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lunes, marzo 18, 2024

¿Fumigamos de más?

El año pasado el actor Donald Sutherland obtuvo el merecido premio Donostia en el festival de cine de San Sebastián por el conjunto de su trayectoria.  En la conferencia de prensa previa, prevista para hablar de su larga carrera en forma casi exclusiva, Sutherland se salió un tanto del guión tocando el tema del cambio climático y lo poco que hacemos al respecto.  Aparte de que el exabrupto lo pinta de cuerpo entero y hace recordar a no pocos de sus personajes cinematográficos, rebeldes y contestatarios, la frase que me llamó la atención según la consignaron algunos medios fue “Ya casi no chocan insectos en el parabrisas cuando vamos por la carretera”.  Hace mucho tiempo que yo había notado lo mismo.  También he notado desde hace años que en el patio de mi casa aparecen insectos muertos o en lo que parece una lenta agonía, sobre todo avispas.

No ignoro que en general en el reino animal hay un descenso marcado en las poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles e insectos en todo el mundo.  Las causas son diversas: pérdida del hábitat, sobre explotación de las especies que podríamos llamar comerciales como los peces, efectos de la contaminación o abuso en el uso de los medios de control de plagas en los campos. Desde luego que una cosa lleva a la otra, muchos de estos animales mueren también porque su alimento muere,  por ejemplo: las aves, los reptiles y algunos mamíferos que se alimentan de insectos necesariamente disminuyen en número si la población de los insectos disminuye.  Las consecuencias de alterar esta cadena se han discutido bastante.  El eslabón que parece mas crítico para la supervivencia humana es el de los polinizadores y entre ellos las abejas; pero en realidad el equilibrio es delicado, es posible que estemos incidiendo de forma peligrosa en otros puntos sin conocer los efectos… o las alternativas.  De ahí mi preocupación por saber si efectivamente estamos abusando del uso de insecticidas (pesticidas, plaguicidas, etc.) en la ciudad. Este debate se ha dado sobre todo para los ambientes rurales de donde proviene nuestro propio alimento, pero ¿qué pasa en el medio urbano?  ¿Porqué se mueren las avispas en mi patio?

Una hipótesis que se me ocurrió hace tiempo es que probablemente con el aumento de enfermedades como el dengue y la lucha contra el vector, el mosquito Aedes Aegypti hemos caído en un equivalente citadino de lo que nos preocupa del manejo de estos químicos en el medio rural.  (Paradójicamente una razón bastante plausible para el aumento del dengue y otras enfermedades afines en nuestro estado es justamente el cambio climático, pero ese es otro tema).

Para empezar, desde 2016 al menos hay una corriente de opinión que denuncia los productos que se usan para fumigar como peligrosos para los humanos (Nota). Es cierto que últimamente no he visto a las famosas camionetas fumigadores recorrer mi calle en las noches pero la pregunta persiste ¿Es necesario? ¿No hay otras formas menos dañinas de protegernos?

El afirmar que tampoco soy experto en este tema ya se está volviendo una especie leit motiv en mis artículos, pero investigar un poco sobre la situación sí es acorde con mi formación.

Es bien sabido que enfermedades como el dengue son transmitidas por la hembra de la especie Aedes Aegypti en su proceso reproductivo al chupar sangre de humanos, o excepcionalmente de animales, para alimentar con eso sus huevos.  Para que sea peligrosa esta hembra ya debe haber picado a un enfermo antes, ella misma es molesta y puede provocar una roncha, pero no es en sí contagiosa.  Un primer paso para una prevención mas racional sería por lo tanto cuidar el entorno de los enfermos en prioridad.  Sabemos que el radio de acción de un mosquito no es muy grande, según distintas fuentes no vuela en su vida mas allá de unos 400 metros en total o unas pocas cuadras, quedándose la mayor parte del tiempo en el entorno de una sola casa o local.  Ademas, los mosquitos solo viven entre uno y dos meses, por lo que el peligro es, relativamente, por poco tiempo.  Quienes dispersan la enfermedad por lo tanto son los humanos, que se contagian en un lugar (casa, oficina, comercio, etc.) y luego se desplaza a otro donde también hay mosquitos.  Me llamó la atención una nota periodística que daba cuenta de varios casos de dengue en alguna ciudad del corredor industrial “¡todos en la misma cuadra!” (sic).  Esto, de acuerdo a lo que sabemos de los mosquitos, es perfectamente explicable: si hubieran surgido dispersos en toda la ciudad sería mucho mas extraño.

Gracias a ese conocimiento podemos seguir con la parte general de la prevención: evitar los sitios donde se acumula el agua y por tanto permite la reproducción de los mosquitos: lavar, tapar, voltear, tirar; aislar a los enfermos de posible contacto con los mosquitos y así como a los sanos en el entrono cercano de un enfermo, esto con el uso de mosquiteros, repelentes, etc.  Esto sería una prevención mas localizada, no tan genérica y dañina para el ambiente.

Una última reflexión me lleva a la magnitud del problema. Nos espanta el hecho de que según algunas fuentes el número de casos de dengue en Guanajuato se disparó un 658% entre 2018 y 2019.  Pero si lo vemos en números subió de 37 casos a 257 confirmados.  Si comparo esta cifra contra la de otra emergencia sanitaria como la diabetes es bastante pequeña.  Según una nota periodística entre enero y agosto del 2019 se declararon 10,976 casos nuevos de diabetes en el estado y en ese mismo período murieron por causas imputables a la diabetes 3,255 personas, algo como 13.4 personas por día. Entiendo también que el dengue finalmente se cura, la diabetes no. Si reaccionáramos con la diabetes como con el dengue la comida chatarra debería estar prohibida y su tráfico ser delito contra la salud.  Por otra parte la mortandad del dengue no es tan alta, de hecho no encontré cifras confiables de cuantas personas han fallecido en nuestro estado por esa causa… claro que en este contexto me viene a la memoria una anécdota de mi padre: una vez que escuchábamos juntos las noticias el locutor informaba de algún accidente o un desastre natural, no recuerdo, pero su comentario fue que “no fue tan grave, solo murió una persona”.  Mi padre refunfuñó entre dientes y después de soltar un taco dijo “para el que se murió y su familia fue lo suficientemente grave”.  Así con las víctimas del dengue.

Mi conclusión en todo esto es que probablemente sí estamos fumigando de más.  En esto, como en muchos otros aspectos de lo que tiene que ver con el desastre climático que se nos viene encima, saldríamos mucho mejor librados nosotros y el medio ambiente con mas lógica, mas educación y menos químicos.

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