno de acción de las luchas por un futuro post-capitalista es mucho más grande que solamente la lucha de clases, ampliando los horizontes de participación y de cooperación. Lo que es medular es que tal proyecto reorganice las relaciones entre producción y reproducción social, de lo privado con lo público, y de lo humano con lo no-humano. En síntesis, ante la crisis generalizada del modelo neoliberal, Fraser propone “visualizar un proyecto contrahegemónico y emancipatorio de transformación de suficiente amplitud para coordinar las múltiples luchas de los movimientos sociales, partidos políticos, sindicatos, y otros actores colectivos.” (Fraser, 2022, xvii) Nada menos que eso, afirma, podrá hacerse cargo del problema.
Referencias
Fraser, N. (2022). Cannibal Capitalism: How Our System is Devouring Democracy, Care, and the Planet and What We Can Do About It. Verso Books. Todas las traducciones son propias.
También puede ser consultado en español:
Fraser, N. (2023). Capitalismo caníbal: Qué hacer con este sistema que devora la democracia y el planeta, y hasta pone en peligro su propia existencia (E. Odriozola, Trans.). Siglo XXI Editores – México.