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jueves, marzo 28, 2024

Del cine y el arte

A mediados de mayo, con el Festival de Cannes en pleno desarrollo, nos enteramos por los medios que María Novaro, directora del Instituto Mexicano de Cinematografía, IMCINE, regresó apenas a los dos días de estar allá cuando el festival dura dos semanas.  A pesar de la discreción de la directora, se asume que el problema fue una derivación de las instrucciones giradas por la Presidencia en el sentido de que ningún funcionario de centros de investigación y otros institutos culturales podía salir del país sin su permiso específico.  La situación en concreto podría parecer el guión de una comedia de errores, para los más optimistas, o de un drama kafkiano para los menos.

El asunto ya dio sus vueltas por las redes sociales y los medios, pero a pesar de las aclaraciones y explicaciones al respecto, parece tan sintomático de ciertas actitudes y prejuicios que se están volviendo moneda corriente en el país que creo que vale la pena retomarlo, sobre todo a la luz de los desafortunados comentarios de la senadora Jesusa Rodríguez sobre las becas a los creativos.

Para empezar, María Novaro es una de las primeras directoras de cine mexicanas surgida del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y posiblemente la más conocida y reconocida a nivel mundial, en parte gracias a su película Danzón. Ponerla como directora de IMCINE suena a un gran acierto y un reconocimiento a sus méritos.  Habría que subrayar que no es “heredada” de una administración anterior, el gobierno actual la puso ahí, por lo que suena aún más extraña la aparente desconfianza respecto a sus razones para estar en Cannes.

El Festival de Cannes es uno de los mas importantes del mundo, aunque esto siempre es difícil de medir, pero digamos que junto a otros festivales europeos como Venecia o Berlín, está por lo general en el centro de la atención de los medios.  Cosas importantes para la industria del cine pasan en esos festivales, ir a hacer contactos o a enterarse en vivo de las tendencia mundiales, cerrar acuerdos y hacer tratos suena a una de las tareas de una directora de IMCINE.

El cine mexicano pasa por un bueno momento, al menos nominalmente.  No sigo mucho esta forma de arte, pero sé, por ejemplo, que en los últimos seis años tres mexicanos: Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro han obtenido cinco veces el Oscar, otro referente en la industria, además de otros reconocimientos mundiales.  Justamente a González Iñarritu le fue ofrecida la Presidencia del jurado en Cannes este año, la primera vez que un mexicano la ocupa en 72 ediciones del festival.  Otros mexicanos han destacado en el festival, como Carlos Reygadas o Amat Escalante. No es pues alguna aventura o escapada festiva presentarse por ahí como directora de la cinematografía mexicana. No es abusar de un privilegio.

Curiosamente, estos directores de éxito extraordinario trabajan mayormente fuera del país.  Este fenómeno, ya lo he comentado antes, se da en otras formas de arte y en la ciencia. El cine, si se me permite la analogía, es al arte y la cultura lo que el football al deporte: es lo mas popular, lo que todo el mundo ve y sigue, por esa razón lo que ahí pasa se conoce mejor; pero hay muchos talentos extraordinarios que brillan fuera del país por falta de oportunidades.  Por citar solo algunos reconocimientos recientes están Isaac Hernandez y Elisa Carrillo Cabrera en Ballet.  Al parecer una de nuestras peores características es la de ser expulsores de talento.

Por otro lado, no es casualidad que más o menos por estas épocas Guillermo del Toro se ofreciera a pagar los boletos de avión a un grupo de niños que iban a Sudáfrica a una competencia de matemáticas.  Del Toro, obviamente entiende no solo la importancia de la ciencia a cualquier edad, sino lo que significa el reto de sacar la nariz de la zona de confort, irse a medir con otros chicos de otras culturas, conocer un mundo diferente y aprender de él. Otra vez: no es privilegio, es una experiencia.

Es en este contexto que la senadora Rodríguez propone desaparecer las becas del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes.  No solo eso, sugiere que los creadores recurran a la iniciativa privada.

Esto es una barbaridad en varios niveles.

No desconozco el hecho de que por siglos el arte dependió de mecenas, principalmente nobles que mantenían a músicos, pintores y escultores que les creaban nuevas obras para su solaz y diversión.  Todo ese arte ha pasado al dominio del gran público y es extraordinario, pero siempre me he preguntado ¿Cuántos no consiguieron mecenas? ¿Cuánto perdimos? ¿Hay por ahí algún émulo de J. S. Bach que dejó la música porque nadie le hacía caso? Paradójicamente, en estos días leía como Arnold Schoenberg, ya con mas de 70 años a cuestas, tuvo que dejar dos de sus obras inconclusas: La escalera de Jacob y Moisés y Aarón justamente porque al no haber logrado obtener una beca debía dedicarse a otros menesteres para vivir.  La idea de que sea la sociedad a través del gobierno la que financie el arte que la representa es justamente para emparejar las oportunidades, aun considerando las posibles fallas de un sistema hecho y administrado por humanos.

Por otro lado la recomendación de que se dirijan a la iniciativa privada va en contra del tan cacareado fin del neoliberalismo.  Se privatiza la salud, la educación… ¿ahora también el arte? ¿Tendremos que pagarle a alguna empresa para que nos deje escuchar alguna nueva sinfonía?  A pesar de alguna evidencia en contra el arte no es una mercancía, no vale por lo que se pueda pagar por él o por el dinero que produce, es una expresión de refinamiento cultural y debería ser accesible a todos.

El arte, la ciencia, el desarrollo tecnológico no son bagatelas prescindibles, son en buena medida lo que nos define como humanos y lo que nos caracteriza además como sociedad.  Las pinturas rupestres no fueron un detalle folklórico o producto del ocio, son propiamente un parteaguas en nuestro desarrollo.

En cuanto al veneno que tanto se ha extendido sobre los “privilegios” de académicos y artistas… hablamos de vidas dedicadas a una forma de conocimiento y creación. Dominar una ciencia, una tecnología, un arte o mantenerse al día en ello requiere un esfuerzo constante.  Alguna vez me contaron que a un gran chelista, creo recordar que era Pau Casals, lo interpeló un alumno más o menos en estos términos: “Maestro, si ya es posiblemente el mas grande chelista del mundo ¿para que sigue practicando diario tantas horas?” A lo que él respondió “¿Sabe? Lo hago porque tengo la impresión de estar mejorando.”

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