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jueves, marzo 28, 2024

Blues del autobús

Vivo en la carretera, aparcado en un Blues

Miguel Ríos – El Blues del autobús.

 

La noticia apareció el martes pasado en varios medios de diferentes formas, pero en suma dice que por disposición oficial a partir de ahora se requiere una identificación oficial para viajar en un transporte terrestre y foráneo, de lo contrario no se puede abordar el autobús.  En general las notas se refieren a identificaciones nacionales, no es claro en el contexto cómo se va a manejar el caso de los turistas extranjeros.  Se trata abiertamente de complicar la movilidad a los migrantes ilegales dentro del país.

La medida me deja muy mal sabor de boca por varias razones.  Es obviamente una forma más de plegarse a las demandas del presidente americano y nos aleja de una tradición de solidaridad y acogida, justo cuando acabamos de celebrar el aniversario del arribo del Sinaia, buque lleno de refugiados españoles, hace 80 años.

Se puede argumentar seguridad, pero los argumentos caen por su propio peso.  A pesar de que según varios de mis amigos esta medida ya se practicaba con diferente intensidad o de forma intermitente en distintas partes del país, el hecho es que la seguridad en los autobuses o su uso ilegal nunca ha sido motivo de preocupación oficial.  Por citar un hecho conocido, una de las líneas de investigación en el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa era la suposición de que el autobús que secuestraron estaba siendo usado para mover droga o dinero de algún cártel, eso fue lo que provocó la desmedida reacción del crimen organizado apoyado presuntamente por fuerzas oficiales. Esa suposición no causó ningún cambio en el reglamento para verificar los equipajes o la carga que mueven los camiones, mucho menos una medida de control a nivel nacional sobre la identidad de los pasajeros.  Tan no hay control sobre esto que el mismo martes, en otra nota, se informa que en Michoacán explotó una granada dentro del compartimiento de equipaje de un transporte foráneo.

Desde hace años y en muy diversas regiones del país se ha sabido de delitos cometidos en las unidades de transporte público foráneo que van desde asaltos por parte de supuestos viajeros, violaciones, viajeros narcotizados por algún brebaje gentilmente ofrecido por otro pasajero e incluso camiones completos que por horas o días desaparecen.  Hasta ahora, insisto, nada de esto había provocado un control sistemático de la identidad del viajero en todo el país.  Si al menos la actual medida implicara registrar la identificación de todos, asociarlo a su boleto y al viaje, revisar el equipaje, tendríamos una ganancia en tiempos de inseguridad a costa de los migrantes, pero apostaría que no será así.

Todo esto es solo un paliativo contra lo que Arturo Sarukhán, ex embajador de México en USA, llama la utilización de nuestro país como piñata por parte de Trump con fines electoreros.

Mi conocimiento de economía no da para un análisis sesudo y exacto sobre el verdadero origen del problema, o sea el efecto de unos aranceles punitivos sobre nuestro comercio.  Entiendo que en primera instancia los pagarían los americanos y tal vez a la larga empezaríamos a sentir las consecuencias si el comercio de allá encuentra sustitutos más baratos a nuestros productos castigados; pero también veo que no somos el único país que sufre el maltrato: China y la India están en casos similares, pero reaccionaron de forma diferente.

Entiendo que nuestra economía es fuertemente dependiente de la de los vecinos del norte, pero esta dependencia hace años que la conocemos y hasta ahora tampoco hemos hecho gran cosa por mitigarla.

Hay varios aspectos que agravan esta situación.

El primer punto, que ya he tocado en otros artículos y que en estos días ha vuelto al debate público, es nuestra falta de tecnología propia.  Somos, ya se ha dicho, un país casi exclusivamente maquilador, pero ¿cómo podemos aspirar a tener una cierta independencia en este sentido sin desarrollo tecnológico y sin ciencia? Si la política de este gobierno es reducir aún más el gasto en esta área estamos pidiendo a gritos que nos usen de piñata.

En segundo lugar, nuestro comercio depende en un altísimo porcentaje de los Estados Unidos; esto tampoco es nuevo, pero nunca, que yo recuerde, se ha hecho gran cosa por cambiarlo, ni siquiera como una medida precautoria para reducir la dependencia.  Otros países de América Latina tienen una mayor diversidad de mercados y en teoría están mejor protegidos de agresiones económicas como los aranceles de Trump. Si buscáramos diversificar el mercado, a lo mejor haciendo alianza con los otros países agredidos comercialmente, tendríamos mejores oportunidades de defendernos.

El último punto, ligado al anterior en cierta forma, es cuidar también el mercado interno, que en el caso de nuestro país es pequeñísimo en relación al tamaño de nuestra población.  Tener una población pobre implica una mano de obra barata y en consecuencia precios competitivos al exterior, pero tiene como consecuencia reducir drásticamente el mercado interno y esto nunca se ha tomado en cuenta.  La única solución que yo puedo ver para esto es subir los sueldos de forma que se reduzca la distancia entre pobres y ricos, no bajárselo a los ricos para acabar todos pobres y sin mercado interno.  Esto también lo discutí en un artículo anterior, pero también en esto el gobierno parece tener una opinión diferente.  El mercado interno tendría la ventaja de aumentar la demanda y en principio al menos generar nuevos empleos.

Por lo pronto parece que la medida defensiva es detener la migración como sea.  Dice un amigo que Trump al fin logró que paguemos el muro, solo que ahora estará en la frontera sur.  Y a los migrantes posiblemente ni siquiera les quede el consuelo de vivir en la carretera, como dice Miguel Ríos en el “Blues del autobús”.

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