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jueves, abril 25, 2024

Occam en política

¿Por qué vivimos una aparente derechización de la sociedad mundial?  No solo pienso en el reciente triunfo de Bolsonaro en Brasil, sino en el Brexit inglés, en Trump en los Estados Unidos, en los resultados de las elecciones en Suecia, en Italia, en Alemania.  Mi intento de explicación sencilla es que vivimos un hartazgo general de nuestra sociedad global.

Desde hace algo así como cuarenta años padecemos un sistema económico donde hay un grupo cada vez más pequeño de ricos que son cada vez más ricos; un grupo no bien determinado de pobres, muy pobres, que en algo han mejorado y una inmensa mayoría en medio a la que cada vez nos va peor.

Este sistema proclama la privatización de todo: salud, seguridad, educación; así como la reducción de la inversión pública, que de algún modo va de la mano con lo anterior.  Una de las formas de maximizar ganancias es la precarización del empleo: los sueldos son cada vez menores, las prestaciones tienden a desaparecer, los centros productivos se mudan a donde cueste menos la producción, lo que no solo tiene que ver con menores salarios locales, sino también con reglamentos medioambientales mucho más laxos, por ejemplo.  Frecuentemente el empleo es escaso y mal remunerado. La agricultura es intensiva, con lo que se expulsa a montones de campesinos de sus tierras, además de crear un problema real con los insecticidas y otros insumos tóxicos que eventualmente ingieren los humanos y causan la destrucción de insectos, pájaros y otros animales que dependían del ecosistema.  Una consecuencia clara y probada de todo lo anterior es el deterioro del medio ambiente y el calentamiento global que ya están empezando a mostrar sus efectos.

Todo esto está aderezado, en gran parte, por la corrupción que convierte en cómplices a un sinnúmero de ciudadanos que sin pertenecer a la elite, o buscando tal vez llegar a ella, le hacen el juego a los grandes consorcios económicos.

En este contexto no tiene nada de raro que un partido de derecha que ofrezca empleos, combatir la corrupción, mejorar los servicios públicos, aumentar la inversión pública y en general dar marcha atrás a los preceptos del sistema económico dominante logre atraer votos. Cierto es que no siempre ofrecen dar marcha atrás en todo, y que se apoyan en una ideología que es lo preocupante: racista, xenófoba, machista, y un largo etcétera; pero eso no parece inquietar a los ciudadanos  y cabría preguntarse ¿y porqué no?

Una vez más echo mano del principio de Occam para tratar de contestarlo, solo que ahora tengo dos hipótesis.

La primera tendría que ver con la pésima educación que ha resultado de las reformas educativas que se dieron en muchos lados del mundo como consecuencia de las privatizaciones encubiertas o descaradas de la educación: la gente de cierta edad simplemente no sabe lo que es el fascismo ni puede medir sus consecuencias.

La otra hipótesis, aunque sencilla, es más difícil de expresar en sus justos términos.  Algo de su esencia está en el poema de Martin Niemöller que refleja la situación en Alemania durante la segunda guerra mundial y que empieza diciendo:

Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
yo no era comunista

Un gran número de ciudadanos sigue pensando que los problemas de los demás no son de su incumbencia, menos aún si los afectados son “solo” una minoría.

Este sencillo análisis, aunque criticable desde muchos puntos de vista teóricos, tiene la virtud de reforzar las dos estrategias que por años he considerado las únicas viables para salir del bache mundial: un nuevo sistema económico, no basado exclusivamente en el aumento de la riqueza monetaria y una mucho mejor educación para todo el mundo.

 

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