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jueves, marzo 28, 2024

Notas para deshilachar rencores

Por María Yolanda García Ibarra

 

Renuncié a toda violencia bruta para lograr presentar al público sólo aquello digno dentro de los límites de lo humano porque lo deseable es emprender ejercicios que dobleguen nuestra voluntad y eliminen gestos no gratos. Lo normal es jamás demostrar sentimientos contrarios a lo que dictan las buenas costumbres y vivir a salvo del juicio ajeno o propio. La verdad, —aunque suene tentador presentarme así— la naturaleza humana parece forjarse desde los resentimientos: estoy moldeada por antipatías ocultas, mis apegos más feroces se forman de las mismas injurias que aprendí a detestar.

Veo noticias al despertar y siento miedo cuando comprendo que no estoy libre de contagio, tengo miedo del vecino, de la amiga, tengo miedos que tienen miedos al cuadrado y existo desde emociones con excedente de bilis que se asoman por todos lados: un idiota, una loca, un villano gracioso en una isla egolátra. Cada calamidad que sintonizo me provoca náuseas pero curiosamente pronto se vuelve tendencia. Confieso, después de leer “El arte de odiar” de Hazlitt, que comprendí mejor cómo el dolor es un agridulce que jamás harta y que el amor, a poco que flaquee, cae en la indiferencia y se torna desabrido porque sólo el odio es inmortal.

Bien dice el príncipe de la canción:  hasta la belleza cansa, el amor acaba. Pronto se hacen enormes aquellos pequeños gestos donde lo viviente está constantemente entretenido con la mortificación del otro sin misericordia: los niños matan moscas para divertirse o bañan de sal cualquier gusano, una ciudad entera corre a presenciar un incendio sin participar lo suficiente para ayudar a apagarlo y los políticos sustituyen por agua el medicamento de las vacunas: si la humanidad hubiese deseado realmente lo que es justo, hace tiempo que lo habría obtenido.

Por otro lado, encuentro hipócrita no reconocer cómo sin algo que odiar perderíamos el veneno del pensamiento y de la acción. La vida se convertiría en una charca de no sentirse agitada por intereses contrapuestos y pasiones desordenadas. No odio odiar y tampoco lo promuevo, de cualquier modo lo hago ¿y para qué? No deseo odiar como fin último y temo ser mal interpretada, sin embargo aceptar mis antagonismos cae bien; esas querellas, rencores, congojas o venganzas me arrojan a un abismo múltiple, placentero.

Cuando hasta el estado de ánimo más emocionante acaba perdiendo su sabor y se torna insípido, todos somos proclives a causar daño. Busco no sentirme desazonada en presencia de aquello que convoca a mi flaqueza humana. Seguiré deshilachando hebras donde falte el buen sentimiento, viendo cómo la costumbre prevalece sobre toda excelencia y cede el paso a la infamia, y aunque a veces parece que ni ardiendo en fuego nos prenderá la suerte, desde un país con alma que lleva el diablo sueño con Hazlitt: quiero llegar a reconocer cada indiferencia, cobardía o rencor. No tengo ánimos de romantizar mis fantasmas, prevalecerán de cualquier modo, pero cuando él dice cómo la alegría requiere un mayor esfuerzo del espíritu para sostenerla que la tristeza, o que al cabo de una breve tregua de placer, instintivamente nos volvemos de lo que amamos hacia lo que aborrecemos, me suena útil, sincero.

Sporadikus
Sporadikus
Esporádico designa algo ocasional sin enlaces ni antecedentes. Viene del latín sporadicos y éste del griego sporadikus que quiere decir disperso. Sporás también significa semilla en griego, pero en ciencia espora designa una célula sin forma ni estructura que no necesitan unirse a otro elemento para formar cigoto y puede separarse de la planta o dividirse reiteradamente hasta crear algo nuevo. Sporadikus está conformado por un grupo de estudiantes y profesores del departamento de filosofía de la UG que busca compartir una voz común alejada del aula y en contacto con aquello efervescente de la realidad íntima o común. Queremos conjuntar letras para formar una pequeña comunidad esporádica, dispersa en temas, enfoques o motivaciones pero que reacciona y resiste ante los hechos del mundo: en esta diversidad cada autor emerge por sí solo y es responsable de lo que aquí se expresa.

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