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domingo, septiembre 15, 2024

(re)Sil(i)ente

He sido madre desde muy joven. Madre de una mujer, después madre de un hombre, madre que decidió volver a tener hijos, madre con una pérdida gestacional, madre que trabajaba en el hogar, madre experta en disfraces, madre que salía corriendo del trabajo para recoger a sus hijos, madre que se tomaba la noche para ir por unos tragos, madre en pandemia, madre huérfana, madre presidenta del comité de padres de familia, madre de niños en preescolar, primaria y ahora secundaria. He sido tantos tipos de “Madre” pero nada me preparó para ser madre de una infancia con una condición de vida especial.

La primera vez que un pediatra escuchó el corazón de mi hija enmudeció. De ahí, el silencio se vino a plantar en nuestras vidas. Vino acompañado del silencio de las largas ocultaciones, el mutis eterno de un estudio tras otro y ni qué decir de la callada tiranía de las salas de espera. El silencio se apoderó tanto de mi cotidianidad que de pronto ya tampoco yo emitía palabra alguna. Parecía que ya todos teníamos bien coreografiado cada movimiento y no era necesario verbalizar ni los buenos días.

Me marcó profundamente lo impersonal y solitario que puede llegar a sentirse un proceso tan hondo como es la salud de tu hijo. Nunca me ha dejado de impactar lo calmados que muchos del personal médico pueden hablarte de las tremebundas vicisitudes que vivirás y la cantidad de sinónimos que llegan a encontrar para decirte lo cerca que te encuentras de la muerte, bueno tu infancia. Pósters y cartelones resplandecen dentro de los espacios de salud pública hablando sobre humanizar y crear vínculos con tus infancias tales como la lactancia, pero ¿Realmente están preparados para esto?

Si bien es comprensible que haya normativas bien rígidas para evitar hacer de cada caso una excepción, resulta ser una serie de maromas lograr un proceso de atención continuo y consistente para las infancias.

La “solución” la tienes muy fácil:  debes de tener libres horas antes para poderte trasladar y libres horas después de tu horario de consulta debido a contratiempos bastante comunes y recurrentes como la enorme carga de trabajo que tiene cada especialista, la ineficiencia en los procesos de identificación de cada pacientito. Las madres nos volvemos víctimas de un bucle de perder tiempo esperando a infancias que no van a llegar a su siguiente consulta porque simplemente no pudieron continuar sus tratamientos. Aquí vendrá el contrapeso de las instituciones al hablar de cómo eso es poca cosa considerando el nivel de atención medica que se nos brinda. Lo compro, pero me pregunto ¿no podríamos hacer el proceso menos viacrucis y más trabajo en equipo?

En la introspección del silencio, entendí que si los tramites nos endurecen, es necesario hablar y conectar con quienes se sientan a mi lado. Hacerles saber que su tiempo es tan valioso como el de una madre que va a al trabajo o un cuidador que está en casa, que no se olviden de que existimos, que somos parte de la gran tribu de crianza que somos la sociedad.

Y así, con suerte, podemos silenciosamente ir tejiendo una red de acompañamiento; una red sorora que desmitifique la entrega absoluta de mamá, pues ella también necesita salir a comer sin culpa mientras su infancia se recupera. Una red que acompañe y abrace los duelos para llevarlos de manera sana, pero más importante aún, una red que compartamos con el personal de salud para que en conjunto podamos sostener ese tercer elemento de esta triada: la infancia en cuestión, el principal objeto de este meollo.

No me mal entiendan, no voy a hacer padrinos de bautizo a los Doc’s. Hablo de una triada donde personal médico es intuitivo y asertivo pues reconoce las necesidades humanistas de cada familia, donde cuidadores son activos en el tratamiento médico y se mantienen informados y esos dos puntos casi por default nos van a dar infancias conscientes de su cuerpo, respetados y respetuosos, capaces de valorar su salud mental.

Bien se dice que respetando los derechos del binomio madre-infancia y no dejándolos en la marginación sin importar el contexto social, económico o en este caso de salud, podríamos hacer cambios notables en nuestra sociedad. Bueno, en realidad, no me ha tocado escuchar que alguien lo diga, pero es increíble lo que una puede llegar a pensar mientras esperas a que sea el turno de tu infancia para pasar a consulta, sentada, en silencio.

Pamela Aldrete
Pamela Aldrete
Se dedica al activismo de la atención a las cardiopatías congénitas, temas sobre duelo infantil y la atención médica pediátrica digna y respetuosa colaborando en la Semana de Juego Intrahospitalario.

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