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viernes, marzo 29, 2024

Déjà vu

Se atribuye a Karl Marx la frase de que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa.  Hoy me encuentro con toda la impresión de que estamos ante una repetición, un “déjà vu” como dirían los franceses, pero no encuentro la parte de la farsa en lo que veo, mas bien es la continuación de una misma tragedia.

Como antecedente debo aclarar que pasé la mayor parte del sexenio de López Portillo fuera del país.  En esa época no había aun internet, no se si había cosas como televisión por cable pero yo de todas formas no tenía televisión y me informaba de los acontecimientos del mundo por la prensa local y de los de mi país por las ocasionales cartas de familia y amigos.  La desconexión llegó al punto de que antes de volver me preguntaron en una cena formal porqué se había nacionalizado la banca y tuve que confesar que no tenía la mas peregrina idea de lo que pasaba en mi país.

A mi regreso, a principios de 1983, encontré un descontento palpable con el sexenio que acababa de terminar, se percibía como un periodo de corrupción descarada, de abuso, de impunidad.  La gente estaba realmente enojada.  A mediados de ese año sucedió algo que en mi memoria y en la de muchos de mis coetáneos no había ocurrido nunca: el Senador Jorge Díaz Serrano, ex embajador y ex director de PEMEX fue desaforado primero, enjuiciado por corrupción y metido en la cárcel por los siguientes cinco años.  Insisto: que yo recuerde nunca un personaje de esa envergadura en la política nacional había sido juzgado por esa causa.  Tuve la sensación de que tal vez algo sí había cambiado después de todo en mi ausencia, la impunidad se caía, la justicia alcanzaba a los transgresores.

Lo que no me esperaba fue la reacción de mucha gente, incluso de algunos medios, en defensa del Ing. Díaz Serrano.  El punto de estas defensas nunca fue si hizo un buen o mal trabajo, o que no hubiera cometido el delito; el énfasis iba desde que todo el asunto era solo una “vendetta” por las mas variadas y extrañas razones, hasta afirmar que, después de todo, el no había robado tanto y otros lo habían hecho peor.  Poca gente parecía ver en el hecho un principio de justicia.  Incluso me llamó la atención que el Ing. Díaz Serrano escribió un libro exponiendo su versión que tuvo un razonable éxito de venta, en un país donde mas bien no leemos.

Como dicen en el cine hagamos un “fast forward” hasta nuestros días:  36 años después del caso Díaz Serrano otra funcionaria de alto nivel está siguiendo un proceso por corrupción.  Me refiero por supuesto a Rosario Robles.  Y aquí viene la repetición de la historia aunque, contradiciendo a Marx, con todos los visos de tragedia que ya tuvo antes.  De ahí la sensación de ya haberlo vivido.

No sé, y no es el punto de mi artículo, si Rosario Robles es culpable o no, como tampoco lo puedo afirmar de Díaz Serrano.  Sé que en el sexenio pasado fuimos testigos de innumerables actos que presumían un trasfondo de corrupción: El caso Odebrecht, el socavón de la autopista de Cuernavaca, los trenes a Querétaro y Toluca y por supuesto la Estafa Maestra, por mencionar solo algunos.  Investigar a Rosario Robles es empezar a desenredar la madeja en al menos uno de ellos y como mexicano pienso que puede ser un buen comienzo. Pero, al igual que hace 36 años, las voces defensoras ya salieron a relucir: que es un venganza, que alguien la odia, que es irregular que el juez sea sobrino de una diputada (dicen por ahí que la clase media es un pañuelo y la clase política es un pañuelo aún más pequeño), que actuó por órdenes de otros o para favorecerlos (la misma idea de que otros robaron más).  Una diferencia con el caso de Díaz Serrano es que hasta donde recuerdo sus defensores eran gente apolítica o no comprometida con un partido, menos uno de oposición (que honestamente en aquellas épocas a duras penas existían), hoy no es el caso. Buena parte de los que defienden a Rosario Robles o critican los procedimientos militan claramente en la oposición, lo que hace ver las críticas como uno más de los ataques al gobierno, haga lo que haga, y sin tomar mucho en cuenta que al menos teóricamente el sistema judicial es independiente.

Nuestra historia reciente está llena de nombres como Duarte, Lozoya, Romero Deschamps y un largo etcétera  que simplemente desaparecen, se amparan o si acaso llegan a ser atrapados navegan un rato por las turbulentas aguas de largos procesos y no es raro que al final sean exonerados.  Y en cuanto a lo presuntamente robado o desviado o mal ejercido, como se le quiera llamar, jamás volvemos a saber de él, las reparaciones nunca están a la altura de lo desaparecido. Cínicamente podría uno pensar que todo el cuento es hacerse de una jugosa jubilación a cambio de unos pocos años en una cárcel, como peor escenario, cárcel que además dicen que para cierta clase social y política, suele ser mas o menos confortable.

No condeno a Rosario Robles, ni siquiera opino sobre si resultará culpable o no, veo mas lejos: veo un México donde estas presunciones de culpabilidad al menos se investiguen con seriedad y esa investigación tenga consecuencias, veo que la madeja se desenrolle y que caiga quien tenga que caer, veo que podamos avanzar como sociedad en dirección de una justicia que hasta hoy no hemos visto.

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