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jueves, abril 25, 2024

Entre Godot y Dumbo

La cuarentena tiene de suyo mucho de teatro del absurdo.  No pasa gran cosa, no hay claridad en lo que sigue.  Me recuerda a la obra “Esperando a Godot” o a lo que quedó de ella en mi memoria después de mas o menos cincuenta años.  Mantener el contacto con el mundo a través de las redes sociales y otros medios digitales trae frecuentemente a mi mente el famoso diálogo donde un personaje desconcertado pregunta “¿Qué hacemos aquí?”,  “¡Esperamos a Godot!”, responde el otro francamente irritado, y el diálogo se repite sin que se haga algo de luz.  Así se dan muchos intercambios en la red.

El tema de los cubrebocas tiene mucho del diálogo arriba descrito.

Resulta que al menos dos organismos especializados, uno mundial y otro nacional, no hacen mucho énfasis en su uso generalizado: el primero es la Organización Mundial de la Salud (OMS),  el segundo la Secretaria de Salud de la federación (SSA).

En la visión de estas autoridades, si la persona no tiene síntomas o no está en contacto con enfermos declarados el uso del cubrebocas no aporta mucho y puede ser nocivo.  Las razones son varias:  en primer lugar su uso y su manejo debería seguir un cierto protocolo, no es solo ponerse un trapo ante la boca y listo; aún la forma de manipularlo y ponérselo en la cara lleva la recomendación de no tocar la tela.  Hay que cambiarlo cada cuatro horas, lavarlo o descartarlo una vez usado, no intentar desinfectarlo con cloro o algo así (esto debería ser obvio, pero se dan casos). Se debe cubrir tanto la boca como la nariz y no solo traerlo colgando del cuello (otra obviedad).  Hay muchos tipos de cubrebocas, los buenos, los que sí protegen son escasos, hay un desabasto de ellos en las farmacias, por eso tanto la OMS como la SSA recomiendan dejarlos en manos de los profesionales que sí los necesitan. Se puede, desde luego, usar cualquier tela para improvisar uno, pero para hacerlo correctamente habría que considerar el tipo de tela, el tejido, la porosidad y otras características que suelen estar fuera del conocimiento de quien los improvisa.

En este contexto, es claro que usar el cubrebocas no es finalmente garantía de nada, crea una falsa sensación de seguridad o dicho en otras palabras produce lo que yo festivamente llamo el síndrome de Dumbo.  Según la película de Disney, el simpático elefante creía que podía volar gracias a una pluma que sujetaba firmemente en trompa, lo cual no era cierto.  Lo mismo pasa con el cubrebocas, a la gente que lo usa por decisión propia le hace sentir una seguridad que no tiene, es mucho mas seguro evitar salir del confinamiento y tener contacto con extraños. Si eso no se puede, hay que mantener las distancias de seguridad, evitar tocar superficies sin necesidad, usar desinfectante tanto en las manos como en las superficies de contacto común, como picaportes, mesas, sillas y demás, y desde luego lavarse la manos con frecuencia.

Hasta aquí, si alguien decide personalmente usarlo, creo que es su responsabilidad.  No tengo realmente problema con eso.

Sin embargo, algunas autoridades han optado por ignorar la opinión de los expertos (una vez más) y armar una supuesta estrategia de “seguridad” obligando a la ciudadanía a su uso.  Aquí es donde empiezan los problemas.  Dice Saint-Exupéry en el “El Principito” que “la autoridad reposa principalmente en la razón”.  Cuando las leyes u ordenanzas se vuelven una obligación carente de explicación y a veces de lógica, el desastre y la injusticia están programados.  Cito una anécdota al apoyo: en 2009, en medio de la  epidemia de A(H1N1), llegó un proveedor a unas oficinas a hacer un trámite, el guardia lo detuvo en la puerta y le informó que no podía entrar sin cubrebocas.  El tipo se quedó a unos metros de la puerta pensando qué hacer.  De repente vio salir a otro proveedor conocido suyo que venía de las oficinas.  Lo abordó y le pidió prestado su cubrebocas, a lo que el otro accedió y le dijo que lo esperaba por ahí en el estacionamiento. Una vez terminado su asunto, el primer proveedor salió de las oficinas, se quitó el cubrebocas y se lo devolvió al colega, el cual sin mayor trámite se lo volvió a colocar.  No sé si alguno o ambos contrajeron la enfermedad, me queda claro que igual podrían haber obviado la medida del cubrebocas en este caso.

Hace unos días una regidora de León se preguntaba incluso si era legal el que a la gente que no cumpla con traer cubrebocas en público se le puede sancionar con multas y/o arresto.  Yo no lo sé ni quiero meterme en eso; pero me parece claro, dadas las condiciones, que una vez más estas sanciones caerán en quien peor está pasando la pandemia.  La gente que está obligada a seguir saliendo es aquella que se tiene que ganar la vida día a día.  No creo que conseguir cubrebocas seas fácil o barato, imponer una multa (según recuerdo de $8,000) es injusto, lo mismo que privar de su libertad a la gente, justamente si su necesidad es ganarse la vida.  Hay alternativas: por ejemplo buscar que la gente tenga espacio en los lugares públicos, evitar transportes abarrotados, crear líneas de espera espaciadas, apoyar tal vez con despensas, y desde luego buscar educar a la gente para que entienda el momento, no sancionarla para que solo obedezca por temor y responda como los proveedores de la anécdota relatada.

Dos cosas me preocupan personalmente de toda esta historia: la primera es que desafortunadamente en el asunto de los cubrebocas, como en muchos otros que rodean el problema de la pandemia, hay como un tufillo político: si aquellos dicen que no, nosotros afirmamos que sí.  Y el ciudadano paga el pato.

La segunda, que ya he mencionado en diferentes formas en contribuciones anteriores, es que vamos lenta pero inexorablemente entrando en el terreno de un moderno oscurantismo.  La ciencia y el conocimiento pierden su lugar, ya no importa que quien explica las cosas lo haga desde una posición de persona instruida y especialista en el tema, lo que finalmente cuenta es tan solo la opinión de cada quien y cuando esa viene de quien tiene mucho o poco poder, se vuelve ley.  Al rato todos vamos a estar usando cubrebocas e inyectándonos desinfectante.

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