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jueves, marzo 28, 2024

Notas para un análisis

Siempre he creído que opinar sobre el presente, sobre lo contemporáneo, es bastante más difícil que ver las cosas con una perspectiva histórica.  Frecuentemente en el presente nos faltan datos o estamos aún en medio de un proceso que no entendemos bien.  En el mundo del arte esto es muy obvio; en la política o la sociedad no tanto.  Aun así, me aventuro a mostrar algunas de las piezas de un rompecabezas cuya dimensión no conozco del todo, que podrían ser al final irrelevantes o de plano tomar otra forma.

Para empezar, a diferencia de algunos de mis amigos, no puedo decir que alguna vez en mi vida haya votado por un candidato ganador; sin embargo, no puedo dejar de reconocer que el triunfo de López Obrador es, en un amplio sentido, histórico.  En los últimos treinta años, una vez dejada atrás la triste época de la aplanadora priista, nunca un candidato había obtenido más de la mitad de los votos emitidos, y eso considerando que esta vez había cuatro opciones.

Cuando se anunció la construcción del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México a muchos nos pareció un error, por las más diversas causas, sin embargo, que yo sepa, nunca se buscó consensuar o siquiera explicar la decisión; solo se dijo, entre otras cosas, que la ciudad necesitaba un aeropuerto “de primer mundo” y ya está.

Los aeropuertos no definen la pertenencia de un país al primer mundo.  Si habláramos de seguridad social universal, de mejorar la educación, de garantizar el empleo y sus prestaciones, o siquiera de subir los ridículos salarios mínimos que padecemos, podría ser, pero, ¿un aeropuerto? Es tanto como asumir que si una casa está bien pintada debe estar bien construida y por lo tanto es sólida.  Es pura imagen.

La consulta por supuesto fue una mala idea.  Ya se ha dicho mucho al respecto de la informalidad del asunto, de que no es vinculante, etc., pero también hay que reconocer que la mandó hacer un candidato electo, con la gente y los recursos de su partido; por lo tanto, es casi una cuestión particular.  Toda proporción guardada, me recuerda campañas refresqueras del pasado.  Si él se basa en eso o no para tomar decisiones es, finalmente, su responsabilidad y de todas formas (al menos en teoría) rendirá cuentas.  En mi opinión es una tormenta en un vaso de agua.

Uno de los argumentos en torno a la consulta que me pareció especialmente curioso es el que afirma que el problema es técnico y en consecuencia los ciudadanos “comunes y corrientes” no podemos opinar.  Esto tiene varias aristas que trato de forma somera: en primer lugar, el ciudadano “común y corriente”, hoy, tiene mucha información y existen grupos, tal vez aún pequeños, que además tienen el conocimiento para interpretar esa información.  Un profesor universitario, por ejemplo, puede perfectamente emitir una opinión, aunque no trabaje específicamente en el tema de la aeronáutica.  Por otra parte, las decisiones “técnicas” a veces están sesgadas por otros intereses; en el campo de los desarrollos urbanísticos suele ser la especulación inmobiliaria.  Muchas de las personas que se ocupan del tema afirman que las ciudades crecen en función de esa presión y no en función de una planeación racional.  Finalmente hay un punto mucho más teórico, del que alguna vez me gustaría quizás ocuparme ¿Qué es finalmente la democracia en nuestra época? ¿Cuándo y hasta dónde podemos involucrarnos los ciudadanos? ¿Sólo una vez cada tres años?

En cuanto a la marcha que se organizó para protestar la anticipada decisión de cancelar el aeropuerto creo que quienes la organizaron y quienes asistieron tienen todo el derecho; yo mismo he participado en muchas y considero que es un recurso válido para los ciudadanos, aun cuando no esté de acuerdo en sus planteamientos.  Me preocupa, y mucho, lo que podríamos llamar temas colaterales de la marcha.  Si le creemos a las imágenes subidas en redes sociales y algunos medios, y suponiendo que no estamos ante la labor de un artista de la fotocomposición, creo que las consignas contra los migrantes, las señoras que están “hartas de los ayotzinapos (sic)”, la dama pasada de peso que tiene hambre por culpa del candidato electo y quienes dicen que nos convertiremos en Venezuela, tienen en el fondo otra agenda.  En toda manifestación hay o puede haber colados o provocadores, pero en este caso no tratan de ocultar sus rostros.  Creo que son quienes temen el fin de un sistema que ha privilegiado a muy pocos y perjudicado a una mayoría.  Mi preocupación viene del recuerdo nada grato del fenómeno del “cacerolismo” que caldeó el ambiente para el golpe de estado en Chile en 1973.

En fin, no es un análisis completo, ya lo advertí al principio.  Si me atreví a esbozarlo de esta manera es por culpa de una canción de Phil Ochs que me ha seguido toda la vida y que a grandes rasgos dice que lo que no digas o hagas hoy, ya no podrás decirlo ni hacerlo cuando te vayas.  Quise dar mi opinión aún cuando lo hago con las reservas mencionadas.

 

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